Monday, November 20, 2006

CRÓNICA DE UNA ELECCIONES ABURRIDAS

Las municipales de Lima por lo menos lo fueron bastante. Ya de antemano se sabía quien iba a ser el ganador (algunos de mis alumnos de la Facultad no perdían la esperanza en un cambio de destino a pocos días del sufragio); y, no es que Luis Castañeda haya hecho una excelente gestión, debido a que de regular para abajo no pasa (de un 13 en la escala vigesimal no remonta), pero enfrentando a una oposición bastante desarticulada y que se dispersó en más de diez candidaturas y con un asistencialismo ejercido con los recursos municipales, era muy difícil que lo venzan.

A Luis Castañeda se le quiere encarnar como el símbolo de una derecha exitosa en gestión pública. Ante el derrumbe de Lourdes Flores, no había otro que demuestre que la derecha puede también hacer gestión exitosa, de allí que se haya inflado su gestión más allá de todo límite razonable. No de otra forma se puede explicar el intento de muchos medios de comunicación de favorecerlo frente a sus demás contendientes, haciéndolo aparecer como un alcalde exitoso.

Pero para medir los éxitos en su gestión habría que ver sus obras, y en estas encontramos un desperdicio de dinero público (o sea de todos nosotros como contribuyentes) en maquillar la ciudad descuidando los problemas de fondo. Tenemos el problema de la contaminación ambiental (irrespirable en algunas avenidas del centro de Lima), el caos vehicular, la delincuencia y la prostitución callejera en el centro histórico (el Jr. Caylloma a partir de las 7 de la noche es un burdel al aire libre), seguridad ciudadana, todos, absolutamente todos sin resolver. Aparte de un comportamiento bastante autocrático del alcalde de Lima con sus pares distritales y oídos sordos a los reclamos de los regidores metropolitanos (véase al respecto el interesante artículo de Augusto Ortiz de Zevallos aparecido en un diario local). El tristemente célebre SAT es síntoma y parte de esa actuar autocrático del Alcalde, esta vez de cara a todos los contribuyentes.

Y a pesar de todo ganó. Combinación de asistencialismo (las “escaleras de los pobres”, el Hospital de la Solidaridad que está atendiendo también a sectores medios de la ciudad) con estilo odriista de hacer gobierno (AOZ dixit y con razón) le permitió ganar holgadamente (aunque no con el sesenta y pico por ciento que le daban las encuestas). Los recordados eslóganes del ochenio la democracia no se come y hechos no palabras siguen teniendo vigencia. Si a ello le sumamos la dispersión de la oposición, era más que evidente el triunfo de Castañeda.

Los perdedores: Benedicto Jiménez y el APRA que no remontaron en los tres meses de campaña; Humberto “Frito” Lay, cuya candidatura se desinfló literalmente y Ollanta Humala y los nacionalistas, quienes si bien la tenían difícil ganar en la ciudad de Lima, en provincia han sido arrasados del mapa electoral por los movimientos regionales independientes que han sacado más que los partidos políticos, síntoma que el hacer política en provincia va por otro camino y que todavía los partidos nacionales no pueden o no quieren incluir a actores relevantes del quehacer en provincias.
El temor de algunos de un sur humalista quedó desvanecido, aunque no el problema social y económico que representa; y la “hecatombe” del APRA al perder la ciudad de Trujillo –cuna del aprismo- quedó como la prueba que las cosas no marchan bien entre sociedad y partidos políticos.
Dentro de la lucha interna del APRA, el pobre Mauricio Mülder será el “chivo expiatorio” de los magros resultados electorales de la Casa del Pueblo, aunque no todo fue su culpa.

Un detalle más. Frente al uso descarado de los recursos públicos de muchos alcaldes que han ido a la reelección se debe modificar la ley orgánica municipal –y por extensión la ley regional también- en el sentido que sólo sea permitida una reelección inmediata de los alcaldes y presidentes de región y después a su casa –con previo juicio de residencia, por supuesto-.

El poder corrompe y esa regla es aplicable desde el Presidente de la República (siempre he pensado que el presidente debe tener un periodo de cuatro años solamente con posibilidad a una reelección inmediata y nada más) hasta al más modesto alcalde de un alejado distrito de provincias.
Otro aspecto que también debería modificarse es en cuanto a que tanto los regidores como los consejeros regionales sean votados en listas aparte, como sucede cuando votamos para Presidente de la República y el Congreso Nacional. El sistema que se usa permite un uso abusivo y autocrático del poder por quien gana, es hora de cambiarlo si queremos una auténtica democratización y transparencia de los poderes.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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