Monday, November 27, 2006

REFLEXIONES POS 19-11

Uno de los problemas que enfrentan los partidos políticos es su escasa representación en los sectores sociales; es decir, la sociedad no se siente representada en los partidos y estos no pueden o no quieren incluir a sectores sociales representativos, por lo que una “válvula de escape” a ese entrampamiento se traduce en los movimientos independientes que esta vez arrasaron con las regiones. No son independientes propiamente, tienen un sesgo ideológico, pero por razones pragmáticas han preferido ir por su cuenta en estas justas electorales con candidatos más representativos que los de la cúpula partidaria. Es así que muchos que votaron en las elecciones generales por Ollanta Humala, esta vez lo hayan dejado huérfano de apoyo y preferido “su” candidato regional. Igual pasó con muchas alcaldías de provincia, donde el APRA ha perdido Trujillo, cuna del aprismo, lo cual representa un campanazo de alerta sobre qué pasa en el más añejo partido del Perú.

¿Cómo se puede explicar que aquellos que votaron por el APRA en las generales esta vez hayan votado por otras opciones?
Es cierto que la pérdida de la ciudad de Trujillo y de casi todos los gobiernos regionales no marca un “inicio del fin” del partido del pueblo, pero sí que existe una bifurcación entre los votos que recibió Alan García en las elecciones generales y los que obtuvo su partido en las municipales y regionales. Es decir, la figura del caudillo con efecto de “arrastre” es superior a la del partido como institución. Ello se traduce en la configuración de un “segundo Víctor Raúl”, un compañero jefe y líder natural del partido, que sin él no es nada el APRA y él lo es todo. Ese caudillismo a la larga puede ser perjudicial para el partido de Alfonso Ugarte y para el propio sistema de partidos políticos que no pasa de un caudillismo mesiánico y no se consolidan los partidos como institución.

Es lo que le ha sucedido también al partido nacionalista de Ollanta Humala, sin la figura del caudillo el partido se viene abajo. O mejor dicho Humala es el partido. Pero, en el caso de Ollanta Humala es más grave ya que se perfilaba como un líder natural de la oposición que ha sido sepultado por sus propios errores pos elecciones generales (veáse nuestro artículo Quo vadis Humala? de Junio de 2006) y que precisamente por su juventud política cualquier “sepultura electoral” como la del 19-11 le es más difícil de remontar. Ollanta Humala va a tener que reflexionar sobre su quehacer político de cara al futuro si quiere realmente participar en las elecciones del 2011. En ese año incluso el panorama se le puede volver más complicado debido a la aparición no sólo de algunas candidaturas nuevas, sino de otros que irían a la reelección sea Alejandro Toledo o la del propio Alberto Fujimori cuya extradición y procesamiento judicial en el Perú es más que dudosa.

Pero la aparición de nuevos “outsiders” no es sinónimo de progreso o consolidación institucional. Muchos de estos van un tanto improvisando en el camino y más que de candidatos, el problema es institucional. No podemos seguir con el sistema de 25 regiones como hasta ahora, según todos los entendidos es suficiente con 6 o 7, aparte que se debe definir claramente sus competencias y financiamiento, a fin que los problemas de la localidad sean resueltos en la región misma. Según informe de la Contraloría, se ha detectado serias deficiencias y mala gestión de inversión del dinero en los gobiernos regionales. En cierta forma se estarían repitiendo los errores del centralismo limeño, pero a nivel local.

Debemos recordar que la reforma del Estado no sólo es exclusiva del poder ejecutivo, sino que comprende también a los gobiernos regionales y locales, y allí es necesaria una profunda reingeniería si se quiere gobiernos regionales eficientes en gestión; y, eso incluye a los gobiernos locales, sea provinciales o distritales. Sin una gestión eficiente de cara al vecino, tendremos los problemas que ya hemos visto en el pasado, el que haya cambiado el mapa electoral significa un hastío de la población frente a sus autoridades y no una continuidad en las mañas políticas. Y el problema más bien es institucional, que de personas.

Para terminar, cabe preguntarse si el triunfo de Unidad Nacional en casi todos los distritos de Lima (por efecto de “arrastre” del candidato provincial, Luis Castañeda) significa un “resurgimiento” de esta alianza electoral y un virtual “trampolín” de Luis Castañeda para las presidenciales del 2011.

En primer lugar, la ciudad de Lima siempre ha sido conservadora en la elección de sus candidatos. Recordemos que hasta hace pocos años atrás dominó Somos Perú, un poco antes Obras, más en el pasado el PPC y mucho antes AP. Salvo con la excepción de la candidatura concertadora de Alfonso “Frejolito” Barrantes, la izquierda no ha tenido buenos augurios en la ciudad capital. De allí que ahora sea Unidad Nacional la que cobra una presencia hegemónica en buena parte de los distritos limeños. Ojala que ahora sí Luis Castañeda concerte con sus alcaldes distritales las políticas de gestión pública y no exista ese hermetismo de torre de marfil con que se comportó en el período anterior.
Pero ese efecto de arrastre de la candidatura de Castañeda no significa que sea “presidenciable” para el 2011. La candidatura presidencial es un traje que le puede quedar demasiado ancho y allí Lourdes Flores tiene mayores pergaminos para representar a la derecha.

Para terminar, debemos tener presente que si queremos ir a un proceso democrático a largo plazo, es necesario que las instituciones se reformen, sin una reforma seria y profunda es poco probable la sostenibilidad de gobiernos sólidos. Urgen cambios, pero todo parece indicar que los actores involucrados en esos cambios no lo quieren o no pueden hacerlo. Ojala después no sea demasiado tarde.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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