Wednesday, January 10, 2007

24: EL MUNDO INSEGURO DEL SIGLO XXI

Se dice que la obra de arte (y la ficción en general) que retrata una época e identifica las ideas, el sentir, los temores o las creencias, es la que queda más grabada en la memoria de una generación que pasa por esos trasiegos, y las que vengan entenderán mejor lo que pasó en aquella época gracias a esa obra.

Es lo que pasa con la serie de televisión 24. Ha sabido retratar muy bien los temores y angustias del ciudadano norteamericano después del atentado del 11 de Setiembre. La serie demuestra que Estados Unidor no está libre de un ataque terrorista, que es altamente vulnerable a una bomba nuclear o a una epidemia bacteriológica masiva, produciendo una sensibilización del público. De allí el enorme éxito que ha tenido.

Dividida en 24 capítulos de una hora “en tiempo real”, cada temporada trae una crisis que debe ser resuelta por los agentes de la Unidad Antiterrorista de Los Ángeles (CTU). Narrada como los viejos folletines decimonónicos o como las antiguas seriales, el capítulo siempre termina con una o varias escenas en suspenso, que dejan “enganchado” al televidente para saber qué pasará en el capítulo siguiente. A ello hay que sumar la aparición de un reloj digital a cada momento que va marcando el transcurrir de la hora, lo que crea más angustia y suspenso en el espectador.

El héroe de la serie es el agente Jack Bauer (interpretado por Kiefer Sutherland, el hijo del actor Donald Sutherland), quien al ser el protagónico siempre saldrá ileso y resolverá la crisis, acabando con todos los terroristas (los “villanos”).
Aunque el personaje central, más que un héroe en el sentido tradicional del término, es más bien un antihéroe, producto de estos tiempos de escepticismo y descreimiento general: hombre inteligente, sagaz, de reflejos rápidos, es tan diestro en disparar una pistola como en manejar un avión, entrar a un complicado programa de cómputo o desarmar una bomba nuclear (como quien se desamarra los zapatos). Pero, también es un manipulador de las personas que lo rodean. Es un sicólogo nato. Sabe aprovechar a la gente que trabaja a su lado a fin que colaboren con él y cuando no las necesita, las descarta. En eso es bastante frío y es un descendiente directo de James Bond, aunque sin el “glamour” ni el “bon vivant” que tiene éste último (aunque, en estilo, está más cerca de los “duros” del cine como John Wayne o Clint Eastwood). Asimismo no le tiembla la mano para torturar a sus prisioneros a fin de conseguir información. Si la persuasión no da resultado, procede a la tortura. Todo vale. Es un mundo donde los principios ni valores cuentan.

Si bien nos puede causar repulsión el que un agente de un gobierno democrático use las mismas armas que los terroristas (con lo que el Estado de Derecho se resiente profundamente y desciende al nivel de los agentes del terror), lo descubierto en Guantánamo con los prisioneros irakíes nos confirma que la tortura es usada para conseguir información, e incluso por pura diversión. Pero el duro agente Jack Bauer tiene un lado íntimo, vulnerable, que lo hace más humano y que que permite simpaticemos con él: su vida personal. Su vida personal es un desastre, prácticamente no tiene vida íntima al ser absorbido por su trabajo. Su mujer fue asesinada por una espía que era a la vez su amante, su hija se alejó de él culpándolo de la muerte de la madre, más adelante, cuando parece haber encontrado la felicidad en un nuevo amor, se presenta otra crisis que lo alejará de ella. Todos esos hechos marcan una vida desgraciada y hace que nos solidaricemos con él. Es un hombre condenado por su trabajo (al igual que sus demás compañeros), vive absorbido por el, sin tener ya tiempo para si mismo.

La tecnología también ocupa un lugar importante. El uso de computadoras, cámaras de video, celulares, Internet, son como un personaje más, que si bien no habla, está allí presente y muchas veces por la tecnología se mata o sirve para resolver un caso.

Otro aspecto fundamental en la serie –y que ya lo anotó Mario Vargas Llosa en un artículo- es que los políticos, y en general, los que tienen la capacidad para decidir, “zafan el cuerpo” y están más preocupados en conservar su puesto que en resolver el problema, siendo los agentes de campo como Jack Bauer y su pequeño grupo de colaboradores los que se las juegan, incluso yendo contra los reglamentos y pasibles de una sanción burocrática por sus superiores o hasta de su propia vida, si son un riesgo de “seguridad del estado” (a Bauer y su grupo se les considera como “piezas descartables”) para los políticos entronizados en el poder. Esa situación genera también en el televidente una simpatía hacia él pese a los métodos que usa (que al norteamericano común poco le importa) y un rechazo a esos políticos y funcionarios que “sólo cuidan su trasero” (la excepción será el presidente David Palmer, suerte de Abraham Lincoln negro, por el que Jack siente un respeto que es mutuo).

Es cierto que la salida de los problemas muchas veces tiene una gran dosis ficcional puesta al servicio del personaje central. Un espectador perspicaz se dará cuenta que “en la vida real” así no funcionan las cosas, como así es, pero precisamente es una convención de la ficción el que asumamos como “cierto” lo que vemos.

También es cierto que los árabes son presentados todos como terroristas o sospechosos de terrorismo, lo cual ha obligado a los productores ha realizar aclaraciones a fin de evitar acciones legales por parte de la Comunidad Árabe norteamericana (ya en un episodio de la temporada cuatro, a fin de “lavar” la imagen que se había presentado, unos chicos árabes-norteamericanos ayudan a Bauer a contraatacar a los terroristas).

La serie entra a su sexta temporada este año y se proyecta una película para el 2008, y probablemente el filón tenga para explotar un poco más, porqué a diferencia de hace cuarenta o cincuenta años atrás, cuando creíamos que el progreso estaba a la vuelta de la esquina gracias a la ciencia y la tecnología (y que hizo posible series de televisión tan hermosas como Viaje a las estrellas), hoy nos damos cuenta que ese futuro era una ilusión y más bien estamos en un mundo inseguro, oscuro, incierto y con posibilidades que la raza humana no viaje a las estrellas, sino que se extinga por sus propios desenfrenos. Ese mundo ha sido muy bien reflejado en la serie 24.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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