Tuesday, May 29, 2007

CHÁVEZ CIERRA TV CARAQUEÑA

Esta semana iba a escribir sobre algo más ligero como el caso de la estudiante que se lanzó al parlamento belga prometiendo sexo oral a los que voten por ella. No es que siga el camino de la Cicciolina (y de nuestra connacional Susy Díaz), sino que es una protesta en “plan de joda” contra los “políticos tradicionales” que prometen lo imposible con tal de conseguir un voto. En todas partes se cuecen habas. También pensaba escribir sobre el “calateo” generalizado por la llegada de la primavera en un pueblito de Vermont, Estados Unidos, donde las personas tienen la costumbre de salir como vinieron a este mundo cuando tocan los primeros rayos de sol primaveral; y de yapa sobre el “affaire” de la Bolocco, que -dicho sea de paso- me sirvió como caso para mi clase de derecho. El caso de la Bolocco lo trataré en un siguiente artículo, no tanto en la parte del morbo, que no me interesa, sino en los aspectos jurídicos y los límites a la libertad de información y el derecho a la intimidad.

En fin, tengo que ocuparme de Chávez de nuevo. Más por principios que por placer. Esta vez por cerrar la televisora RCTV (el eufemismo es la “no renovación” de la concesión del espacio radioeléctrico). Es que el tema puede parecer anecdótico o hasta que no nos debe importar, pero es más trascendente de lo que se cree. En el velasquismo sufrimos un atropello similar y no podemos estar con la guardia baja.

Los que argumentan a favor de cancelar la concesión argumentan como el tiranuelo de Caracas que esa televisora fue “golpista” cuando Chávez, en el año 2002, estuvo algunas horas fuera del poder; imputación que nunca fue probada, y de serlo, quienes deben ser sancionados son sus directores o representantes legales, no la televisora. Aparte que otras televisoras sufrieron el mismo calificativo cuando el autócrata regresó luego de la breve deposición, sin recibir sanción alguna, por lo que es un caso discriminatorio a todas luces.

Estamos ante los argumentos justificatorios típicos de una dictadura. La verdad era otra. RCTV se había convertido casi en la única televisora que le hacía oposición al gobierno de Chávez, y al cerrar una televisora está clausurando un medio que no le era adicto, y a los autócratas no les gusta que los contradigan. No les gusta la mosca zumbando en la oreja. Correa en Ecuador está siguiendo el mismo ejemplo.

Debemos recordar que la libertad de expresión e información no solo son derechos fundamentales de la persona, sino que permiten decir lo que no agrada al gobernante de turno, recordándole que es mortal y por tanto infalible, a semejanza del humilde esclavo que le recordaba al César que pese a sus triunfos y conquistas seguía siendo un ser humano como cualquier otro. A los dictadores no les gusta que les recuerden que son mortales. Su intolerancia les hace creer que son infalibles.

Por otro lado, llama la atención que mucha gente de izquierda, “progresista”, calle en siete idiomas la clausura de la televisora y la actitud represiva de Chávez contra los que han salido a protestar a las calles. Conociendo a mis ex compañeros de ruta es muy probable que íntimamente se regodeen de regocijo por el cierre de una televisora “imperialista”; pero si el mismo acto de cerrar un medio de expresión lo hubiera hecho un gobierno democrático, habrían saltado hasta el techo, alegado ultraje a la libertad de expresión, dictadura inminente y grave lesión a la democracia. Es que un sector de la izquierda se quedó congelada en los años 70 y su reconversión fue siempre de la boca para afuera, adentro quedaron igual, amén que muchos de ellos viven de las generosas “donaciones” chavistas y más por conveniencia que por convicción creen en su “socialismo del siglo XXI” (aunque sería injusto generalizar, existe mucha gente de izquierda que hizo una autocrítica y sana reconversión post muro de Berlín).

También llama a lástima el estado deplorable en que se encuentra la justicia venezolana. Un juez inmediatamente atendió una medida cautelar del gobierno para que puedan usar los bienes del canal cerrado en la nueva TV adicta al régimen que apareció a los pocos minutos de clausurada RCTV. En buen romance fue una confiscación de bienes disfrazada. Aparte que la Sala Constitucional del Tribunal Supremo (la Corte Suprema Venezolana) declaró “inadmisible” el recurso de amparo de la TV clausurada por la no renovación de la concesión. Esa obsecuencia judicial me hace recordar a cómo se comportaban nuestros magistrados en la época de Fujimori y Montesinos, típica de las autocracias.

La clausura de un medio de expresión por Chávez (y la sustitución por uno fiel al gobierno a los pocos minutos) marca un punto de inflexión de que el sistema creado a su alrededor está fuerte y que ha llegado a lo máximo de su poder; pero también que es el inicio de un declive gradual, de descomposición progresiva del sistema autocrático creado alrededor del dictador. Al no existir contrapesos y actuar ciegamente la propia dictadura cava su fosa. Ojalá no dure mucho, aunque dependerá de factores intrínsecos y de fuera, entre estos últimos sobretodo del precio del petróleo, fuente de financiamiento de Chávez, y en lo interno de que toda la oposición se una en un solo bloque como se hizo en Perú para derrocar a Fujimori.

Como escribí en un anterior artículo, ¿Venezuela va camino al socialismo?, al terminar sostenía que agotado el modelo nacionalista la nación termina más pobre y endeudada que antes que asumiera el poder el dictador, y que rehacer el tejido social demanda no años sino décadas, dándose cuenta el pueblo que existe más desigualdad e injusticia social terminada la autocracia, a lo que se debe añadir ahora y con menos libertad, salvo la que el dictador autorice.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, May 21, 2007

POR QUÉ SOY AGNÓSTICO

1

No pretendo hacer una apología del agnosticismo, el agnóstico dista mucho de ser un evangelizador o propagandizador de lo que cree o piensa; todo lo contrario, difícilmente somos portadores de una fe o de una verdad absoluta, nada más lejos del agnóstico que querer generalizar y dar por absoluta una verdad que es propia de su experiencia y, por tanto, intransferible. Apenas trataré de esbozar las causas personales de lo que considero una forma de vivir y ver el mundo.

Quizás haya influenciado en mí el ser un escéptico por naturaleza. Desde muy niño he dudado y he relativizado todo lo visto y oído, jamás he podido aferrarme con uñas y dientes, como lo hacen muchas personas, a una fe, sea religiosa, política o económica, y considerarla como una verdad incontrovertible y absoluta que sea el eje de mi vida. Me aparté de toda práctica religiosa hacia los dieciséis años, aunque nunca –ni de niño- me compenetré con esa serie de ritos a los que asistía más por compromiso familiar que por verdadera vocación.

Muchas veces me han preguntado si mi familia no hacía nada frente a ese manifiesto decaimiento en la fe. Un poco como inquiriendo si también eran poco creyentes y si el asunto venía por cultura familiar. Siento decepcionarlos, pero todos en mi familia son creyentes practicantes, hasta mi hermano menor. Pero, en mi hogar existió un clima de tolerancia y de libertad que permitía que cada miembro haga con su vida lo mejor que le parezca. Bajo ciertos límites, claro está. Límites que han estado ceñidos a hacer algo “útil” en la vida y no estar ocioso; aunque hubo una excepción en los dos años siguientes ha terminada mi secundaria cuando disfruté del divino ocio y no hice otra cosa que leer y leer y leer, principalmente novelas y cuentos, mañana, tarde y noche. En esa época nació mi afición a la lectura, y la lectura cuando se realiza críticamente trae a su vez el cuestionamiento de todo, incluyendo de las divinidades.
Visto a la distancia de los años, aquel tiempo marcaría mi vida futura y mi forma de ser.

Recuerdo que a los dieciocho era un agnóstico consumado. No sabía propiamente qué significaba el término, pero ya había emprendido un camino sin retorno, a lo que contribuyó mi ingreso, en los veinte, a estudiar Sociología, mi primera profesión y a la que guardo un cariño bastante especial. Ingresar al bullicioso mundo universitario de aquel entonces, donde el marxismo ocupaba un lugar importante en el estudio de las ciencias sociales, debilitó aún más mi ya menguada fe. Pero, si bien el marxismo era ateo y vi que muchos de mis compañeros se convertían fácilmente a esa nueva fe (el ser ateo es una especie de fe), quizás por eso, por tratarse al final de cuentas de una religión laica, una “verdad absoluta”, nunca pude abrazarlo totalmente como ideología que explique en todo su sentido el universo y al ser humano; aunque sí me sirvió (y me sirve) de mucho como herramienta para analizar la realidad. De aquellos “años maravillosos” data mi curiosidad por desentrañar los procesos sociales y políticos del Perú y de cómo van las cosas en el mundo, y que ahora se ven reflejados en mis artículos de El Observador. El marxismo da herramientas de análisis muy valiosas, pero no hay que tomarlas nunca como una “verdad total”, de allí estamos solo a un paso del totalitarismo y de excluir las otras opciones, y nos ocurriría lo mismo que a los que creen ahora, ciegamente, a pie juntillas, que el libre mercado es el gran solucionador de todos los problemas. Los extremos se tocan. Felizmente los agnósticos estamos libres de todo fundamentalismo.

2

Quizás por eso actualmente no milito en ningún partido político, pero sin que ello signifique un desinterés por la política. Todo lo contrario. Desde muy joven me interesó la cosa pública y de una u otra manera he participado activamente, con “mi granito de arena”, en el debate político del Perú.

Políticamente me considero un socialdemócrata liberal. Liberal es una palabra que se ha vilipendiado y devaluado mucho últimamente, confundiendo –unas veces por ignorancia y otras por mala fe- el noble liberalismo político que se desarrolló entre los siglos XVII y XVIII con el neoliberalismo económico actual, que todo lo reduce a un chato economicismo primario. Evidentemente que mi profesión es hacia el primer liberalismo, el “original”, que remonta sus raíces en el humanismo y un poco más atrás en los clásicos griegos (y porque no, hasta en los evangelios como sustento humanista que dio sus mejores frutos dentro y fuera de la Iglesia). El otro, el que reduce toda interpretación económica y solución al mercado es una visión distorsionada, muchas veces creada por los grupos de interés.

Por eso creo que el verdadero cambio en nuestro país no está tanto en las grandes revoluciones apocalípticas, sino en convertir en ciudadanos, en el más extenso y profundo significado que el término implica, a las grandes masas anónimas, con todos sus derechos y responsabilidades que los incluyan como individuos dentro de la sociedad y se sientan partícipes de un proyecto de país, de nación. Y, para ello, el único medio político idóneo es la democracia. No hay otro. Por lo menos no se ha inventado otro que permita la inclusión social respetando las libertades.

En cuanto a lo social, no son necesarias muchas explicaciones. La sociología me hizo tomar conciencia que vivimos en una sociedad en que todos estamos interrelacionados y no podemos ser ciegos a los problemas que suceden. No solo por una cuestión principista, sino porque todos estamos en el mismo barco y lo que le pasa a una persona afecta a los demás.

Solo añadiré que mis decisiones, equivocadas o no, las tomo por mi cuenta y riesgo, asumiendo las responsabilidades sobre las mismas. A veces me costaron la perdida de alguna amistad o de un amor que confundía los sentimientos con pensar igual. Felizmente tampoco tengo espíritu de rebaño como decía El Amauta.

3

Siempre he pensado que para ser creyente de una religión o de una doctrina política o económica es más un acto de fe, “de creencia”, que de frío razonamiento; y, para ser ateo, se requiere “creer” que Dios no existe, se requiere fe, solo que al revés, creer que no existe divinidad alguna. Por eso muchos hombres y mujeres que se educaron en colegios religiosos o que incluso eran monjas o sacerdotes, pudieron transitar sin mucha complicación de la fe en un Dios a la fe en que no existe. Los agnósticos carecemos también de esa fe en sentido contrario.

Pero no se piense que ser agnóstico es fácil. Descontando a los “poseros” o agnósticos “bamba” que asumen el agnosticismo como un medio de “prestigio social” sobretodo en los círculos intelectuales, el agnóstico auténtico debe crear su propia escala de valores más allá de las impuestas por la religión o la sociedad. Esa construcción axiológica es agónica, en el sentido de lucha diaria, de creación dura, a base de sudor y esfuerzo. No hay camino fácil para el verdadero agnóstico, está solo y no puede aferrarse a ninguna divinidad para buscar ayuda; por lo que te das cuenta también que en la vida todo lo que realmente vale la pena, cuesta. El ser agnóstico también forja el carácter.

Mi escala de valores se rige por un axioma: vivir honestamente sobretodo con uno mismo, no hacer el mal a nadie y darle a cada uno lo que le corresponde. Muchos años después, ya como abogado –mi pane lucrando y segunda profesión- descubrí que ese era un viejo precepto romano (honeste vivire, alterum nom laedere, suum cuique tribuere). Las sabias enseñanzas se repiten en la historia y en la vida.

4

Con el correr de los años algunas amistades religiosas también se apartaron de mí lado al enterarse que era agnóstico y algunos amores también. Supongo que no tenían la fe muy firme y pensaban que los iba a “contagiar” con la escasez de la mía. Algunos de esos amores quisieron “reconvertirme”, “regresarme al redil”. Partieron de la premisa equivocada que el amor puede cambiar al ser amado, y que el ser amado está obligado a cambiar a gusto y medida de quien desea el cambio.
Pusieron su mejor empeño, eso me consta, me llevaban a misa los domingos, alguna por ahí me regalaba un librito religioso que yo aceptaba por cortesía, pero no leía. Por su ruego (¿qué le puedes negar a una mujer?) comencé, después de mucho tiempo, a revisitar el templo de Dios, lo que me permitió escuchar algunos sermones interesantes. En la parroquia a la que concurría una ex pareja había un sacerdote que cada sermón dicho contenía una base filosófica que daba a entender que estábamos ante alguien que había tenido variadas y nutridas lecturas y no ante un simple cura rústico. Sin ser creyente seguía con mucha atención sus sermones, me gustaban desde el punto de vista intelectual. Eran estimulantes, sólidos y persuasivos.

Al enterarse mis ex que sus esfuerzos caían en saco roto, desistían. Algunas reaccionaban mal. Imagino que era su frustración, incluso una de ellas me “prohibió” que siga asistiendo a la iglesia, por lo que deje de apreciar aquellos notables sermones (intolerancia que le dicen); olvidando que el propio Cristo fue abierto y tolerante con todos, incluyendo hasta aquellos que lo crucificaron. Solo les pido que no se propongan nada. Al no creer en ninguna verdad absoluta, el agnóstico es abierto y tolerante con todas las religiones y no cree que ninguna sea la “verdadera”.

Reconozco que en algunos momentos de mi vida he buscado la religiosidad. Ese “re-ligare” del que hablan los antiguos. A veces por medio de la filosofía, otras oleteando alguna religión. Pero, esos momentos han sido breves, vanos y fútiles, a la larga siempre regresaba a mi escepticismo congénito.

A estas alturas de mi vida es difícil que vuelva a alguna forma de religiosidad. Tampoco puedo decir de esta agua no beberé. Aunque medio en serio medio en broma digo que de ser así elegiría la religión budista o alguna parecida que no crea en verdades absolutas, sino que sea flexible y libre. Pero, por el momento estoy bien así.

Como les digo a mis amigos creyentes –un poco para incomodarlos adrede-, cuando te encuentres por partir de este mundo y suponiendo Dios exista, no te juzgará por la cantidad de veces que te golpeaste el pecho o fuiste a misa, sino por las acciones que hiciste en este mundo –o lo que dejaste de hacer-. Sería un Dios de pocas luces si solo contabilizara la cantidad de veces que lo reverenciaste y te inclinaste ante su imagen. Y mientras siga en este mundo seguiré con mi máxima romana vivir honestamente, no hacer el mal a nadie y darle a cada uno lo que le corresponde. Hasta ahora me ha dado resultados y vivo tranquilo con mi conciencia. Amén.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, May 15, 2007

FLOR DE JESÚS CAHUAYA, CADETE PNP

El caso de la cadete Flor de Jesús Cahuaya ha llamado la atención por tratarse de una joven que por motivos de su embarazo fue expulsada de la institución donde estudiaba. Para más señas esta institución pertenece a las llamadas “fuerzas tutelares de la nación”, la Policía Nacional del Perú.

El asunto tiene dos aristas desde donde puede ser apreciado. Una es el legítimo derecho que tiene toda mujer ha acceder a la maternidad. Eso es incuestionable, es un derecho consagrado incluso en nuestra Constitución. La otra arista es la de la institución. Es decir el compromiso que firman las cadetes de no quedar embarazadas mientras dure su período de entrenamiento. Supongo que se debe a que el entrenamiento incluye ejercicios físicos y otras pruebas de resistencia que difícilmente puede realizar una mujer en gestación.

Desde el punto de vista contractual es incuestionable que la cadete Flor de Jesús Cahuaya rompió el compromiso firmado. De eso no existe duda alguna. Su embarazo ha sido conciente, deliberado, y las normas del derecho contractual han sido quebradas por ella. Desde el lado del reglamento también ha existido una violación a las normas administrativas de la Escuela de Oficiales de la PNP. De eso tampoco existe duda.

Pero vamos a ir un poco más allá. Vamos hacia el lado de los derechos fundamentales de la persona y de cómo puede afectar a la misma una decisión netamente administrativa.

Como se sabe, los derechos fundamentales de la persona han sido de carácter progresivo en la historia. Lo que antes no era un derecho, luego deviene en tal. Así, por ejemplo, un derecho tan elemental, como el derecho a la vida, en las sociedades esclavistas no existía como tal. La vida del esclavo no valía nada y podía privársele en cualquier momento sin culpa ni delito alguno. Ni que decir de los derechos de la mujer, casi casi no existía como persona. Basta ver las normas del derecho romano para darse cuenta de ello. Hasta bien entrado el siglo XX era considerada como objeto de reproducción de la especie y sujeto de escasa o nula inteligencia (una suerte de animalito que respondía reactivamente a las emociones), por lo que pasaba de la esfera paterna a la marital sin mayor trámite que el matrimonio, razón por la cual (al tratarse de una “carga”) el padre debía otorgar al futuro esposo una dote por la hija que dejaba la casa del pater familia.

Para algunos, los derechos fundamentales son un legado divino, algo así como con lo que nacemos. Son inherentes a la naturaleza humana. Para los más prosaicos y realistas, los derechos fundamentales corresponden a un devenir histórico de conquistas o luchas que realiza un grupo social determinado a fin que sean reconocidos sus derechos. Así, poniendo otro ejemplo, los derechos reconocidos a las mujeres no se dieron porque a algún legislador o soberano le sobrevino un arranque de ternura, compadeciéndose del género femenino, sino a las luchas de las organizaciones feministas a lo largo de los siglos XIX y XX, hasta que se plasmaron en leyes, como el voto femenino, el acceso a cargos públicos, igualdad laboral con el hombre, etc.

Precisamente es el derecho a la igualdad laboral con el hombre lo que ha permitido que las mujeres accedan a las fuerzas armadas y fuerzas policiales, lo que antes era coto exclusivo del varón, considerado milenariamente, desde que existió una división del trabajo entre géneros, como el encargado de la defensa y uso de las armas. Hasta la segunda mitad del siglo XX era impensable que una mujer acceda a cargos militares, salvo que se dedicase a labores subalternas administrativas o de enfermería.

En nuestro país el acceso de la mujer a cargos militares es de reciente data. Poco más de veinticinco años con las mujeres policías; que, recuerdo, fue muy criticado por cierto sector de la prensa que no las consideraba aptas para el puesto. Era un machismo bastante abierto y prejuicioso que tenía como base la supuesta ineptitud del género femenino, mal llamado el “sexo débil”. A la luz de las dos décadas y media que ya han trascurrido, las mujeres policías han demostrado más probidad y eficacia que sus colegas varones. Y así también ya tenemos mujeres mecánicos, mujeres taxistas o en labores de ferretería en las grandes tiendas por departamentos. Premunidas de su casco, wincha, desentornillador, armando y desarmando muebles mejor que un hombre (por lo menos mejor que yo, que soy bastante inútil para las cosas mecánicas).

Sociológica y legalmente las mujeres han avanzado mucho más en el campo laboral que lo que pudieron hacer en su tiempo sus madres, condenadas quizás a un reducido espacio de desempeño en el competitivo mundo de los varones. Pero, existe un hecho natural que es innato a su género: la reproducción. Ciertos empleadores todavía consideran el embarazo como un “estorbo” a las obligaciones laborales, de allí que muchos prefieran todavía contratar mujeres “solteras y sin hijos”. En cierta forma los institutos armados siguen esa tradición, por lo que son obligadas (que otra alternativa tienen) a firmar el compromiso de no engendrar mientras dure su entrenamiento, lo que incluso está plasmado en su reglamento.

El quid del asunto está no tanto en la legalidad o no de ese compromiso o del reglamento, sino en la vulneración o no de derechos reconocidos constitucionalmente. Es que la propia Constitución política (amén de los tratados internacionales) reconoce como un derecho fundamental y de adecuada protección a la maternidad. Por lo que el reglamento y el compromiso firmado colisionan con un derecho constitucional y, de acuerdo a la jerarquía de normas, se aplica la norma constitucional sobre la de menor jerarquía, que es el reglamento.

Otro punto del caso es la proporcionalidad en la aplicación de sanciones en el reglamento. Según este se castiga con la expulsión a la mujer que trasgrede el mismo y viola el compromiso firmado (vale decir se embaraza). Aplicando un test de razonabilidad es oportuno cuestionarse si la sanción no excede al hecho materia de castigo. En principio que no es delito que una mujer quede embarazada. Así que por allí no puede haber castigo. En segundo lugar quizás puede establecerse una justificación como ejemplo de castigo sancionador para futuros casos. O como dijo más crudamente un alto oficial de la PNP “que los cuarteles no se conviertan en conejeras”. Como ejemplo podría justificarse, pero de ser así, colisionaría de nuevo con la norma constitucional.

Por lo que se ve, el castigo (la expulsión de la Escuela de Oficiales) es demasiado elevado entendiendo no solo que va contra un derecho fundamental reconocido constitucionalmente, sino que frustra un proyecto de vida. Quien ingresa a una escuela militar lo hace para hacer carrera, es decir para quedarse por el resto de su vida hasta jubilarse. Nadie piensa estar un año o dos y hacer luego otra cosa distinta. Es un proyecto de vida integral. Desde ese ángulo, a la cadete Flor de Jesús Cahuaya le habrían frustrado su proyecto y merece ser repuesta en su condición anterior a la expulsión, siendo nula de pleno derecho la resolución que la separa de las Fuerzas Policiales.

Por tanto, cabría suponer que pueden existir otras medidas u opciones de quedar embarazada una cadete sin que signifique colisionar con derechos fundamentales o truncar proyectos de vida. Y ahí es donde existe un vacío institucional en nuestras FFAA.

Una salida está en otorgar licencia a la embarazada mientras dure su período de gestación y reincorporarse a su entrenamiento inmediatamente después de terminado. Quizás en la siguiente promoción, reservándole un cupo. No es nada nuevo, hasta donde tengo entendido ya se da en otros países. Otra salida estaría –y esto lo expreso desde el punto de vista contractual- en que la parte infractora (la cadete) pague una multa de romper el compromiso firmado, pero no sea expulsada, reservándole igualmente un cupo en la Escuela luego de terminado su período de gestación. Se que esta última salida no va a gustar a mis amigas feministas, pero repito, es desde el punto de vista contractual y es mejor que ser expulsada.
Aunque desde un punto de vista constitucional y democrático, la primera es la más idónea.

Salidas sin colisionar los derechos fundamentales hay varias. Lo que sucede es que nuestras Fuerzas Armadas y Fuerzas Policiales todavía no están imbuidas de espíritu democrático. Falta que se “constitucionalicen”.
Puedo comprender –pero no excusar- que un oficial de alta jerarquía de la PNP se exprese a través de un medio de comunicación como de “una conejera” en alusión a la cadete, pero que un ministro del interior que proviene de un gobierno democrático y de un partido tan añejo como el APRA diga suelto de huesos que “hay que aplicar el reglamento” así, sin más ni más y sin importarle el nacimiento de un niño, es preocupante. Dice mucho no solo de ese ministro (sería interesante hacerle un análisis sicológico, de repente encontramos una misoginia muy arraigada), sino del partido de gobierno.

Se que la cadete Flor de Jesús Cahuaya va a ganar la acción de amparo que interponga contra la institución que la expulsó, tiene todos los argumentos a su favor (pero, ojo, le recomiendo que no se “salte” las instancias administrativas previas, sino podría ser pasible de una nulidad formal del proceso). Pero, lo que no se debe descuidar más allá de la anécdota personal es la democratización y el respeto a los derechos humanos dentro de las fuerzas armadas y fuerzas auxiliares, hay mucho que hacer allí, sobretodo luego de haber estado muy unidas al poder corruptor del fujimorato durante diez largos años. Y, para comenzar, no estaría mal que cambien ese anacrónico y discriminador reglamento. Darían un buen primer paso.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, May 07, 2007

SARKOZY

Pocas veces una elección tan peleada como la presidencial francesa de este año. No solo por los cambios en el espectro político galo, dando paso a una generación “joven” (es decir que frisa la cincuentena) dejando fuera de campaña a los presidenciables tanto de las filas socialistas como de la derecha, sino por el despunte de un centro claramente diferenciado de los extremos políticos usuales. Y, es que la situación no estaba para seguir con la tradición, sino que impone cambios, cambios urgentes que permitan sacar del marasmo en que se encuentra Francia, país que parece perder el paso de los grandes dentro de la Unión Europea, a tal punto que algunos ya pronostican un declive no solo económico sino cultural y político del país que quizás más aportó culturalmente a América Latina, donde gran parte de nuestra intelectualidad la tuvo como referente.

Por eso, el triunfo de Sarkozy (así como el de Ségolène, de haberse producido) es parcial, no pírrico, pero sí que va a conllevar arriar banderas propias y colocar las del rival. Es que es muy difícil un programa monetarista ortodoxo “puro” tal como están las cosas. Ni un estatismo a la manera socialista, ni un liberalismo a ultranza como quiere la derecha (el libreto ya lo conocemos: liberalización de mercados, flexibilización de la mano de obra, recortes presupuestales a los programas sociales, baja de impuestos, privatizaciones, etc.). Nada de eso podrá ser de una manera ni tan sencilla ni tan expeditiva tomando en cuenta la complejidad del tejido social francés, donde los inmigrantes cada vez cobran un peso más significativo en el espectro político, así como los jóvenes que se ven de cara al desempleo terminados sus estudios universitarios y que ocasionó una gran revuelta el año pasado cuando se quiso flexibilizar los contratos laborales.

Por ello Sarkozy no las tendrá fácil. Tendrá que aceptar una “convivencia” si desea tener éxito en sus políticas y, creo que lo sabe muy bien, más si tomamos en cuenta que se vienen las elecciones legislativas en Junio próximo y es probable que no consiga la mayoría suficiente. Conociendo a los franceses (los inventores del “balotage”) es muy probable que voten por la oposición, sea los socialistas o los centristas de Bayrou que obtuvieron una nada despreciable cantidad de votos.

Sarkozy deberá hilar fino si quiere sacar adelante sus reformas, las que –si desea tener éxito- tendrán que tener un tinte “social” muy a su pesar. Ojalá lo consiga. Francia, esa Francia abierta, de la ilustración y los valores republicanos, se merece un mejor futuro.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Thursday, May 03, 2007

APAGANDO EL COMPUTADOR

I

Esa noche Mili se disponía a apagar el computador pensando en Marcos. Hacía tres días que no aparecía ni contestaba sus correos. Sobresaltada quiso llamarlo, pero a último momento se arrepintió: quizás su mujer estaría cerca y podría escuchar lo que hablaban.
Una noche más y no aparecía por los foros.

Había perdido muchos amigos por defenderlo en los debates que se realizaban en los foros virtuales de entretenidos.com. Jorge fue uno de ellos. Casi un hermano, el que estaba siempre a su lado, defendiéndola y apoyándola en las buenas y en las malas. Tenía una mala espina con Marcos, no le cayó bien desde que Mili se lo presentó, y cometió la imprudencia de decírselo. Mili se puso como una fiera, que lo decía porque nunca le cayó bien, que lo calumniaba por envidia, porque Marcos era un tipo inteligentísimo, un genio en potencia, y él no pasaba de un simple picapleitos. Acto seguido borró a Jorge de su lista del messenger, lo excluyó de su círculo de amigos y, peor aún, comenzó a difamarlo a sus espaldas. Cuando decían algo contra Marcos parecía otra: como que le hubieran lavado el cerebro.
Mili había llegado a cometer hasta infidencias con tal de defenderlo de sus adversarios en los debates (las más de las veces bastante apasionados), a fin de darle armas para atacarlos por el lado más débil, revelando los secretos más íntimos que como terapeuta le confiaban algunos foristas. Así todos se enteraron que un muchacho de veinticinco años era impotente y que era puro “bluff” sus “levantes” amorosos; que una señora casada era lesbiana y salía con distintas chicas del foro, incluyendo menores de edad; y, la de más allá, que quiso suicidarse de joven por una decepción amorosa y que hace poco lo había intentado de nuevo. Todo por defenderlo. Perdió pacientes y perdió amigos.

Por lo demás a Marcos le importaba muy poco lo que dijeran los otros de él, en sus intervenciones se comportaba siempre de una manera arrogante y fría, no dialogaba ni debatía, más bien quería imponer sus “ideas” (si se puede llamar ideas a las frases entrecortadas que sobre un nacionalismo indigesto y trasnochado balbuceaba) al más puro estilo estalinista. Las más de las veces sus “ideas” rozaban con lo ridículo al querer aparentar que conocía de todos los temas tratados en los foros, lo que junto a ese estilo autoritario y la estolidez demostrada, le granjeó antipatías en los demás participantes. Marcos parecía despreciar al género humano.

II

Mili no era una mujer muy agraciada propiamente: gordita, baja de estatura y de cara casi fea y redonda adornada con unos anteojos cuadrados que la hacían más fea aun. Era muy difícil que un hombre volteara a mirarla en la calle. Era bastante servicial y amable, pero no una mujer atractiva, menos sensual (cosa que no sucedía con Carla, su mejor amiga, a quien también perdería). Mili a los ojos de los hombres era siempre vista más como una buena amiga que como una mujer, lo cual se acentuaba por su natural ingenuidad.

Ella había hecho de los foros virtuales de entretenidos.com su segundo hogar, un lugar donde refugiarse de la indiferencia y hasta la hostilidad del mundo “real” y de su propia familia, así como de la hipocresía amable y del dulce cinismo que practicaban sus amigas de ese mundo fashion en que le tocó nacer, de bellezas anoréxicas y cosméticas, que a base de implacables ejercicios diarios, dietas no menos rigurosas, visitas por lo menos una vez al año al cirujano plástico, y cerros de cerros de cremas de todo tipo con que –literalmente- embadurnaban su cuerpo de pies a cabeza querían parecer más jóvenes y bellas que sus propias hijas, y para hacer más soportable esas sesiones diarias se acompañaban de la revista Hola como material insustituible de lectura, que les servía de base para sus conversaciones cada vez que se encontraban en la peluquería, el spa o el gimnasio de moda. Definitivamente, Mili no encajaba en ese mundo.

Por tal razón, hizo de entretenidos.com su verdadero mundo, donde el anonimato de un nick o el guiño de un emoticón la hacía sentir más cómoda y segura, y le permitía expresar los sentimientos más ocultos sin caer en la vergüenza o en la condena social que las mujeres de su clase esgrimirían de inmediato contra ella de sólo abrir la boca.

III

Cuando Marcos comenzó a cortejarla, los amigos más cercanos de Mili se sorprendieron, sobretodo porque él podía conseguir mejores mujeres que estaban disponibles en los foros, desde jóvenes universitarias hasta maduras y atractivas señoras (ese era uno de los encantos de entretenidos). Su porte atlético, estatura, ojos azules y cabello rubio, acompañado de ese aire de hombre de mundo enloquecían a las muchachas y a las no tan muchachas cada vez que se reunían a fin de mes en algún café miraflorino.

Desde que Marcos empezó a mostrar interés, Mili comenzó a preocuparse más por su aspecto. Le pidió a Carla que la aconsejara sobre el tipo de peinado, fue a un estilista, se metió a un gimnasio, hizo dietas estrictas, eliminó los dulces (su principal debilidad), se compró zapatos de tacos bien altos, cambió su fea armazón de anteojos por unos discretos lentes cosméticos de contacto, se levantó el “derrier” con la técnica de los hilos rusos y hasta casi se pone siliconas en los senos (a decir verdad, bastante pequeños), pero Carla le aconsejó que mejor no exagere.
Su familia comenzó a importarle cada vez menos, apenas si se fijaba que sus hijos no llegaran tarde al colegio por las mañanas y, Pepe, su esposo (casado con ella por ser la hija del dueño de la fábrica), estaba tan ocupado en la empresa del suegro que poco le importó los cambios operados en su mujer.
Pero, el cambio fue sustantivo. De la mujer enana y regordeta salió una bella, elegante y esbelta dama. Milagros de la cirugía moderna.

La parte intelectual tampoco la descuidó. Marcos era un tipo al que le apasionaba las ciencias sociales. Mili devoró todos los libros y revistas que encontró sobre realidad nacional y política, para eso su amigo Jorge (poco antes de perder su amistad) fue de gran utilidad, debido a que poseía un fino olfato para diagnosticar el “contexto social” como él decía, adquirido en su época juvenil de simpatizante marxista (convertido ahora a la socialdemocracia, notable jurista y gran cinéfilo, era el moderador de los foros de cine y realidad nacional en entretenidos.com), y que lo había capacitado para percibir los cambios sociales y políticos en la escena mundial y nacional en donde otros no se daban cuenta (fue quizás el único que con seguridad -cuando Humala estaba en la cúspide de las encuestas y parecía inminente que iba a ser el próximo presidente del Perú- vaticinó que no iba a ganar y que su partido se iba a desintegrar en mil pedazos, como así fue), por lo que también le pudo ofrecer variados temas de conversación, tanto en cine como en política, a fin de no caer en los lugares comunes o los silencios incómodos.

Pulió su francés para conversar por el chat en otro idioma con Marcos (como furioso comunista de los antiguos, despreciaba todo lo que viniera de Estados Unidos, incluyendo su idioma) y –cosa insólita- criticaba a sus viejas amigas a quienes calificaba de “burguesas mantenidas con el trabajo explotador del capitalismo” y que, por condición de clase, habían estudiado con ella en un exclusivo colegio católico, incluyendo a Carla, a quien, con ocasión de un debate donde ella se opuso acaloradamente a las ideas materialistas y ateas de Mario sobre religión (Carla era una mujer muy devota y militante del Opus Dei), la tachó de “frívola y superficial” y hasta insinuó que conocía muy bien a todos los hombres del foro de la cintura para abajo (hecho, que en honor a la verdad, era bastante cierto). Carla jamás le perdonó esa humillación pública, le retiró el saludo y cortó violentamente una amistad de más de cuarenta años. Fue la última amiga que perdió.

IV

La siguiente cita entre Mili y Marcos fue en un café árabe de Miraflores, ya no en grupo como siempre iban, sino ellos dos solos. Para hacerlo más intrigante y darle un aire “intelectual” a la reunión, ella llevaría bajo el brazo las Memorias de Simone de Beuvoir y él “Crítica a la razón dialéctica” de Sartre (un pequeño homenaje al maestro por el centenario de su nacimiento). Ella estaba nerviosa, era la primera vez que hacía cita con un hombre que no fuera su esposo. Él más suelto y ducho en estos menesteres se presentó y luego de los saludos protocolares, inició la conversación.
Fue una conversación aparentemente banal, donde sacó a relucir su estilo “progre” pero sin asustarla, casi parecía un “yuppie” que va al gimnasio todos los días y con la cabeza solo para afeites y ponerse los audífonos del ipod, si no fuera por la jerga socialista con que matizaba su charla (“desigualdad de clases”, “burguesía nacional vendida”, “no al TLC”), jerga que Mili no entendía muy bien, pero quedó fascinada y pensó que así debía ser un gran intelectual, su tipo ideal de hombre; aunque Mili no conocía a ningún intelectual, todos los hombres de su clase social se dedicaban a los negocios, abrían y cerraban empresas a cada rato, hacían lobby en la antesala de algún ministro del gobierno de turno a fin de ganar una licitación y difícilmente abrían un libro en toda su vida.

Marcos aprovechó esa imagen de hombre de mundo que proyectaba para sacarle algunos datos como dónde vivía y en qué zona de La Molina estaba su casa (Mili vivía en una urbanización muy exclusiva de ese distrito, con rejas y vigilante a la entrada e identificación antes de ingresar). Ella en cambio no le pudo sacar nada, él era muy hábil para eludir las respuestas, a veces con un gesto o una frase intrascendente cambiaba la conversación.

Esa primera cita fue el inicio de otras. De los cafés pasaron a ir al cine juntos (nunca una película norteamericana por la anglofobia de Marcos) o al teatro. A ella le encantaba, se sentía como renacer, como volver a vivir los años de noviazgo con su esposo: Mili a los cincuenta y tres vivía una segunda juventud, con toda la ilusión y el candor que ello significa.

Se veían por lo menos una vez a la semana, a veces en algún hostal discreto de Lince que fue su refugio el tiempo que duró el romance, luego él se iba y no regresaba por varios días (decía que se iba de viaje por venta de enciclopedias para colegios de provincias), pero siempre se comunicaban por el chat o el correo electrónico, y era infaltable su presencia por las noches en los debates virtuales de los foros, así que Mili no notaba la ausencia. Pero esta vez sí la sintió realmente. Tres días eran bastante para ella. Recordó que la última vez que lo vio cara a cara fue hace una semana. Marcos le había preguntado sin querer, como quien pregunta la hora, sobre los horarios y rutas que tomaba su esposo para ir a la fábrica. Ella, ingenua como siempre, no se imaginó ni por asomo porqué le preguntaba eso hasta que antes de apagar el computador, luego de una noche vacía más sin su presencia en entretenidos.com, sonó el teléfono y escuchó la voz temblorosa y entrecortada de Pepe: había sido secuestrado por un grupo que se decía del MRTA y le pedían como rescate por su vida un cuarto de millón de dólares. Recién allí Mili perdió su ingenuidad.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es