Thursday, May 03, 2007

APAGANDO EL COMPUTADOR

I

Esa noche Mili se disponía a apagar el computador pensando en Marcos. Hacía tres días que no aparecía ni contestaba sus correos. Sobresaltada quiso llamarlo, pero a último momento se arrepintió: quizás su mujer estaría cerca y podría escuchar lo que hablaban.
Una noche más y no aparecía por los foros.

Había perdido muchos amigos por defenderlo en los debates que se realizaban en los foros virtuales de entretenidos.com. Jorge fue uno de ellos. Casi un hermano, el que estaba siempre a su lado, defendiéndola y apoyándola en las buenas y en las malas. Tenía una mala espina con Marcos, no le cayó bien desde que Mili se lo presentó, y cometió la imprudencia de decírselo. Mili se puso como una fiera, que lo decía porque nunca le cayó bien, que lo calumniaba por envidia, porque Marcos era un tipo inteligentísimo, un genio en potencia, y él no pasaba de un simple picapleitos. Acto seguido borró a Jorge de su lista del messenger, lo excluyó de su círculo de amigos y, peor aún, comenzó a difamarlo a sus espaldas. Cuando decían algo contra Marcos parecía otra: como que le hubieran lavado el cerebro.
Mili había llegado a cometer hasta infidencias con tal de defenderlo de sus adversarios en los debates (las más de las veces bastante apasionados), a fin de darle armas para atacarlos por el lado más débil, revelando los secretos más íntimos que como terapeuta le confiaban algunos foristas. Así todos se enteraron que un muchacho de veinticinco años era impotente y que era puro “bluff” sus “levantes” amorosos; que una señora casada era lesbiana y salía con distintas chicas del foro, incluyendo menores de edad; y, la de más allá, que quiso suicidarse de joven por una decepción amorosa y que hace poco lo había intentado de nuevo. Todo por defenderlo. Perdió pacientes y perdió amigos.

Por lo demás a Marcos le importaba muy poco lo que dijeran los otros de él, en sus intervenciones se comportaba siempre de una manera arrogante y fría, no dialogaba ni debatía, más bien quería imponer sus “ideas” (si se puede llamar ideas a las frases entrecortadas que sobre un nacionalismo indigesto y trasnochado balbuceaba) al más puro estilo estalinista. Las más de las veces sus “ideas” rozaban con lo ridículo al querer aparentar que conocía de todos los temas tratados en los foros, lo que junto a ese estilo autoritario y la estolidez demostrada, le granjeó antipatías en los demás participantes. Marcos parecía despreciar al género humano.

II

Mili no era una mujer muy agraciada propiamente: gordita, baja de estatura y de cara casi fea y redonda adornada con unos anteojos cuadrados que la hacían más fea aun. Era muy difícil que un hombre volteara a mirarla en la calle. Era bastante servicial y amable, pero no una mujer atractiva, menos sensual (cosa que no sucedía con Carla, su mejor amiga, a quien también perdería). Mili a los ojos de los hombres era siempre vista más como una buena amiga que como una mujer, lo cual se acentuaba por su natural ingenuidad.

Ella había hecho de los foros virtuales de entretenidos.com su segundo hogar, un lugar donde refugiarse de la indiferencia y hasta la hostilidad del mundo “real” y de su propia familia, así como de la hipocresía amable y del dulce cinismo que practicaban sus amigas de ese mundo fashion en que le tocó nacer, de bellezas anoréxicas y cosméticas, que a base de implacables ejercicios diarios, dietas no menos rigurosas, visitas por lo menos una vez al año al cirujano plástico, y cerros de cerros de cremas de todo tipo con que –literalmente- embadurnaban su cuerpo de pies a cabeza querían parecer más jóvenes y bellas que sus propias hijas, y para hacer más soportable esas sesiones diarias se acompañaban de la revista Hola como material insustituible de lectura, que les servía de base para sus conversaciones cada vez que se encontraban en la peluquería, el spa o el gimnasio de moda. Definitivamente, Mili no encajaba en ese mundo.

Por tal razón, hizo de entretenidos.com su verdadero mundo, donde el anonimato de un nick o el guiño de un emoticón la hacía sentir más cómoda y segura, y le permitía expresar los sentimientos más ocultos sin caer en la vergüenza o en la condena social que las mujeres de su clase esgrimirían de inmediato contra ella de sólo abrir la boca.

III

Cuando Marcos comenzó a cortejarla, los amigos más cercanos de Mili se sorprendieron, sobretodo porque él podía conseguir mejores mujeres que estaban disponibles en los foros, desde jóvenes universitarias hasta maduras y atractivas señoras (ese era uno de los encantos de entretenidos). Su porte atlético, estatura, ojos azules y cabello rubio, acompañado de ese aire de hombre de mundo enloquecían a las muchachas y a las no tan muchachas cada vez que se reunían a fin de mes en algún café miraflorino.

Desde que Marcos empezó a mostrar interés, Mili comenzó a preocuparse más por su aspecto. Le pidió a Carla que la aconsejara sobre el tipo de peinado, fue a un estilista, se metió a un gimnasio, hizo dietas estrictas, eliminó los dulces (su principal debilidad), se compró zapatos de tacos bien altos, cambió su fea armazón de anteojos por unos discretos lentes cosméticos de contacto, se levantó el “derrier” con la técnica de los hilos rusos y hasta casi se pone siliconas en los senos (a decir verdad, bastante pequeños), pero Carla le aconsejó que mejor no exagere.
Su familia comenzó a importarle cada vez menos, apenas si se fijaba que sus hijos no llegaran tarde al colegio por las mañanas y, Pepe, su esposo (casado con ella por ser la hija del dueño de la fábrica), estaba tan ocupado en la empresa del suegro que poco le importó los cambios operados en su mujer.
Pero, el cambio fue sustantivo. De la mujer enana y regordeta salió una bella, elegante y esbelta dama. Milagros de la cirugía moderna.

La parte intelectual tampoco la descuidó. Marcos era un tipo al que le apasionaba las ciencias sociales. Mili devoró todos los libros y revistas que encontró sobre realidad nacional y política, para eso su amigo Jorge (poco antes de perder su amistad) fue de gran utilidad, debido a que poseía un fino olfato para diagnosticar el “contexto social” como él decía, adquirido en su época juvenil de simpatizante marxista (convertido ahora a la socialdemocracia, notable jurista y gran cinéfilo, era el moderador de los foros de cine y realidad nacional en entretenidos.com), y que lo había capacitado para percibir los cambios sociales y políticos en la escena mundial y nacional en donde otros no se daban cuenta (fue quizás el único que con seguridad -cuando Humala estaba en la cúspide de las encuestas y parecía inminente que iba a ser el próximo presidente del Perú- vaticinó que no iba a ganar y que su partido se iba a desintegrar en mil pedazos, como así fue), por lo que también le pudo ofrecer variados temas de conversación, tanto en cine como en política, a fin de no caer en los lugares comunes o los silencios incómodos.

Pulió su francés para conversar por el chat en otro idioma con Marcos (como furioso comunista de los antiguos, despreciaba todo lo que viniera de Estados Unidos, incluyendo su idioma) y –cosa insólita- criticaba a sus viejas amigas a quienes calificaba de “burguesas mantenidas con el trabajo explotador del capitalismo” y que, por condición de clase, habían estudiado con ella en un exclusivo colegio católico, incluyendo a Carla, a quien, con ocasión de un debate donde ella se opuso acaloradamente a las ideas materialistas y ateas de Mario sobre religión (Carla era una mujer muy devota y militante del Opus Dei), la tachó de “frívola y superficial” y hasta insinuó que conocía muy bien a todos los hombres del foro de la cintura para abajo (hecho, que en honor a la verdad, era bastante cierto). Carla jamás le perdonó esa humillación pública, le retiró el saludo y cortó violentamente una amistad de más de cuarenta años. Fue la última amiga que perdió.

IV

La siguiente cita entre Mili y Marcos fue en un café árabe de Miraflores, ya no en grupo como siempre iban, sino ellos dos solos. Para hacerlo más intrigante y darle un aire “intelectual” a la reunión, ella llevaría bajo el brazo las Memorias de Simone de Beuvoir y él “Crítica a la razón dialéctica” de Sartre (un pequeño homenaje al maestro por el centenario de su nacimiento). Ella estaba nerviosa, era la primera vez que hacía cita con un hombre que no fuera su esposo. Él más suelto y ducho en estos menesteres se presentó y luego de los saludos protocolares, inició la conversación.
Fue una conversación aparentemente banal, donde sacó a relucir su estilo “progre” pero sin asustarla, casi parecía un “yuppie” que va al gimnasio todos los días y con la cabeza solo para afeites y ponerse los audífonos del ipod, si no fuera por la jerga socialista con que matizaba su charla (“desigualdad de clases”, “burguesía nacional vendida”, “no al TLC”), jerga que Mili no entendía muy bien, pero quedó fascinada y pensó que así debía ser un gran intelectual, su tipo ideal de hombre; aunque Mili no conocía a ningún intelectual, todos los hombres de su clase social se dedicaban a los negocios, abrían y cerraban empresas a cada rato, hacían lobby en la antesala de algún ministro del gobierno de turno a fin de ganar una licitación y difícilmente abrían un libro en toda su vida.

Marcos aprovechó esa imagen de hombre de mundo que proyectaba para sacarle algunos datos como dónde vivía y en qué zona de La Molina estaba su casa (Mili vivía en una urbanización muy exclusiva de ese distrito, con rejas y vigilante a la entrada e identificación antes de ingresar). Ella en cambio no le pudo sacar nada, él era muy hábil para eludir las respuestas, a veces con un gesto o una frase intrascendente cambiaba la conversación.

Esa primera cita fue el inicio de otras. De los cafés pasaron a ir al cine juntos (nunca una película norteamericana por la anglofobia de Marcos) o al teatro. A ella le encantaba, se sentía como renacer, como volver a vivir los años de noviazgo con su esposo: Mili a los cincuenta y tres vivía una segunda juventud, con toda la ilusión y el candor que ello significa.

Se veían por lo menos una vez a la semana, a veces en algún hostal discreto de Lince que fue su refugio el tiempo que duró el romance, luego él se iba y no regresaba por varios días (decía que se iba de viaje por venta de enciclopedias para colegios de provincias), pero siempre se comunicaban por el chat o el correo electrónico, y era infaltable su presencia por las noches en los debates virtuales de los foros, así que Mili no notaba la ausencia. Pero esta vez sí la sintió realmente. Tres días eran bastante para ella. Recordó que la última vez que lo vio cara a cara fue hace una semana. Marcos le había preguntado sin querer, como quien pregunta la hora, sobre los horarios y rutas que tomaba su esposo para ir a la fábrica. Ella, ingenua como siempre, no se imaginó ni por asomo porqué le preguntaba eso hasta que antes de apagar el computador, luego de una noche vacía más sin su presencia en entretenidos.com, sonó el teléfono y escuchó la voz temblorosa y entrecortada de Pepe: había sido secuestrado por un grupo que se decía del MRTA y le pedían como rescate por su vida un cuarto de millón de dólares. Recién allí Mili perdió su ingenuidad.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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