Friday, July 27, 2007

A UN AÑO DEL SEGUNDO GOBIERNO DE ALAN GARCÍA

En nuestro artículo Los cien días de Alan publicado el 5 de Noviembre del 2006 decíamos que “…todo parece indicar que vamos hacia un tranquilo gobierno de centro-derecha. Lo cual se corrobora con el concurso de varios neoliberales en el actual gobierno aprista…”.

Es que ese rumbo centro derechista del segundo gobierno de AGP se debe tanto a haber logrado la presidencia gracias a los votos conservadores de Unidad Nacional (de allí que nombrara a varios connotados dirigentes de esa agrupación política en cargos clave del gobierno), como también a querer borrar de la memoria colectiva el “mal recuerdo” de su primer gobierno. Por ello dejó en el desván del olvido sus poses populistas del quinquenio anterior y se puso el ropaje de estadista mesurado y hasta un poco conservador, ropaje que por cierto han usado también otros presidentes de izquierda como Lula en Brasil, Tabaré Vásquez en Uruguay, y los socialistas chilenos pos Pinochet; decidiendo gobernar con medidas efectistas de corto alcance y bajo costo político, esperando el tanque de oxígeno que le daría el TLC para el largo plazo.

Sin embargo, el problema se ha agravado, lo cual se reflejó en las protestas del mes de Julio, ya que el haber ganado con los votos de Unidad Nacional no quita el compromiso de inclusión social pendiente para millones de peruanos que se encuentran en la extrema pobreza y que geográficamente están al sur. Que el “cuco” de Humala se hubiese desvanecido y no haya podido articular una oposición coherente desde la izquierda (el último intento por subirse a la cresta de la ola fue el de las marchas y paros de protesta del mes de Julio) no quita que se olvide del compromiso de la inclusión social para muchos connacionales; a no ser que se esté jugando a un maquiavélico plan para que el 2011 gané un outsider y Alan poder aparecer al quinquenio siguiente como el gran salvador de la patria. En el caso de la megalomanía de AGP (le gusta que dentro del APRA le digan Zeus o Titán) todo es probable, hasta incendiar la pradera y luego aparecer como el bombero (que un poco es lo que quiso hacer en el 90 con Fujimori, pero el tiro le salió al revés).
Porque el camino está siendo abonado para que un outsider radical gane los comicios el 2011, sea Ollanta u otro más radical.

Por otro lado, el “paquete” de modificatorias penales de tipo represivo y algunas hasta inconstitucionales como reacción al sacudón de los paros y protestas del mes de Julio apunta a eso. Más es un signo de incomodidad y hasta de irritación que de cimentar el principio de autoridad mirando las cosas serenamente.

Precisamente es en las regiones donde comienzan los procesos de protestas sociales, unas veces fomentados por pequeños sectores de la izquierda que tratan de aprovechar los conflictos, y otras porque la gente del interior se ha cansado de esperar a que llegue el “chorreo”, problema que surge en situaciones de abundancia, cuando hay torta y es grande, pero el cuchillo no tiene filo o la porción cortada es muy pequeña. Y si bien el problema es administrativo (eficacia del Estado), más es político o de voluntad política.

Y a pesar de todo el gobierno se mantiene –con apenas rasguños- estable, no solo por la doble base en que se asienta –los grupos de poder económico y el poder militar-, sino porque las protestas que se producen son focos aislados, no concertadas, por lo que su desactivación es relativamente fácil. El guión es el mismo: va el primer ministro, dialoga con los levantados, firman un acta de entendimiento y cesan las hostilizaciones y tomas de carretera.

De existir una orquestación “humalo-izquierdista” a nivel nacional sería imposible la desactivación de los conflictos regionales, pero al actuar por demandas aisladas y no unificadas en una plataforma común es bastante limitado su accionar; por eso la debilidad de los movimientos populares actuales, a diferencia de los suscitados treinta años atrás, como el glorioso paro de aquel ya lejano 17 de Julio de 1977 (cuya celebración pasó más o menos desapercibida).

Pero hay un detalle que es importante rescatar. Pese a las dificultades y a los intereses encontrados, mal que bien el diálogo se impone. Lo que antes se resolvía por la fuerza o a balas, ahora es hablando, elemento esencial en una democracia. Quizás los años de autoritarismo, violencia terrorista y desgobierno no han caído en saco roto. Ojalá.

Veamos que pasa en la escena oficial. Con el olfato político de AGP todo es posible, hasta que cambie de rumbo y vaya un poco más a la izquierda; pero con reformas que están en la lista de espera y no con medidas efectistas como quiso hacer en los primeros meses de su gobierno para ganar tiempo. De no ejecutarse oportunamente algunas reformas (sobretodo las de carácter social o inclusivas), la situación podría ser ingobernable para lo que resta de su mandato.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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