Thursday, September 06, 2007

CUANDO LA PACIENCIA SE AGOTA: LAS MANIFESTACIONES EN EL CHILE SOCIALISTA

A Michelle Bachelet le ha tocado lidiar con el pasivo de la concertación luego de más de quince años de tranquilidad y paz en Chile. Aparentemente estábamos ya ante el modelo redistributivo más exitoso de la región, hasta que asomó primero las protestas de los escolares, luego las que vinieron por el Trasantiago que no funcionaba bien, y ahora una protesta de varias centrales y federaciones sindicales, entre ellas la todopoderosa CUT (suerte de CGTP mapocha).

La protesta obedece a la distribución de la riqueza. Desde que en Chile se cimentó el modelo de economía de mercado, las desigualdades entre ricos y pobres comenzaron a ser cada vez mayores, lo que ha traído como consecuencia la insatisfacción natural de los de abajo. Cuando el modelo trae desigualdades, como es el aplicado en Chile, el Estado debe encargarse de corregirlas, y eso solo se logra vía tributos (aplicando más impuestos al que más gana) y distribuyendo ese dinero en sectores claves como educación, salud y fomentando el empleo. Y, si bien la salud y la educación se encuentran en mejor posición que las nuestras, sin embargo el campanazo de las protestas últimas se traduce en que es necesario mayor profundización de las políticas redistributivas, mejor calidad de vida y mejores sueldos para los trabajadores.

No hay fórmula mágica. Dentro del esquema económico actual (que el Perú también lo sigue) la distribución le compete al Estado, el mercado por su propia naturaleza no es distribuidor, así que el primero debe tener una política más agresiva para llegar a los que menos tienen.

Ojalá que las protestas contra el gobierno de la concertación no sea el fin de esta. Resultaría una paradoja que el siguiente gobierno fuese de derecha y que las fuerzas organizadas del trabajo hayan contribuido a su final. Sería una ironía de la historia. Por el momento, parece que las protestas solo buscan llamar la atención para una mejor y más amplia redistribución. El gobierno socialista chileno deberá satisfacer las demandas, caso contrario podría estar cavando su propio final, y si fracasa, no sería el fracaso en un solo país, sino en el hemisferio, en esa lucha (no declarada expresamente) con las fuerzas de la reacción que encarna Hugo Chávez y sus seguidores. Sería darles la excusa de que el “modelo” de ellos “sí funciona” y que “el socialismo del siglo XXI” es la panacea de todos los males y no lo que es en verdad: una versión pasada de nacionalismo indigesto y trasnochado, con toques de “socialismo cubano”. Ese es el reto que tiene la concertación chilena y de todos aquellos que no creemos ni en la dictadura chavista ni en la dictadura del mercado.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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