Saturday, October 20, 2007

LA ETERNA DERROTA DEL FÚTBOL PERUANO

El miasma, la estolidez, la mediocridad, la ineptitud, en pocas palabras, el fin de las ilusiones perdidas, representa la derrota de la selección peruana, 2-0, frente a un Chile que no tuvo que hacer mayor esfuerzo para vencer. Son las 32 batallas perdidas del fútbol peruano. Hundieron al Huáscar de nuevo, esta vez perpetrado por la dirigencia de Burga y la mediocridad entronizada en la Federación Peruana de Fútbol. Significa el triste final de una balada que sepulta la ilusión (si alguien la tuvo) de ir a un Mundial luego de cerca de treinta años.

Existe toda una generación que frisa la treintena sin conocer lo que es una selección de fútbol peruana en un mundial. Y, tal como están las cosas, es poco probable que en vida vean alguna jugando con arte y maestría en campos foráneos. Deberán contentarse con los viejos videos del mundial México 70 y “los goles de Cubillas”. Vivir del pasado, por que el presente y menos el futuro tienen alguna esperanza. Significa la frustración perpetua que acompaña a la hinchada peruana por tres décadas consecutivas. Y significa también que seguiremos viviendo los rancios mendrugos a los que nos tienen acostumbrados Burga y sus secuaces, autotitulados “dirigentes del fútbol peruano”.

Nadie quiere un cambio. Ni los futbolistas que viven de las argollas y compadrazgos, cumpliendo apenas, con la ayuda de un balón de oxígeno, para seguir jugando los noventa minutos reglamentarios (Maestri ya se va a jubilar por la ONP). Menos los que están arriba manejando los hilos de las marionetas, ni tampoco los periodistas “mermeleros”, sostenedores de los de arriba, oliendo contentos sus efluvios corporales más penetrantes a cambio de un “sencillo” y de algunas prebendas como viajecitos pagados acompañados de una anfitriona “amigable” o publicidad engañosa para el medio donde exuda sus venalidades.

El problema no es de entrenadores o de jugadores como generalmente se piensa. Ellos son apenas la punta del iceberg de la mediocridad y estulticia. El problema es estructural y requiere una reforma radical, de raíz y sin anestesia. Ya no me extrañan las expresiones de ciertos “expertos” en el fútbol que temerosos, casi asustadizos, aconsejan la protección de Burga y compañía, que las sanciones de la FIFA serán severas de tocarle apenas un pelo, que hay que continuar así nomás, que se va a hacer, el destino lo quiso. Si pues, es como sostener que a un gangrenoso no se le ampute la pierna porque puede quedar cojo. Mientras Burga y su gavilla sigan medrando de la Federación difícil que las cosas cambien. Más bien seguirán cambiando entrenadores para aparentar un cambio. Cuando el Chemo esté “quemado” frente a tantas derrotas lo reemplazarán como hicieron con Uribe (el pobre hasta ahora no se explica porqué lo sacaron si bailaba tan bien). Y después vendrá otro, de repente un extranjero que prometa el sueño de la clasificación (“vale la pena soñar”), y como unos mentecatos le creeremos a la pandilla que se dice dirigentes y así ad infinitum, hasta la náusea y el último vómito. Son los “entrenadores-fusibles”, una vez quemados, se les descarta como papel higiénico usado por Burga y su banda, colocando un nuevo rollo en el w.c. como si nada hubiera pasado. Es el gatopardismo llevado al fútbol peruano: las cosas deben cambiar para que sigan igual.

Y mientras no se den los cambios urgentes que demanda el fútbol nacional, mientras no se airee la Federación Peruana y se deje de lado el clientelismo mediocre y se mire a lo alto, al largo plazo antes que medrar con los pases de los jugadores y las prebendas de la argolla, las posibilidades para el fútbol peruano seguirán muertas y mejor sería colocar en la FPF la advertencia de Dante a la entrada del infierno: “el que entre aquí pierda toda esperanza”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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