Tuesday, December 11, 2007

CASABLANCA

¿Qué es un clásico? Es una obra de arte que gusta por igual a generaciones de distintas épocas y de distintos lugares. En otras palabras, se mantiene vigente a pesar del tiempo o gracias a él. Un clásico no necesariamente es una obra perfecta. El Quijote no lo es. Casablanca tampoco. Menos es clásico lo que la crítica determine –que generalmente se equivoca al valorar una obra de arte, Vallejo dixit-; aunque si ayuda mucho que un grupo de personas o una institución comiencen a reivindicar a un autor, a una obra en especial o a una corriente. Pero, al final, es determinante el favor del público. Que la tenga dentro de su imaginario. La aceptación de este a pesar que no la lea o la vea (El Quijote de nuevo), pero sobretodo que pueda pasar la valla del tiempo, el supremo juez, que en definitiva, determina qué obra se mantiene en la memoria de los hombres y cuál se olvida como una sonrisa fugaz.

Este año se cumplen los 65 del estreno de Casablanca. Y como todo clásico, los involucrados en la realización jamás pensaron que se iba a consagrar como uno de los filmes más recordados en la historia del cine. Dicho sea de paso, cuando Cervantes escribió El Quijote jamás pensó, ni por asomo, que sería la obra que lo haría entrar al salón de la inmortalidad. La escribió para ganarse unas pesetas, que siempre andaba urgido de dinero. Casablanca fue producida como un filme patriótico y de propaganda anti-nazi. Estábamos en plena segunda guerra mundial y la Comisión que daba el visto bueno a las producciones de Hollywood (aunque usted no lo crea existía una –digamos- “comisión de censura” en pleno Estados Unidos) le gustó el trasfondo de libertad y resistencia contra el nazismo que contenía el guión, así que una vez aprobado el proyecto, la rodaron en poco más de dos meses.

Lo interesante de la producción no es solo la trama principal, sostenida en las interpretaciones de Ingrid Bergman y Humphrey Bogart (que al parecer no se llevaron muy bien durante el rodaje), sino las historias secundarias que nutren a la principal, así como las sólidas actuaciones tanto de protagónicos como los de reparto. Ese sabor a “autenticidad” que se siente en las actuaciones se debió a que los actores provenían de distintos países, como sucede con los personajes de la cosmopolita Casablanca. No solo eran norteamericanos. La Bergman era nórdica, los que fungen de oficiales y soldados alemanes, así como los policías y ciudadanos franceses, eran actores de dichas nacionalidades que huían del nazismo. El propio realizador, Michael Curtiz, provenía de Europa central. Visto desde el reparto, Casablanca fue un filme internacional.

La coherencia del guión merece mención aparte, debido a que fue escrito y reescrito innumerables veces, e incluso variado en pleno rodaje. Todo el mundo “le metió mano”. El propio director reescribió escenas enteras conforme iba filmando. En alguna versión el largo flash-back del romance de Ilsa y Rick en París fue suprimido, luego repuesto de nuevo. Muchas frases que han pasado a la historia se escribieron sobre la marcha, e incluso la célebre frase final con que termina la película "Louis, creo que este es el principio de una gran amistad" ("Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship") se le ocurrió a uno de los productores cuando el rodaje ya había terminado, por lo que llamaron de nuevo a Bogart para su interpretación. Broche de oro maestro. Felizmente no pudieron realizar otra escena, también escrita posteriormente, donde se terminaba no en el conocido final, sino con el desembarco de los aliados en África del Norte. De haber sucedido, solo sería recordado como un filme panfletario y no habría causado esa emoción que produce la bella frase de Bogart cerrando la escena al compás de la Marsellesa. Y, hablando de música, es célebre también el tema musical al piano “As Time Goes By”, melancólico y triste, como el amor ido entre los dos protagonistas.

Casablanca iría apreciándose con el transcurso del tiempo. Como los vinos, que se van decantando y sintiendo su sabor conforme se vuelven más añejos por la prescripción de los años. Terminada la segunda guerra, medio que quedó olvidada, era una más de las películas de aliento patriótico, sin embargo se iría abriendo camino y cobrando importancia la historia de amor más que la de guerra. El desprendimiento del gran amor de su vida que hace Bogart pasará a la historia como una muestra de desinterés, o mejor dicho, de un interés más alto que los egoístas de tener junto al ser amado. Se superponía así los valores supremos de lucha por la libertad que el personaje de Rick mantiene pese a una careta de cinismo con que oculta su dolor, al de sus intereses netamente personales. Ese “mensaje” caló en el público y creo que por eso hasta ahora gusta. El amor verdadero significa desprendimiento, entregar antes que recibir.

Ahora, 65 años después, Casablanca se mantiene tan fresca y lozana como el día de su estreno. Se ha convertido en un clásico y con honores.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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