Monday, January 14, 2008

SECESIÓN EN BOLIVIA

La creación artificial del estado boliviano por Simón Bolívar obedeció a una estrategia geopolítica: se debía contrarrestar el poderío del otrora poderoso virreinato del Perú desmembrando parte de su territorio, a fin que nunca más se levanten las ambiciones coloniales. Para cumplirlo pensó como político, superponiendo los intereses de la Gran Colombia y su proyecto de una sola América a los intereses peruanos, quienes –especialmente los criollos- habían demostrado una “tibieza” en la gesta emancipadora. Así Bolivia nació como un estado artificial, carente de pasado, desmembrado de sus antiguas raíces. No es casual que los distintos gobiernos mayormente hayan sido militares, y la precariedad en sostenerse parte de su endeble institucionalidad política, casi siempre obedeciendo a los grupos de poder económico y a mantener las prebendas de una oligarquía, que como la peruana, fue incapaz de transformarse en clase dirigente.
El golpe de gracia fue la guerra del Pacífico, cuando Bolivia pierde su mar y se convierte en un país mediterráneo. Si para nosotros la guerra fue un trauma, para los bolivianos fue una amputación sin anestesia. Como nación nunca más se levantó.

Al cuadro descrito se debe agregar las diferencias étnicas y regionales principalmente entre dos grupos muy distintos: los cambas y los collas (existen otros grupos étnicos, pero los en pugna son principalmente estos dos). Los primeros, habitantes de la selva boliviana; los segundos, del altiplano. Esas diferencias étnicas y regionales se han visto agravadas por el recurso del gas, encontrado en territorio camba. Los cuatro departamentos reclamantes de autonomía (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando) concentran las dos terceras partes de la riqueza nacional. Es decir, la separación aspirada es más económica que política, queriendo administrar los cambas sus propios recursos naturales, aunque el detonante haya sido la Constitución boliviana que Evo Morales (colla) pretende imponer al margen de los otros grupos políticos, constitución similar al modelo “refundacional” de su mentor, Hugo Chávez.

Es cierto que las ambiciones autonómicas de los cruceños (principal motor del separatismo) obedece a su relego del poder central. Mientras convivieron y usufructuaron del mismo las tensiones étnicas y regionales se mantuvieron controladas y la vocación autonomista no se manifestó tan abiertamente. Es con el gobierno de Evo Morales y sus medidas de tintes socializantes que los departamentos del oriente boliviano marcan distancias del poder central, en una relación bastante tensa con el ejecutivo.

Es probable que Evo halla querido explorar caminos de solución antes que de imposición, en el tiempo de residente en Palacio Quemado ha demostrado “muñeca política”, superior a la de Chávez, pero el proyecto “refundacional” de su grupo político y las necesidades de no quedarse rezagado frente a otros líderes collas más radicales que él (como Felipe Quispe, “El Mallku”) ha precipitado un desenlace “forzoso” abriendo el camino a la secesión. Los cambas saben muy bien que el gas es su arma tanto para negociar políticamente con Evo Morales, como para solicitar su reconocimiento oficial de estado autónomo ante la comunidad internacional (principalmente de sus vecinos Brasil, Argentina y Chile, todos ellos necesitados del gas boliviano). Si Evo opta por la solución militar (o los separatistas al golpe de estado), la guerra fratricida se desata con consecuencias políticas para la región. Si negocia (lo más probable, considerando su actuar político) y se ponen de acuerdo en una suerte de “estados autónomos” dentro del estado boliviano es probable que la secesión no se produzca, aunque continúe como una alternativa latente. Lo primero, en todo caso será la lucha política mediante los sucesivos referendos que se producirán durante el año 2008: el de revocatoria del mandato presidencial, el de aprobación de la Constitución “refundacional” promovida por el partido en el gobierno, o de los estatutos autonómicos promovidos por los separatistas. De no encontrar ambos bandos una solución política negociada, la salida violenta tendrá más probabilidades, lo cual se puede agravar con la intervención directa de Hugo Chávez y los “bolivarianos”, como tantas veces ha amenazado.

A nosotros también nos afectaría una eventual separación violenta en Bolivia. De producirse la secesión sangrienta, muchos collas se instalarán en el altiplano peruano, refugiados a los que será difícil cerrar la frontera, bastante porosa entre ambos países, aparte que no sería humanitario. Lo positivo es la venida de muchos inversionistas bolivianos a nuestro país, atraídos por su estabilidad económica, seguridad jurídica y los tratados comerciales que estamos suscribiendo. Es la ventaja comparativa en un escenario de guerra. (Ya algunos empresarios altiplánicos, ante el fin inminente del ATPDEA para Bolivia y las medidas políticas de Evo Morales, están haciendo maletas para “cruzar el lago”).

En caso de una conflagración interna, por la cercanía de nuestro territorio, puede conllevar un encarecimiento de precios por escasez y especulación de alimentos, desajustando los índices macroeconómicos; amén del proselitismo político a favor de Evo Morales y contra “la derecha oligárquica” que soliviantarán las casas del ALBA afincadas al sur del país. Pero, sobretodo, lo más preocupante es la puesta al día del discurso recurrente de la creación de un estado aymara con las poblaciones étnicas a ambos lados de la frontera: tienen un mismo origen, lengua, costumbres, tradiciones y no se sienten extraños frente a la división política que los criollos hicieron de un territorio milenario. La idea no es tan descabellada, y en estos tiempos de escisiones territoriales para la creación de nuevos estados, bastante factible.

Ojalá no se produzca una guerra fratricida para solucionar un problema económico y político, lo ideal sería resolverlo por la autodeterminación de los pueblos (referéndum, y seamos realistas, incluso también si alguna vez los aymaras peruanos deciden unirse libremente a los aymaras bolivianos para crear un nuevo estado), pero no siempre es posible, y allí está el ejemplo de Yugoslavia, que, salvando las distancias, tiene mucho de la historia de Bolivia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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