Thursday, March 06, 2008

COLOMBIA Y LAS FARC

Irónicamente los tres países involucrados en el incidente de las FARC pertenecieron al sueño bolivariano de la “gran Colombia” y entre ellos comparten no solo una misma bandera, sino un intenso intercambio comercial y sus ciudadanos transitan más o menos en forma fluida. Es como si entre nosotros, al gobierno peruano o al gobierno boliviano, se le ocurriera cerrar la frontera y movilizar algunos contingentes armados a la zona sur: sería inconcebible.

Si bien no creo “la sangre llegue al río” y más allá de las bravuconadas de Hugo Chávez (que interesadamente se ha metido al lío) o los desgarres de vestiduras de Rafael Correa o las denuncias presentadas ante la OEA, el estado de las cosas volverá a la calma en los próximos días; pero, es útil sacar algunas reflexiones políticas al respecto, que saltan por evidentes, pero que han sido confirmadas gracias al “affaire” fronterizo.

En primer lugar que Hugo Chávez ha pactado expresa o tácitamente convenios de reciprocidad en caso de agresión con los gobiernos que le son afines: Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba. Gracias a la afinidad que guardan con el “proyecto bolivariano” estamos ante un eje financiado por Caracas y cuya finalidad es expandir proyectos similares en otras áreas de la región.

Asimismo, Hugo Chávez necesitaba un conflicto regional de esa magnitud a fin de cohesionar políticamente el frente interno. Luego de salir mal parado en el referéndum promovido en Diciembre pasado, necesitaba un hecho que le permita mantener su liderazgo sin cuestionamiento, y un pretexto regional es un buen motivo. No hay nada que mueva más a la unión de un pueblo que la posible agresión de un enemigo común; aunque si exagera le puede salir muy caro, debido a que los ciudadanos venezolanos no se van a “comprar” un pleito ajeno.

De igual modo, Álvaro Uribe en el frente interno colombiano necesitaba una acción audaz y efectiva que le permita obtener réditos políticos. Se habla insistentemente de una segunda reelección o por lo menos de un sucesor cercano a él. Qué mejor que demostrando, como en sus primeros años, “mano dura” contra las FARC, eliminando al segundo en la línea de mando, no importa si al precio de ocasionar un incidente internacional. El “efecto político” es más importante que el militar, ya que es poco probable que la eliminación del número dos afecte seriamente a las FARC. Y de paso, “elimina” las posibilidades de una negociación para la liberación de los rehenes, principalmente de Ingrid Betancourt, la única que podría competir con él por la presidencia, en caso de ser liberada. Cautiva Betancourt no tendría un oponente de peso, sea que intente Uribe un tercer mandato o ponga algún sucesor cercano.

Otra lección que se puede obtener es que el conflicto colombiano no puede circunscribirse solo a ese país, al haberse irradiado el mismo a los países vecinos de la región, donde incluso las FARC cuentan con las simpatías de algunos gobiernos; demostrando el incidente que cuando se trata de acciones contra grupos terroristas y/o guerrilleros no existen fronteras ni nacionalidades. Tanto de los insurgentes como de las fuerzas del orden, similar a lo que sucede en otras partes del mundo, donde el problema focalizado inicialmente en un solo lugar, “se irradia” a los otros países, sea por contar con simpatías ideológicas o políticas, o porque la persecución a los grupos armadas debe efectuarse violando la soberanía nacional de los países que los acogen.

Pero el incidente no solo traería la presencia de Chávez en un eventual conflicto armado, sino la intervención directa o por lo menos acompañado en una fuerza “multinacional” de los Estados Unidos. Uribe es un aliado que no se puede dar el lujo de perder y si existe beligerancia del vecino de al lado, Chávez puede salir perdiendo, por eso no creo que más allá de las bravuconadas del “bolivariano” o de algún incidente aislado en la frontera, las cosas no lleguen a mayores.

En el contexto geopolítico sudamericano existen claramente dos grupos de países con fines y estructuras económicas distintas: los de la costa del pacífico conformado por Chile, Perú y Colombia, con economías abiertas, TLC firmados en el caso de los dos primeros y uno por firmarse en el caso del tercero, con estados de derecho que van funcionando o intentando funcionar adecuadamente, y vigilancia –matizada seriamente en el caso colombiano- de los derechos humanos acompañado de libertades políticas; y los conformados por Venezuela, Ecuador, Bolivia y con la simpatía de Argentina -país que ya perdió la hegemonía de antaño-, donde se “vive” un “socialismo del siglo XXI”, economías controlistas, aversión a los tratados con los Estados Unidos, y privilegio de una retórica nacionalista, aunque en los hechos las desigualdades de clase y problemas de carestía recaigan sobre los sectores menos favorecidos. Y, en el medio, Brasil, actuando como una suerte de árbitro y afianzando un liderazgo regional. En ese nuevo contexto, la Comunidad Andina de Naciones ha quedado sino sepultada por lo menos relegada en importancia y difícilmente se recuperará en los próximos años, por lo menos no en esta nueva coyuntura.

Es en este nuevo contexto geopolítico que se produce el incidente de las FARC en territorio ecuatoriano. De haber sido distinto, más allá de las disculpas protocolares y de recordar que somos países “hermanos” no habría sucedido nada más; pero el contexto y los actores de la actual hora han buscado de uno u otro lado sacar ventajas de un incidente que más allá de la violación flagrante de la soberanía de un país no debió crecer a la dimensión que estamos presenciando. En el affaire suscitado no hay santos ni demonios, no hay buenos o malos como se quiere hacer aparecer interesadamente, solo actores políticos tratando de obtener la mayor ventaja que el incidente pueda dar.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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