Tuesday, September 09, 2008

A CINCO AÑOS DEL INFORME DE LA COMISIÓN DE LA VERDAD

Quizás por el clima “más económico” que vivimos en la actualidad, medio que ha pasado desapercibido para la gran mayoría el quinto aniversario de la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación –CVR- sobre los trágicos sucesos acaecidos en la década del ochenta. Actualmente más nos preocupan la inflación, el crecimiento económico y “el chorreo”, o la crisis energética, que recordar un hecho trascendente e inusual en nuestra historia: se nombraba una comisión que debería recopilar toda la información que pudiese de los doce o trece años de violencia terrorista, seguido de conclusiones y sugerencias. La idea era que no se repita nunca más un hecho tan desgarrador.

Pero, como que la pesadilla que significó la década del terror es mejor olvidarla o relegarla a un segundo plano, lo cual es natural cuando se han vivido hechos demasiados duros (sin mencionar a los nacidos en la década del noventa, para los que solamente es historia de textos escolares lo que vivimos en carne viva los adultos). El olvido alivia. Eso está pasando ahora, prefiriendo sumirnos en una furia consumista que recordar hechos dolorosos del pasado. Aunque más bien la pregunta es si fue útil el informe final que emitió la CVR.

Más allá de la exactitud o no en las cifras de muertos y desaparecidos –bastante cuestionable por cierto, dada la metodología que usó para el cálculo- o de los intentos de ciertos sectores políticos de convertir “en dogma de fe” las conclusiones del informe, creo que sí fue útil porque permitió “exorcizar” un trauma de la sociedad peruana que no había sido resuelto en los años 90 cuando fueron capturados los principales líderes terroristas y desarticulados Sendero Luminoso y el MRTA. En ese sentido fue útil y necesario. Permitió librarnos de ciertos fantasmas del pasado. Ese proceso en el cual las víctimas de la violencia exponían en audiencias públicas, en una suerte de catarsis colectiva, los padecimientos de la locura terrorista, coadyuvando para “sacar afuera” tanta ira y dolor acumulado.
¿Qué falta por hacer? Falta mucho, sobretodo reforzar instituciones, pero quienes vivimos y padecimos la demencia terrorista y la insania de un estado que usó las mismas armas que sus oponentes; y que en paralelo sufrimos la crisis económica e hiperinflación en la década del ochenta, dándonos la sensación que en cualquier momento desaparecíamos como país, sabemos que esos “fantasmas” no están muertos sino apenas agazapados y que al menor descuido pueden saltar de nuevo. Por eso, debemos recordar esos hechos por más amargos y dolorosos que sean. Para que la historia no se repita y podamos decir con toda fuerza y seguridad: “¡Nunca más¡”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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