Tuesday, September 23, 2008

TORMENTA TROPICAL EN CUBA

Quizás un desastre natural sea la forma más apropiada de conocer si un gobierno tiene reflejos rápidos para socorrer a la población o se ve enmarañado en trabas burocráticas, políticas inadecuadas o sencillamente torpeza administrativa. “Es el momento de prueba” donde no valen ensayos ni excusas ex post.
Los recientes huracanes Ike y Gustav han asolado Cuba y puesto en jaque al gobierno de Raúl Castro. No solo porque la ayuda no está llegando oportunamente, sino porque el propio gobierno cubano está poniendo trabas a la ayuda extranjera, politizando un asunto que debe ser lo más práctico posible.
Deng Xiaoping (el gestor del modelo de “socialismo de mercado” en el cual Raúl Castro se inspira) decía que no importa de qué color sea el gato con tal que cace a los ratones. No importa si la ayuda viene de Estados Unidos (donde existe una gran cantidad de migrantes e hijos de migrantes cubanos), la Unión Europea o la Venezuela chavista. No se puede seleccionar la ayuda en momentos tan cruciales.

Según cuenta Yoani Sanchez en su blog, la ayuda del gobierno no está llegando oportunamente a los damnificados y más por inoperancia de aquel, a quien los huracanes han cogido con los pantalones abajo. Mercados desabastecidos, carencia de luz y agua por varios días, subida de precios oficiales y una cada vez mayor presencia de un mercado paralelo donde se encuentra de todo pero a precios astronómicos y solo para quien cuente con dólares gringos, la moneda del imperio. Los huracanes Ike y Gustav también influirán sobre la tímida reforma de Raúl Castro que se verá sino detenida por lo menos obstaculizada en los próximos meses. La recuperación va a ser lenta y dudo mucho que Hugo Chávez pueda poner todos los millones que son necesarios con un precio del barril de petróleo a la baja.

Eso no quita el maquiavelismo político del gobierno norteamericano, que en vísperas de elecciones presidenciales no ha querido suspender temporalmente el embargo hacia Cuba, a fin que ciudadanos e instituciones norteamericanas ayuden directamente a la isla. Tampoco quita que nosotros, los latinoamericanos y en especial los peruanos, ayudemos a Cuba. Más allá de las diferencias ideológicas, son seres humanos, algo que se olvida frecuentemente en las disputas políticas y en los cálculos del poder; y, también debemos recordar que Cuba nos socorrió sin pedir nada a cambio en el terremoto de 1970, así como en el sismo del año pasado que azoló el sur del país. La solidaridad del pueblo cubano no se hizo esperar y es hora de retribuirla. Por eso llama la atención que el gobierno no haya dispuesto las vías adecuadas para canalizar la ayuda del pueblo peruano, que estoy seguro no vacilará en aportar su óbolo, por más pequeño que pueda parecer.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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