Wednesday, September 03, 2008

UN PERRO POR CASA: CONTROL DEMOGRÁFICO CANINO EN JESUS MARÍA

Hay normas que se caracterizan por ser absurdas y lindar hasta con lo risible como la ordenanza del alcalde del distrito de Jesús María que limita el número de canes por casa.

¿Se cumplirá? Evidentemente que no. Es imposible que se lleve un monitoreo de la norma sea por el principio de inviolabilidad del domicilio, que no puede ser forzado por ningún funcionario municipal (no podría ingresar a un domicilio particular sin mandato judicial) y por la propia logística de la comuna distrital, que dudo tenga una cantidad suficiente de inspectores o policías municipales que verifiquen el cumplimiento estricto de la norma. Es como querer controlar gatos, loros, cuyes o hámsters. Imposible.

Pero, la ordenanza en cuestión permite reflexionar sobre la utilidad o no de las normas que se emiten desde las de más alta jerarquía hasta las más humildes ordenanzas. Si comenzamos a numerar la cantidad de leyes que se promulgan y el nulo cumplimiento de las mismas, no solo dice de un ciudadano que todavía es indócil al acatamiento de dispositivos legales (el peruano, obvio, todavía no es un ciudadano suizo) sino de la escasa correspondencia entre norma legal y realidad social.

Si se tomaran un poquito de tiempo en reflexionar sobre ese punto difícilmente se promulgaría tanto disparate como el del control canino (que ya el propio alcalde ha tenido que retroceder insinuando un reglamento de la ordenanza “más suave”). Aunque también tiene que ver con el escaso ejercicio democrático de quienes detentan el poder por representación. Casi todas estas normas son inconsultas con el ciudadano, quien se ve sorprendido con la publicación de una ordenanza o de una ley que ni le va ni le viene y a veces hasta entorpece su vida. Cuando leo la opinión de especialistas sobre la variopinta infinidad de reglamentos promulgados (sea en el gobierno central, los gobiernos regionales o los gobiernos locales) que en vez de ayudar perjudican al ciudadano, muchas veces porque a un oscuro burócrata “se le ocurrió” (en el cauce de la buena fe) o algún funcionario que dentro de la estructura del estado busca beneficiarse directa o indirectamente con la norma publicada (en el cauce de la mala fe), pienso que los anarquistas tenían razón al sostener que cuanto haya menos estado, mejor. Unas cuantas normas sencillas y bien hechas bastarían en vez de tan oscuro y frondoso andamiaje legal que muchas veces trata de encubrir fines no muy santos o a veces ridículos como la ordenanza contra los pobres canes de Jesús María.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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