Tuesday, November 11, 2008

SE PROPONE DESMITIFICAR CUENTOS DE HADAS

En un reciente congreso de la Sociedad Europea de Cuentos de Hadas, un ponente, Wilhelm Solms, propuso desmitificar los finales felices de los cuentos de hadas, por poco realistas. No, no es broma.

A primera vista la propuesta puede chocar, total, el género humano también vive de fantasías y el “vivieron felices por siempre” como que otorga un consuelo frente a las miserias, desdichas y mezquindades de la vida humana. Un sustituto efectivo de ese bálsamo contra las frustraciones de la vida diaria lo constituyen las telenovelas, género vilipendiado por cierta intelectualidad como “alienante”, pero cuya sintonía es alta no solo en América Latina, sino también en Europa y Estados Unidos.

Pero, ello no quita que la propuesta del prominente germanista (alemán tenía que ser) tenga algo de razón en el sentido de desmitificar la ideología que se ha tejido en torno al tema del amor, con ideas que no tienen sustento en la vida cotidiana y que han causado tantos quebraderos de cabeza y de corazones rotos en todas partes del mundo.

El primer mito es “el vivieron felices para siempre”. Quienes tengan algo de experiencia en las cosas del amor sabrán que tarde o temprano el amor se acaba, que sufre crisis a veces insuperables, y más que un fin, es un proceso, un devenir, que debe estar en constante movimiento y alimentación a fin que no muera o se deteriore. Amor que se estanca, amor que muere.

Otro mito es el encontrar la pareja de tus sueños, la ansiada “media naranja”, nuestro amor a primera vista, incluso cuando el ser amado está con los ojos bien cerrados (las ventanas del alma) como la Bella Durmiente, lo que se aplica también a los amores por internet que son bastante frecuentes entre los jóvenes (y en los no tan jóvenes). Se tiene la ilusión de haber encontrado al hombre o a la mujer ideal por haber “chateado” varios días o semanas seguidas, e incluso haber tenido “sexo virtual” a través de la cámara web. Falso de toda falsedad. La relación de pareja se construye en el día a día. Todavía no ha podido ser sustituido el trato regular y frecuente “en el mundo real”. Como dice el viejo adagio “una cosa es con guitarra y otra con cajón” y mientras usted no toque, huela y sienta a su pareja, difícilmente la conocerá, más allá de las acarameladas frases del chat.

Igual sucede con los intereses en común de la pareja vistos en un proyecto a construir a futuro. O, en otras palabras, de ver la relación como una sociedad a largo plazo. Nuestros abuelos no estaban del todo equivocados cuando consideraban el matrimonio como un contrato con obligaciones y derechos, donde incluso quedaban estipulados unos y otros en un documento, por escrito, para que no se olviden las partes, y si es necesario, con la solemnidad de la protocolización notarial. Muchas parejas se casan idealizando la relación, pensando que “el solo amor” ayudará a sacar adelante el matrimonio o la convivencia. Igualmente falso.
Sin llegar a tanto formalismo, el considerar al matrimonio como un conjunto de derechos y obligaciones en la construcción de un proyecto a largo plazo, es tan cierto como puede suceder al momento de constituir un grupo de personas una sociedad anónima, con la diferencia que el contrato matrimonial es una confluencia de intereses patrimoniales y extra-patrimoniales de todo tipo, incluyendo hasta los sicológicos; así que si está pensando en formalizar alguna relación vaya preparando su contratito con todos los aspectos necesarios, no solo el económico, que es muy importante por cierto, sino también el sexual, no lo vayan a sorprender después con frases tan manidas como “amor, hoy no que tengo dolor de cabeza” o la típica “hoy me tocó la regla querido”.

Otro mito es que el amor encontrado en una pareja es el solucionador de todos nuestros problemas personales y nos hará vivir “felices para siempre”. Falso. Esto sucede cuando una de las dos partes (o a veces las dos) cree que el matrimonio o la unión con otra persona (para el caso no importa si de igual o de distinto sexo) será la gran solución a nuestros problemas o carencias. Solms se refiere al caso en que la heroína espera pasivamente que su “príncipe azul” venga a rescatarla, sin que ella haga nada. Esa actitud pasiva, esperando que otra persona nos solucione nuestros problemas provoca un gran daño, tanto a quien espera la solución como a la otra parte. Los problemas se solucionan por uno mismo, no por terceros.

Otro mito erróneo es la valoración excesiva del aspecto físico, hecho que se da tanto en los hombres como en las mujeres. Asociar la belleza física a la belleza del alma es un error bastante frecuente que nos viene del mundo griego y que se trasmitió a los cuentos de hadas. Todos, tanto el príncipe como la princesa, son Adonis o Venus perfectos. Falso también. Si buscan una pareja, fíjense más como es por dentro, cuáles son sus valores (si es que los tiene), sus ideas, sus creencias (y también su cabeza, no le vaya a tocar un o una sicópata, que ahora las enfermedades sicosomáticas están a la orden del día).
Por cierto, y esto va para los hombres sobretodo, no crean que “un monumento de mujer” es sinónimo de fogosidad en la cama. Muchas veces son bastante frías e indiferentes en “el ring de las cuatro perillas”; mientras que una chica, quizás no tan agraciada por fuera, demuestra un ardor y reciprocidad en el lecho que te deja no solo satisfecho sino hasta exhausto. No busque tanto caviar, consuma papa, el Perú la produce.

Y no menos importante es que no existe el príncipe ni la princesa azul. No existe “la media naranja perfecta” en alguna parte del mundo. Ese es un gran cuento chino que nos vendieron los cuentos de hadas. Lo que existe es una afinidad, mayor o menor, entre las personas. Muchas veces nos hemos dado cuenta que con ciertas personas somos más afines que con otras, y si el momento y las condiciones son las indicadas se produce “el clic”, pueden comenzar una relación sentimental, que demorará en consolidarse, que será una aventura azarosa, sin “certificados de garantía” que acrediten un final feliz, donde cada parte tiene su propio “tempo” y donde no vale apresurarse o “quemar etapas”. Ni el príncipe ni la princesa azul existen.

Ya no hablemos de la rutina que mata al amor tan rápido y es igual de letal como la infidelidad, o de la falta de preparación para los menesteres de parejas que el común de los mortales carece (debería existir una “escuela de parejas”, así como una “escuela de padres”, son dos hechos importantes de la vida para los que el ser humano no se encuentra preparado).

En fin, la relación de pareja es una aventura en la que pocos están preparados, por lo que los más naufragan, algunos empezando el viaje, otros en alta mar por alguna tempestad o a veces un pequeño vientecillo. Por ello, no se encuentra tan descaminada la propuesta del ilustre crítico de los cuentos de hadas. La realidad, la áspera y difícil vida diaria lo confirman.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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