Tuesday, June 02, 2009

CHILE CONTINÚA ARMÁNDOSE (Y EVO CONTINÚA DESBARRANDO)

Chile es un país de contrastes: puede parecer uno de los más modernos y desarrollados de Sur América, un trozo de Europa inserta en un continente chúcaro todavía, y además albergar una decisión guerrerista de su clase política y militar, lindante con el chauvinismo más ramplón y segregacionista. Es cierto que las últimas adquisiciones de aviones de combate F16, aviones antisubmarinos, helicópteros de guerra, misiles antibuques y otras sofisticadas armas (y posiblemente hasta un portaaviones, “usadito” siquiera) no hablan de una “vocación pacifista” de nuestro vecino. Más bien se inscriben dentro de su programa de actualización de armamento de cara al bicentenario de su independencia, con el objetivo de llegar a los niveles militares de la OTAN y geopolíticamente ser una suerte de Israel en la región (eufemísticamente los mapochos dicen que son “armamentos disuasivos”).

No menos cierto es que en Perú, cada vez que se difunde una noticia de nuevas compras de armamentos de nuestro vecino, lo sentimos con más inquietud que los demás países e inmediatamente se nos viene a la memoria la guerra del 79 y lo que significó para nosotros. Pero, ¿realmente Chile está pensando en nosotros cuando compra todo ese sofisticado armamento?, ¿quiere ahora apropiarse de nuestra agua dulce tan escasa que será en el siglo XXI, de nuestras fuentes de energía igualmente escasas en este siglo que comienza o de nuestra riqueza marítima como antaño lo hizo con el salitre?

Creo que la clase política y los militares chilenos (o por lo menos un sector de ellos) piensan en un “triple escenario”, es decir, supuestamente están rodeados de “enemigos” como Perú, Bolivia y Argentina, enemigos con muchas riquezas naturales y que en cualquier momento se pueden unir para agredirlos. Partiendo de esa hipótesis cualquier compra de armamento se encuentra justificada para ellos y más con dinero lleno en los bolsillos.

Pero, su estrategia no es solo militar, es también política, de hacer alianzas y “lobbies”, del “divide y vencerás”. De allí los “coqueteos” con Evo Morales, a fin de romper “los lazos de hermandad” entre Bolivia y Perú (coadyuvado por su reacción bastante hepática hacia nosotros desde que Bolivia es enclave chavista), jugando con la carta de la salida al mar y las expectativas del país altiplánico. Con respecto a la Argentina, desde la venta de armas a Ecuador, en pleno conflicto del Cenepa, nuestras relaciones son más protocolares que reales, aparte que actualmente los argentinos no tienen demasiado interés en el Pacífico, miran más a Brasil y al ALBA.

Esa reacción instintiva que tenemos frente a Chile es aprovechada por nuestros chovinistas locales, de igual o superior hipérbole que los existentes en el sur de nuestra frontera; aunque tampoco podemos irnos al otro extremo pacifista de nuestros neoliberales criollos (y de algunos izquierdistas nativos también) de creer que el mercado (léase mayor inversión chilena en nuestro país) pondrá paños fríos en los intentos belicistas de nuestro vecino, convirtiéndose en una especie de Mahatmas Gandhi de dudosa credibilidad (su credo consiste en que más Ripleys y Sagas harán que nuestro vecino del sur no nos ataque). A Chile no lo podemos ver ni como un amigo dadivoso –menos hermano- ni tampoco como a un enemigo. Solo un rival y socio comercial del cual aún nos queda mucho por aprender; no en vano ellos tuvieron estado cuando nosotros todavía nos desangrábamos en guerras civiles, no en vano Chile tiene una poderosa clase media mientras la nuestra aún es muy débil, no en vano cuentan con una fuerte burguesía nativa (ni que decir de la nuestra que da pena), y no en vano –a pesar que nos duela reconocerlo- ellos fueron “los pioneros” del modelo económico que ahora es moneda corriente en varios países de AL. Todavía nos ganan en muchas cosas; por eso es un rival del cual se puede aprender y mucho, sin odios y con sangre fría.

Es cierto que cuando dos naciones comienzan a comerciar, los conflictos bélicos se atenúan. Lo comprobamos con Ecuador, desde que se firmó el tratado de paz y se comenzó a comerciar con mayor fluidez entre ambas naciones (un logro del gobierno de Fujimori, otra verdad que duele reconocer abiertamente a la clase política peruana), los conflictos amainaron; salvo con el gobierno de Correa que ha impuesto barreras a productos peruanos, pero más por problemas de su economía interna que por razones políticas como se piensa comúnmente. Con el otro vecino belicoso, Chile, tenemos mucho intercambio comercial y debemos continuar en esa ruta, pero siempre alertas, sin confiarse demasiado, y sobretodo sin poses de Mahatmas Gandhi.

Sería bueno que se incremente “disuasivamente” nuestro gasto en defensa sea por la vía presupuestal o con la creación de un canon como el chileno. Ojalá nuestro ministro de economía no haga oídos sordos y nuestra clase política no sea ciega. Si la historia nos puede dar lecciones, recordemos que gran parte del fracaso de la guerra del 79 se debió a la miopía de nuestra clase política y a la división que existió entre los propios peruanos. Por eso tuvimos héroes como Grau o Bolognesi y perdimos la guerra y gran parte de nuestro territorio hacia el sur. Que no se repita la historia.

OTROSÍ DIGO: Una pequeña digresión final. La relación compleja y profunda entre Bolivia y Perú es mucho más que las desbarradas de su actual presidente. Esta relación se remonta al pasado más remoto y se proyecta al futuro; en cambio, el gobierno de Evo Morales es solo coyuntural, transitorio, por más que quiera perpetuarse en el poder es apenas una milésima de segundo del tiempo histórico de dos pueblos hermanos, y él será olvidado y borrado de ese tiempo milenario de dos naciones profundamente hermanadas. No olvidemos esa perspectiva, ni “pisemos el palito”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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