Tuesday, October 27, 2009

EL ESTADO CHAMBEADOR

La reciente decisión del presidente de la república en el sentido de laborar el sector público sábados, domingos y feriados ha causado revuelo no solo legal sino pánico entre algunos burócratas (amen de algunos colegas de la ilustrísima orden que comenzaban a vociferar a voz en cuello el típico calificativo de “inconstitucional” contra la norma en cuestión).

Si bien el presidente retrocedió en su decisión inicial para terminar todo en un decreto de urgencia que precisa una atención relativa al usuario en los días inhábiles, de todas maneras invita a reflexión, sobretodo teniendo en cuenta que, por una razón u otra, un tercio de los días del año son inhábiles para la burocracia estatal. Pareciera que mentalmente nos encontramos todavía en la época de la Colonia, con abundantes días festivos, procesiones y poco trabajo.

Es cierto que una burocracia mueve el aparato del estado. Es necesaria tanto en los países desarrollados como subdesarrollados. Ya en el siglo pasado Max Weber sostenía fundadamente sobre su importancia. Que esa burocracia se autofija ciertas prebendas desde sueldos hasta días pagados sin trabajar también es cierto. Pero no menos evidente es que el estado debe estar al servicio de la sociedad y no al revés. Es decir, el estado para ser eficiente debe brindar un servicio adecuado al ciudadano, quien lo mantiene con el pago de sus impuestos. Sin embargo, vemos que la burocracia estatal tiene abundantes privilegios sin el correspondiente servicio idóneo, como los “feriados puente”, donde se paraliza toda actividad pública por cuatro o cinco días, lo cual muchas veces resiente al sector privado al estar mutuamente relacionados. Hace poco, en el último feriado puente, constaté personalmente como tres colegios públicos tenían las puertas cerradas. No hubo clases, solo en un colegio del distrito de San Juan de Miraflores el director o la directora “se compró el pleito” con los docentes del Sutep y funcionó con normalidad. Si la educación es uno de los principales servicios que presta el estado, la pregunta obvia es cómo se puede dar el lujo de desperdiciar un día de labores. Y no me digan que será “recuperado” posteriormente. Esa recuperación jamás llega. Y así pasa en las demás dependencias estatales.

Volviendo a la eficiencia pública, la reforma del estado pasa por ella. No puede existir reforma sin eficiencia, y uno de los componentes de esta última es la calidad del servicio que brinde al ciudadano. Es cierto también, como dicen los administradores, que mayor cantidad no significa mayor calidad, por lo general es al revés, la calidad se deteriora por la excesiva cantidad, por lo que siguiendo con el silogismo, la medida decretada no necesariamente significaría mayor eficiencia, posiblemente sea al revés.

Creo que la decisión del “estado chambeador” debe ser pulida, refinada. Quizás se pueda comenzar abriendo mesas de parte, habilitando días, aperturando nuevos turnos y atendiendo las dependencias públicas en todas sus áreas los sábados hasta el mediodía, incluyendo los órganos de administración de justicia, los colegios y universidades estatales (como profesor me doy cuenta del deplorable nivel de un alumno egresado de colegio público y los “vacíos” que tiene su formación cuando ingresa a la educación universitaria); y, por supuesto, eliminando los nefastos “feriados puente”. Todo organizadamente, con ensayos focalizados en pequeñas muestras, no “a la loca”. Eso sería una buena señal.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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