Friday, February 25, 2011

A veces los seres humanos no ofrendan su vida en vano

Fue lo que sucedió con el joven tunecino Mohamed Bouazizi que se inmoló porque no lo dejaban vender sus frutas a fin de llevar algo para su hogar. Ya vemos como prendió la chispa de su muerte en el Oriente Medio, con dictadores que cayeron estrepitosamente y otros que se tambalean. Igual sucede con Orlando Zapata Tamayo, que recientemente se cumplió un año de su sacrificio por la libertad en Cuba. Con todo lo que está sucediendo en Túnez, Egipto y Libia, como que pasó un tanto inadvertida la remembranza. Cedemos la palabra sobre el significado de la conmemoración a la bloguera cubana Yoani Sánchez.
EJJ

Los policías del camposanto Yoani Sánchez
Los cementerios de aldeas son pintorescos y tristes: tumbas pintadas de cal, con el sol dando todo el día sobre las lozas y unas calles de tierra apisonada por el paso de los dolientes. Son lugares en los que, por lo general, sólo se escucha sollozar. Pero hay un camposanto en el pueblito de Banes que ha albergado insólitos gritos en estos doce meses. Cruces alrededor de las cuales la intolerancia no ha tenido pudor, no ha bajado la voz a la manera que se hace ante una lápida. Desde hace varios días, para colmo, la entrada del lugar está vigilada, como si los vivos pudieran controlar el espacio donde yacen los muertos. Decenas de efectivos de la policía quieren impedir que amigos y conocidos de Orlando Zapata Tamayo vayan a conmemorar el primer aniversario de su muerte.
Quienes ahora mismo patrullan alrededor de la tumba de este albañil saben muy bien que nunca podrán acusarlo –como hicieron con otros– de ser un miembro de la oligarquía que pretendía recuperar sus propiedades. Este mestizo, nacido después del triunfo de la revolución, que no fue autor de una plataforma política ni se alzó en armas contra el gobierno, se ha convertido en un símbolo inquietante para quienes se aferran –ellos sí– a las posesiones materiales que alcanzaron con el poder: las piscinas, los yates, las botellas de whisky, las abultadas cuentas bancarias y las mansiones por todo el territorio nacional. Un hombre criado bajo el adoctrinamiento ideológico se les escapó por la puerta de la muerte y los dejó al otro lado del umbral, más débiles, más fracasados.
A veces, el final de una persona lo coloca para siempre en la historia. Es el caso de Mohamed Bouazizi, el joven tunecino que se prendió fuego frente a un edificio gubernamental porque la policía le había confiscado las frutas que vendía en una plaza. Las consecuencias de su inmolación eran totalmente impredecibles, mucho más el “el efecto dominó” que desencadenó en el mundo árabe. La muerte de un cubano, ocurrida el 23 de febrero de 2010, le ha creado al gobierno una incómoda efeméride en el almanaque. Ahora mismo, cuando Raúl Castro se apresta a celebrar sus tres años al mando de los timones de la nación, muchos se preguntan qué va a ocurrir en Banes, en el pequeño cementerio donde los difuntos están más patrullados que los presos de una cárcel.
Aunque la policía política rodea a muchos, no podrá impedir que durante esta semana –en el interior de las casas– sea más evocado el nombre del difunto Zapata Tamayo que el largo rosario de cargos del General Presidente.

Tuesday, February 22, 2011

EGIPTO 2.0

He tomado el título del interesante artículo de la bloguera cubana Yoani Sanchez sobre lo sucedido en el África del norte con gobiernos que parecían inconmovibles y el papel que jugaron y juegan las tecnologías de información, en especial las redes sociales.

En principio que estamos ante países con cierto grado de libertad, cuyos gobiernos y ciudadanos “miran” hacia Occidente. No estamos ante gobiernos teocráticos como el de Irán. Son gobiernos autoritarios pero laicos. Musulmanes pero no fundamentalistas. Ello permitió un marco referente para el desarrollo de las redes sociales que desempeñaron un papel crucial en la comunicación inmediata; hecho inimaginable, por ejemplo, en Cuba, Corea del Norte o Irán, cuyos ciudadanos padecen de desinformación y carencia de todo tipo de libertades.

Pero hay otro hecho importante de resaltar. Como Ariel Segal anota, el proceso de democratización en el Irak post Saddam Husein ha repercutido como ondas sísmicas en el Medio Oriente. Con todas las imperfecciones que se quiera, pero proceso democrático al fin y al cabo. Cuando un ejemplo dice que algo es posible, nada detiene la voluntad humana.

Lo sucedido en Túnez, Egipto, Libia y otros países de la región no creo se pueda comparar en importancia a la caída del muro de Berlín veinte años atrás, como sostienen algunos periodistas y “politólogos”. La repercusión “del muro” fue mayor a nivel planetario. Fue el fin de todo un sistema mundial (el comunista): político, económico y cultural, abriéndose las compuertas hacia todos los rincones del orbe del pensamiento occidental de democracia en lo político y sistema de mercado en lo económico.

A lo sumo lo sucedido en los países del norte de África repercutirá en su propia región. Todavía no sabemos cómo terminará de consolidarse este movimiento por la libertad ni cuánto calará en profundidad en sociedades marcadamente autoritarias. Lo más optimista es que se produzca una “primavera democrática” que permita la alternancia en el poder y libertades para el ciudadano a la manera occidental. Pero, la otra opción es más pesimista: la toma del poder de un nuevo gobierno despótico, sea por las urnas o por la fuerza, sea civil, militar o religioso, cambiándose apenas “mocos por babas”. Ese escenario más lúgubre es también el más probable.

Espero equivocarme y que nazcan cien primaveras más, pero la realidad me dice que las fuerzas en juego van hacia otro lado en una región de mucha inestabilidad y demasiados intereses.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Monday, February 14, 2011

CUANDO EL AMOR SE ACABA

Para Sandra

A veces, al despertarse, uno de los cónyuges mirará al otro y le parecerá que ha dormido con un extraño. Es como darse cuenta, luego de muchos años, que la persona a tú lado es absolutamente un desconocido para ti, y que ese o esa joven que conociste cuando estudiaban juntos o hacía los primeros pininos en su profesión, ya no existe más. Murió o desapareció en algún vericueto del camino de la vida.

Lo más triste o patético es que te das cuenta cuando es demasiado tarde. Cuando ese extraño(a) una mañana cualquiera te dice que se va o que ya no te quiere. En ese momento se te presentan una serie de pensamientos contradictorios e inconexos y parece que tú cabeza va a estallar. Te asaltan múltiples preguntas que comienzan con un porqué o cómo pasó. Ingenuo(a) quizás piensas que te está jugando una broma pesada. O, peor aún, no quieres dar crédito a tus oídos.

Pero es verdad y lo ves o la ves partir. Como que humanos somos. Algunos lo tomarán de mejor talante, otros pensarán en dejar este valle de lágrimas que se les hace insoportable, y algunos menos, lo conseguirán. Lo cierto es que el amor se acaba. Por distintos motivos, pero se acaba. Y muchas veces ambas partes de la pareja tuvieron la culpa para que ello suceda. En “esta película” no hay un malo o mala y un bueno o buena “químicamente puro”.

A pesar que es un alivio el consuelo de encontrar un(a) “culpable” de las desdichas padecidas, lo cierto es que en la mayoría de los casos ambos son culpables del fin de la unión. Las razones son múltiples y lo más acertado es darles la posibilidad que cada uno tome un camino distinto. Con los riesgos y errores que ello conlleva, así como que el aparato legal –de haber contraído matrimonio civil - les de las facilidades para disolver su vínculo y no al revés, como ocurre en la legislación peruana y algunas similares de la región, pese a los avances que hemos tenido en los últimos años.

Lo peor es tratar de mantener la unión apelando al justificativo del “bienestar familiar”, incluyendo a jueces y fiscales que hacen lo posible e imposible para que la pareja no se divorcie. Es como querer pegar con babas una armazón que se cae en pedazos. Lo más sensato es ayudar a desarmarla con el menor costo posible para las partes, naturalmente protegiendo a los niños, de existir menores de edad de esa unión.

Y si el Estado, y el sistema de justicia en particular, quiere hacer algo por la pareja rota, lo mejor es que ordene, como obligación jurisdiccional, se sometan a terapia sicológica ambos o, en algunas ocasiones, hasta terapia siquiátrica, que muchos la requieren. Eso los va a ayudar a “desintoxicarse” o, por lo menos, no arrastrar el lastre del pasado en una relación futura y ver las cosas en perspectiva. Porque también los hay. Aquellos que vuelven a cometer los mismos errores o, como dice la canción, “vuelven a tropezar con la misma piedra”. Y después se preguntan porqué tienen “tan mala suerte” en el amor.

Pero algo que la práctica profesional me ha demostrado –yo conozco a las parejas cuando su relación se encuentra en el ocaso- es que a uno de ellos o a veces ambos, el(la) “compañero(a) de toda su vida” se les hace un extraño, alguien que ya no conocen, que cambió, con el cual apenas se intercambiaban algunas palabras en la mañana o en la tarde, pero no se sabe más. Expresiones como “parece otro(a)”, “ha cambiado”, “es distinto” son usuales. Algunos supersticiosos(as) hasta piensan que a su pareja le han practicado un maleficio y por eso se encuentra así. “Le han hecho brujería” suelen exclamar. Es un completo extraño(a) con el que se desayuna o cena hasta que tarde o temprano se produce la ruptura definitiva.

Otro hecho es que casi siempre se dan cuenta del fin cuando la relación se encuentra sumamente deteriorada, herida de muerte; pero, para ello, debe haber existido un “punto de quiebre” que da inicio al descenso. Casi nunca se percatan cuándo comenzó. O parafraseando a Zavalita “cuando se jodió la relación”. Hay que ser muy perspicaz para prevenir lo que se viene o, peor aún, no quererlo ver cuando se presenta. “Cerrar los ojos” pensando que es un mal sueño o que la intuición nos ha fallado. Practicar “la política del avestruz”. Pensamos que le puede suceder a cualquiera, pero no a nosotros.

Mi trabajo concluye cuando les entrego una copia certificada del acta matrimonial que escuetamente dice “Se declara disuelto el vínculo matrimonial entre fulano de tal y fulana de tal”. Pero detrás de esas pocas palabras rubricadas por un anónimo funcionario público ha existido todo un drama, a veces una tragedia, y en algunas oportunidades hasta una tragicomedia. Un vía crucis existencial, con detalles insignificantes que año tras año minaron y malograron la relación, pero también de los otros, de aquellos hechos que fueron un golpe mortal como es el descubrir la infidelidad del otro(a). Eso duele en el alma. Creo que pueden perdonar que su pareja sea borracho, toxicómano, hasta homosexual, pero no que sea adúltero(a) y, peor aún, descubrirlo con los propios ojos. Como que se rompe algo dentro, arrastrando vísceras y sangre en el camino, algo que va más allá de la trasgresión del deber de fidelidad del cónyuge infractor.

Al final solo espero que ese hecho importante en su vida que fue la unión con otra persona les sirva de experiencia y, de tener hijos menores de por medio, sean lo suficientemente sensatos para coadyuvar a su bien común. Aunque en muchas ocasiones tengo serias dudas de que ello suceda.

En algunas ocasiones me enseñan fotografías que dan testimonio de un tiempo pasado que fue mejor, cuando todo era felicidad y una de las partes, atrapada por la nostalgia, quiere dar una nueva oportunidad a la relación y hace concesiones inimaginables para “mantenerlo(a) a su lado”. A veces es la propia víctima de una relación tormentosa quien propicia el regreso del victimario, el agredido que le abre las puertas al agresor, lo cual pone en seria duda el equilibrio mental de la supuesta “víctima”.

Generalmente el sacrificio es en vano. Estarán bien unos meses y luego retornan los problemas con fuerza. Cuando la relación está rota o seriamente deteriorada es poco lo que se puede hacer. Lo ideal es que el costo sea el menor posible para las partes, lo cual no siempre se logra, aparte que en ese momento no nos comportamos como seres racionales, sino todo lo contrario.

¿Y luego? Ha rehacer la vida, a recoger los pedazos rotos y comenzar de nuevo. No queda otra. El mundo sigue girando.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Thursday, February 03, 2011

CIEN AÑOS DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

Pareciera que la revolución mexicana pertenece al pasado. Es más, dada la desigual distribución de la riqueza en México y los extremos sociales que se viven en su sociedad, daría la impresión que la revolución, cuyo centenario se acaba de celebrar hace pocos meses, fuese uno más de los tantos fracasos de la experiencia humana. Fracaso costoso, con miles de muertos y una guerra civil de varios años. Sin embargo, como en otras revoluciones, la rusa, por ejemplo, acaecida siete años después, los cambios sociales fueron significativos y repercutieron en gran parte del siglo XX, especialmente en América Latina.

Un siglo marcado por el ascenso de los sectores populares, por los reclamos de las mayorías marginadas, segregadas por las oligarquías criollas dominantes desde la independencia de España a inicios del XIX. La revolución mexicana puso en la agenda temas pendientes irresueltos desde la iniciación de la república. La reforma agraria, tema que sería recurrente en latinoamericana. En la política, la no reelección presidencial, con el grito de “sufragio efectivo, no reelección”, que también sería materia de discusión a lo largo del siglo XX. Y, no menos importante, el ascenso como protagonista social y político de las mayorías. Jurídicamente aportó la Constitución de Querétaro, una de las pioneras en reconocer derechos sociales y económicos. El México posterior a la revolución no volvería a ser el mismo. Tampoco la América Latina de la convulsionada centuria veinte. Ese es el gran mérito de la revolución mexicana, más allá de la “revolución traicionada” o la “revolución congelada” como se estila decir.

Justamente un factor extranacional que delineó el futuro de México fue su cercanía geográfica con los Estados Unidos. En el XIX perdió casi la mitad de su territorio en la guerra con su vecino del norte (el hecho fue más traumatizante que la Guerra con Chile para nosotros, los peruanos) y en el XX este se convirtió en la principal potencia del orbe. Ese hecho marcó profundamente a México, incluyendo la actual ola de violencia, corrupción y falta de valores que atraviesa su sociedad y estado, corroídos por el poder del narcotráfico.

Los cien años de la revolución mexicana nos sirven para reflexionar sobre los costos que significan para una nación los problemas irresueltos, sean sociales, políticos, religiosos, económicos o culturales; y cómo se pueden convertir en una caja de Pandora de incierto pronóstico. Lo vemos actualmente en Túnez y Egipto. Algo de eso le sucedió a México y a su revolución.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es