Wednesday, March 09, 2011

EL BESO CONTRA LA HOMOFOBIA

Más allá de la violenta acometida policial contra homosexuales y lesbianas que el 12 de Febrero pasado manifestaron su reclamo por la igualdad de derechos besándose en público, nada menos que a los pies de la Catedral de Lima, está el hecho en si, inimaginable apenas diez años atrás.

Era impensable que a inicios del presente siglo una minoría sexual proteste audazmente frente al símbolo de la institución tutelar (la Iglesia) de la heterosexualidad como medio sacralizado para la reproducción humana y, consiguientemente, en contra del placer y el sexo “contranatura”.

De allí la reacción violenta de “los custodios del orden”. Las minorías gays y lesbianas estaban “atacando” frontalmente el símbolo sagrado mayor de los valores tradicionales y del orden establecido en familia y sexualidad. Complementariamente la Catedral de Lima es –simbólicamente- “la casa” del Cardenal y Arzobispo de la ciudad, Monseñor Cipriani, conocido por sus posiciones harto conservadoras, por lo que un “beso homo” a los pies del atrio es casi una blasfemia y un insulto al propio Monseñor. Distinto hubiese sido de producirse el beso protestante en, digamos, el parque de Miraflores o la Alameda de los Descalzos. Quizás no hubiese causado tanta turbación.

Pero algo está cambiando en esta Lima pacata y conservadora. Estamos como despercudiéndonos de varios lastres generacionales, principalmente entre los jóvenes. La sexualidad se está viendo como algo más natural, incluso aquella entre dos personas del mismo sexo. Síntoma es que a la semana siguiente del incidente los colectivos gays se besaron tranquilamente a los pies de la Catedral y nada pasó; aparte del “cargamontón” contra un conocido locutor deportivo que tuvo la mala ocurrencia de proferir expresiones claramente homofóbicas cuando la tensión por la golpiza se encontraba en su punto más alto.

Fue “el chivo expiatorio” de lo acaecido o, como decimos criollamente los limeños, “el punto”. Se efectuaron “plantones de protesta” delante de la radio donde trabaja, se pidió su renuncia al medio o, por lo menos, que se retracte públicamente de lo dicho, con disculpas incluidas. Cuidado que nos volvamos intolerantes en sentido contrario y el tema se convierta en intocable y “políticamente correcto”. Como diría Kenji: “tampoco, tampoco”.

Otro síntoma de estos “nuevos aires”, es la propuesta legislativa del “patrimonio compartido” del congresista Carlos Bruce (convertido en el principal adalid de las minorías sexuales en el Congreso), indicando que el tema ha dejado las catacumbas para ventilarse como cosa pública, digna de un reconocimiento legal.

Antes las parejas del mismo sexo vivían su sexualidad a escondidas, con vergüenza y culpa, hoy la cantidad de parejas homosexuales que conviven a vista y paciencia de los demás ha aumentado. Ahora es más común tener de vecinos a una “pareja homo” de lo que era en la época de nuestros padres. Y es un hecho no “esnob” ni exclusivo de los segmentos A y B, sino que se manifiesta en todos los estratos sociales.

Creo que todavía falta mucho camino por recorrer para el reconocimiento de derechos plenos a las minorías sexuales, pero el avance es vertiginoso y lo más probable es que, tarde o temprano, deberemos modificar nuestra legislación a fin de permitir el matrimonio civil entre personas del mismo sexo, así como una igualdad en los demás derechos consustanciales a los heterosexuales. Nos guste o no, vaya contra nuestras ideas y creencias o sintonice con estas, tengamos posiciones a favor o en contra.

Pero los derechos, como lo demuestra la historia, se consiguen luchando, arrancándoselos al poder constituido. En ese sentido, las minorías sexuales van por buen camino.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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