Wednesday, April 13, 2011

COMO CADA CINCO AÑOS

Cuando parecía que nuestras elecciones eran tan previsibles y aburridas como en Suiza, en las últimas semanas el panorama electoral se volcó hacia los ubicados en los últimos puestos. Creo que los peruanos tenemos inclinación por las emociones fuertes y en estas elecciones generales no podíamos dejar de darnos el gusto. Así las preferencias de la fortuna deambularon de uno a otro candidato, hasta recaer en los que menos posibilidades tenían. La diosa Fortuna da favores y los quita de la manera más inesperada.

No obstante ello, la primera conclusión a la que podemos llegar es una de Perogrullo: Faltan partidos políticos. No los membretes que arropan a un caudillo y desaparecen con este, sino sólidas instituciones que impidan esa dispersión del voto como la acaecida entre las tres opciones más similares (Alejandro Toledo, Luis Castañeda y Pedro Pablo Kuczynski). Pero, los egos y el caudillismo, así como la falta de un partido que los aglutine institucionalmente, imposibilitó la presentación de una sola candidatura, fragmentándose el voto del centro y posibilitando el ingreso a la “segunda vuelta” de las “opciones extremistas”: el nacionalismo izquierdista de Ollanta Humala, cuya “reconversión moderada” no termina de convencer; y, por la derecha, el neoliberalismo económico “puro y duro” de Keiko Fujimori y el pasado de corrupción que arrastra del padre.

Otra constatación de Perogrullo es que son los sectores C,D y E los que definen una elección. Curiosamente son los sectores que menos les interesa las libertades y formas democráticas y sí satisfacer sus necesidades básicas sin importar el tipo de gobierno (al estómago no le interesa mucho el tipo de gobierno en que se encuentre). Son los que votaron por Keiko recordando las obras de su padre y los que votaron por Humala y sus promesas de justicia social. (“Pensión 65”, entre otras promesas, impactó justamente en dichos sectores que no cuentan con una jubilación asegurada, ni menos un trabajo digno).

Lo que nos lleva a otra conclusión: ese 30% que votó a favor de Humala no es que quiera un “cambio radical” del modelo económico como interesadamente manifiestan los áulicos del comandante, sino mejoras sustanciales en su forma de vida. No es que desee fervientemente el “modelo chavista”, el “modelo velasquista” o el de economía social de mercado (ideológicamente les importa un carajo las diferencias entre uno y otro), sino que su vida mejore y sea igual a la de aquellos que compran en el Mega o en Plaza San Miguel. Parafraseando a Deng Xiaoping, no les importa de qué color sea el gato, con tal que cace a los ratones. Y ese es también el gran peligro cuando se trata de aprovechar la necesidad de las personas con menos recursos y oportunidades: que celebren el recorte de libertades políticas y perpetuaciones en el poder bajo el cobijo de una aparente bonanza de asistencialismo y precios subsidiados. Ese libreto Humala, Chávez y compañía lo conocen muy bien.

Otra “verdad de Perogrullo” fue que los últimos dos gobiernos “democráticos” no han podido satisfacer las necesidades de inclusión social y de igualdad material de los menos favorecidos; o, por lo menos, no al ritmo que dichos sectores exigen. Y esa insatisfacción de demandas sociales trae como “castigo” al partido de gobierno el trasformarlo de mayoría en minoría en el siguiente período gubernamental. Le sucedió a Perú Posible en el 2006 y ahora fue el turno del Partido Aprista que se convierte en una bancada “pigmea” en el período 2011-2016. (Pero, “pigmeo y todo” creo que jugará un papel importante y hasta crucial en este período difícil que se nos viene).

Justamente, el partido aprista, el “partido del pueblo”, ha sufrido una de sus peores derrotas electorales, creo que ni en la época más difícil del fujimorismo obtuvieron tan magros resultados, responsabilidad que recae sobretodo en sus dirigentes nacionales –comenzando por Alan García- que siendo gobierno viraron el barco aprista hacia posiciones francamente conservadoras, manteniendo el statu quo y no intentaron un gobierno más inclusivo socialmente, de corte socialdemócrata, que respetando la ortodoxia monetaria se abriese más hacia los sectores menos favorecidos de la sociedad. Han pagado un precio bastante alto por esa indiferencia social, amén de las luchas internas de la dirigencia aprista, que fueron bastante notorias en los últimos meses. Honestamente (y a pesar que en estos momentos decirlo no da rédito político), me parece que el precio ha sido sumamente excesivo. Cuando se realice el balance desapasionado de estos cinco años, va a contar con varios logros en su haber, pero que la ciudadanía en estos momentos no distingue como algo “inmediato” o “material”. (Salvando las distancias, algo parecido le está pasando a Susana Villarán en la alcaldía de Lima).

Ahora la diosa Fortuna ha “premiado” a la bancada fujimorista con una apreciable mayoría relativa, muy cerca de la obtenida por los humalistas. Bancada disciplinada la primera de las nombradas, que en los cinco años anteriores demostró cohesión. Como dijo un politólogo extranjero sobre el fujiimorismo, es lo que más se parece a un partido político, de allí que no haya tenido trásfugas como en las otras agrupaciones políticas. (La otra bancada disciplinada es naturalmente la aprista).

Nos guste o no, y más allá de nuestros deseos u opciones políticas, existe alrededor de un veinte por ciento que profesa fe en el fujimorismo o mejor dicho en el asistencialismo de los años 90. Que no les importa un gobierno autocrático, de “mano dura”, con tal que “haga obras”. Algo parecido sucede con los votantes de Humala.

Igualmente, nos guste o no, a partir del 28 de Julio de 2011 se deberá barajar la idea de un indulto o amnistía (la forma legal puede ser variada) a favor del ex presidente Alberto Fujimori. El mismo contexto político va a posibilitar que arrecie con fuerza la idea, más si su hija, Keiko, llega a la presidencia. (Que tiene más opciones –o menos “anticuerpos”- que su rival Humala; aunque creo la final va a estar bien reñida, va a ser “de infarto”, con dos candidatos que van a tratar de copar y “conquistar” el centro político que dejaron los otros tres perdedores).

Mención aparte merece la candidatura de PPK que “subió como la espuma” en pocas semanas. Nadie –ni el suscrito- daba alguna opción a su candidatura. Pero, contó con buena estrategia de marketing: el PPKuy, los brazaletes, los mítines políticos que parecían conciertos musicales, hasta “el tocamiento” de los genitales por “espontáneos” posibilitaron que crezca electoralmente, sobretodo entre los jóvenes, que lo veían como un “tío bacán” o simpático, estrategia muy parecida a la que usó Susana Villarán en las municipales (Villarán, como candidata –aunque luego lo desmintió-, habló de legalizar la marihuana y se ganó el apelativo entre los jóvenes de “la tía bacán”). PPK dejó el aire circunspecto de funcionario internacional para convertirse en un “gringo acriollado” y a veces hasta “achorado”.

Los marketeros políticos deben tomar nota de ese nuevo estilo de hacer política. Estilo que es el fin de los grandes debates ideológicos -muchas veces sesudos y filosóficos-, pero “aburridos” para muchos ciudadanos de hoy, y su reemplazo por el espectáculo mediático y visual. Solo falta que en las próximas elecciones el futuro candidato ofrezca sus promesas “calato”, bailando una tecnocumbia flanqueado de dos vedettes que se contonean como licuadoras humanas.

Un detalle más: dentro de las prohibiciones anacrónicas que deberían revisarse en época electoral está la de difundir encuestas una semana antes del sufragio. Quizás la medida era efectiva cuando no existía el internet; pero ahora que se pueden consultar no solo en la red, sino en periódicos extranjeros serios que daban cuenta de las últimas encuestas en Perú faltando apenas pocas horas para el sufragio (personalmente consulté el sábado las que aparecieron en diarios chilenos on line y el orden de los favoritos era el mismo que tuvimos el domingo por la noche), la medida deviene en anacrónica y poco efectiva. El JNE debería revisarla o por lo menos permitir la publicidad de encuestas hasta 72 o 48 horas antes del sufragio. Dudo que su publicidad influya decididamente en el voto, a no ser que el Jurado Electoral comparta “la timba” que vivimos en elegir ese día al ganador y por eso prefiera que los ciudadanos no sepan quien va “puntero”. (Dicho sea, hasta hubo distintas apuestas para determinar quién ganaba).

En fin, en el Perú no nos aburrimos en época electoral (la verdad que nunca nos aburrimos, siempre pasa algo nuevo en nuestro país). No somos Suiza, ni siquiera Chile o Uruguay con su envidiable institucionalidad política. Cada cinco años nos jugamos “a la ruleta” nuestro futuro como nación, dando ya no un pasito, sino zancadas arriesgadas hacia el abismo. Creo que más que politólogos, necesitamos sicoanalistas que nos interpreten. Y, como nos sucedió en el 2006, en esta segunda vuelta tendremos que elegir al que consideremos el mal menor, aunque esta vez nos tome más esfuerzo y resolución.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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