Wednesday, April 27, 2011

UNA BODA

No soy mucho de asistir a bodas; pero esta vez sí valía la pena estar presente. Un cliente y amigo contraía matrimonio por tercera vez; su esposa por segunda ocasión, y ambos pasaban los setenta años de edad. Luego de algunos avatares formalizaban una unión que en los hechos llevaba ya algún tiempo.

La novia, como toda novia, se presentó radiante, entallada en un vestido crema. Entre los asistentes estuvo una de sus hijas, ya cercana a los cuarenta, así como uno de sus nietos, un joven de dieciocho años. Familia numerosa la de la novia, de la cual fue apenas una pequeña delegación, con la que compartí la mesa de los invitados. De parte del novio, un coronel del ejército en retiro, compañeros de promoción con sus esposas (todos los hijos del coronel, ya maduritos también, se encuentran en el extranjero desde hace muchos años).

Fue una ceremonia sencilla pero cálida. Como es natural, la novia, luego del usual “los declaro marido y mujer”, se emocionó y echó unos lagrimones de contenta acompañada de las hermanas. Los novios bailaron el clásico “Danubio azul” y a continuación vino el almuerzo acompañado de abundante vino.

En ese matrimonio yo jugué un rol importante. Podría decir, con cierta soberbia, que gracias a mi se casaban. A ambos los divorcié de sus anteriores parejas. Matrimonios que ya no andaban bien, que el tiempo y la rutina los había corroído, que más eran los disgustos, los sinsabores y las peleas, que la armonía. Divorciada ella y cuasi divorciado él (estaba en trámite su divorcio), pasaron a convivir juntos; pero en un medio social como Lima, eso de ver a tú madre convivir con otro hombre que no es tú padre, como que todavía es muy moderno para aceptarlo socialmente, hasta por hijos que superan la barrera de los cuarenta; y, a mi amigo, el pobre coronel, no le quedó más remedio que volverse a casar.

Supongo que será el último matrimonio de mi cliente y amigo. No creo necesite mis servicios nuevamente. Como buen cáncer (mi signo también) es un poco temperamental y cascarrabias, pero buena persona. Que sean felices para siempre.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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