Wednesday, June 01, 2011

EL MAL MENOR

Los argumentos que apoyan o que se oponen tanto a la candidatura de Ollanta Humala como de Keiko Fujimori son subjetivos y expresan más bien el estado emocional o la preferencia (o antipatía) del proponente que una realidad objetiva.

Generalmente ha sido la “intelligentsia” peruana (bueno, es un decir) y los “columnistas de opinión” quienes hasta la saciedad han esgrimido argumentos ad hominem (dirigidos a favor o en contra de la persona) sea para favorecer a su candidato o candidata por el que late su corazoncito o para denostar al adversario. Que “el comandante” ha dado pruebas de sinceridad; que ha jurado, Biblia en mano, no cambiar la Constitución Política ni perpetuarse en el poder; que no manejará a su antojo los medios de comunicación; que ha cambiado cuatro veces su “plan de gobierno” hasta volverlo totalmente inocuo; que no pretende parecerse a Chávez, sino a Lula. O viceversa: que es “un lobo disfrazado con piel de cordero”; que llegado al poder manejará al país como a su chacra; que confiscará los ahorros de todos los peruanos para cumplir sus promesas demagógicas; que se perpetuará en el poder y, corriendo a paso ligero, suscribirá al ALBA y a la órbita chavista en un santiamén, abandonando los TLCs que tanto esfuerzo nos ha costado a todos los peruanos.

Puede ser; pero igual podríamos decir de Keiko. Que su “arrepentimiento” no es sincero; que instalada en el poder tendríamos una reedición corregida y aumentada de “la dictadura” del padre y volveríamos a la cleptocracia de aquellos aciagos años; que este, obviamente, saldría libre en un abrir y cerrar de ojos, iniciándose una “cacería de brujas” contra quienes lo condenaron, como veladamente lo sugirió la congresista Martha Chávez al amenazar al juez San Martín; que se “comprarían” editoriales y medios de comunicación al “ritmo del Chino” para acallar todo intento de oposición.

Curiosamente quienes esgrimen este tipo de “argumentos genéticos”, mismo clon, en detrimento de la candidatura de la Fujimori, suponen que los hijos son iguales a los padres, como dos gotas de agua, obviando que lo mismo se podría decir de Humala: padre autoritario, con tendencias comunistas y estatistas; hermano desequilibrado emocional (por decirlo suavemente) que purga condena por graves delitos y que espera el hermano sea elegido presidente para que lo libere; madre aparentemente pasiva pero con férreo control sobre la familia. Si nos atenemos a los “argumentos genéticos”, Humala tendría un cocktail mental en su cabeza que lo haría pasible de atar con camisa de fuerza e internamiento urgente en el Hospital Larco Herrera.

A lo largo de estas semanas hemos presenciado el intento de distintos escribas de querer convencernos de una posición u otra. Racionalizando sus temores o querencias, algunos con más habilidad que otros, se han dirigido “al gran electorado del centro”, a aquellos que no votamos por ninguna de las dos candidaturas de extremo que quedaron en lid, a fin de convencernos de su posición. Incluso alguien escribió una suerte de “diez mandamientos” de por qué votaría a favor o en contra de este o de aquella. Algunas veces fue cómico leer las “opiniones” de los gacetilleros en cuestión; en otras, tragicómico, como aquel “defensor de los derechos humanos” y dueño de una ONG que no se le ocurrió mejor idea para defender a Humala del “affaire” Madre Mía que expresar con desparpajo que “habían sido unos cuantos muertos”. Algo similar a lo que, semanas después, un vocero del fujimorismo expresó cuando se le inquirió de las muertes en su haber del gobierno de los años 90 y no tuvo mejor idea que comparar número de muertos con los gobiernos anteriores: “nosotros matamos menos”. ¿Dónde quedó toda la protección a los derechos humanos y el principio que la persona humana es el fin supremo de la sociedad y del estado?

Mención aparte merece “el apoyo crítico” de Mario Vargas Llosa a la candidatura de Ollanta Humala. Me hizo recordar cuando Jean Paul Sartre, en los últimos años de su vida, defendió ardorosamente a un grupúsculo maoísta encima de un tonel. Creo que Mario se parece mucho más a su maestro de lo que él supone; además que por más premio Nobel y escritor consagrado que sea, tiene todo el derecho del mundo a equivocarse. Humano es. Y no se, para ser sincero y con todo el respeto que me merece, me pregunto hasta qué punto la derrota de 1990 está influyendo en su decisión. ¿No habrá racionalizado esa derrota buscando argumentos lógicos? Dejo la pregunta a sus biógrafos.

La verdad que los dos candidatos tienen “rabo de paja”. Sus sombras o claroscuros son más de temer que la de los otros que quedaron fuera. Por eso el rechazo, el temor y la suspicacia notable que generan sus candidaturas en el electorado de centro, aquel que inclinará el fiel de la balanza este 5 de Junio a favor de alguno de los dos. Por más que juren y perjuren no se les cree. Ni haciendo “misas laicas” uno o pidiendo perdón por los “excesos” del padre la otra.

Personalmente estoy en ese centro cuyo candidato perdió en la primera vuelta. No soy partidario del voto en blanco o viciado. Francamente creo que sería como “la política del avestruz”. Si algo aprendí en mi juventud militante de izquierda es que en el quehacer político se tiene que ser necesariamente pragmático. En una decisión electoral no pueden interferir nuestros sentimientos, gustos o antipatías, menos nuestros valores o principios éticos. Suena crudo y cínico. Y lo es. Pero, por desgracia, tenemos que aceptar una realidad que no nos gusta, que es la de optar por una de las dos candidaturas que quedaron. Y, por añadidura, con pasados nada claros, sino todo lo contrario. Asumir esa realidad. Y solo una vez asumida, optar por lo que consideremos “el mal menor”.

Nos podemos equivocar al hacer la elección. Es posible. Pero tan importante como elegir el “mal menor” es lo que vendrá después. Sea quien sea el ganador, fiscalizarlo al milímetro, hasta el mínimo respiro. Hasta lo que desayuna, almuerza y cena. Fiscalización tanto desde la escena oficial del Congreso (que en esto tienen una gran corresponsabilidad los tres perdedores, al no unirse en una candidatura única y dar riendo suelta a sus apetitos personales), como desde la sociedad, desde el puesto más modesto donde estemos ubicados. La oposición comienza el mismo 6 de Junio, al día siguiente de enterarnos quien es el nuevo inquilino de Palacio, justamente para que el inquilino no se sienta dueño. No podemos bajar la guardia en los próximos cinco años. Tenemos que permanecer en alerta constante. Así será más difícil para cualquiera de los dos sacar del closet su “vocación autoritaria”. Uno, con su delirante programa estatista, de chauvinismo trasnochado, maquillado apenas con retoques sucesivos; la otra, que vayamos por la senda del neoliberalismo “puro y duro” barnizado con populismo asistencialista, como en la época de su padre. Dependerá de nosotros.

Por eso, amable lector, vaya pálido pero sereno este 5 de Junio a sufragar y vote por una opción, pero con mucha cautela, imagine que no otorga ningún “cheque en blanco” con su voto. Suerte y, a pesar que soy agnóstico, diré “que Dios nos acompañe”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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