Monday, September 26, 2011

EL ESTADO COMO TRIBU

Una de las taras de la política local, y del nacionalismo en particular, es ver el estado como botín para los iguales, los que profesan la misma fe. Es el espíritu de manada de la jauría hambrienta. Y si las normas prohíben o hacen imposible que los amigos ingresan a mamar de la ubre fiscal, se cambian las normas. No faltaba más.

El gobierno de Ollanta Humala está ofreciendo con mucho entusiasmo enormes pruebas al respecto: flexibilización de los requisitos para ingresar a la carrera pública, sin título profesional ni experiencia de por medio, que eso es un estorbo; nombramiento de asesores sin los estándares mínimos requeridos, tanto en el ejecutivo como en el legislativo; designación o promoción descarada de familiares de la pareja presidencial y de sus ministros para cargos de confianza; licenciamiento forzoso de diplomáticos de carrera para dar cabida a los otros; viajes de la pareja presidencial y de su familia por todo el mundo, pagados naturalmente por todos los peruanos. Son solo algunas perlas de “la gran trasformación” en los primeros sesenta días de gobierno “nacionalista”.

Mientras continúa la repartija de cargos, los profesores del sector público no tendrán aumento ni carrera pública. La ministra del sector ya advirtió que no habrá aumento para los docentes y la carrera pública queda en suspenso hasta nuevo aviso. Total, la educación siempre fue la última rueda del coche y los maestros los habituales sirvientes de sexta; salvo ser parte de la dirigencia del Sutep, como algunos “izquierdistas”, que gozan de los privilegios del poder como cualquier cacique de derecha, mientras los agremiados del magisterio que dicen representar solo ven el banquete desde la calle.

El “estado como tribu”. Como derecho del vencedor y el grupo de incondicionales del jefe de la jauría. Y para entretenimiento de las masas el circo de la “megacomisión contra los corruptos” o, mejor aún, la gran payasada del reality show llamado “Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana”, donde el señor presidente de la república en vivo y en directo ordena a sus ministros, convertidos en ujieres, hacer esto o deshacer aquello. Hasta el presidente de la Corte Suprema ha decidido protagonizar entusiastamente siquiera un papel secundario en la farsa de marras, manteniendo así el gobierno una cortina de humo, mientras la manada sigue repartiéndose las mejores presas de eso que se llamaba estado.

Este gobierno tiene por delante 58 meses de gestión. No quiero imaginar cómo quedará el estado terminado (en el mejor de los casos) el mandato presidencial en el por ahora lejano 28 de Julio de 2016. Pero, lo que la historia demuestra es que, nos guste o no, parafraseando al recordado cantante, “todo tiene su final”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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