Monday, October 10, 2011

PROTESTAS ESTUDIANTILES EN CHILE

A la par que los indignados en Europa, Estados Unidos o Israel, en Chile también protestan como no se veía hace mucho tiempo. Si bien al inicio fueron solo estudiantes de secundaria y universidad; luego se sumaron las centrales sindicales, en una suerte de efecto “bola de nieve”, con paros, marchas de protesta y violencia en las calles santiaguinas, muy distinto a las imágenes de la “Suiza Latinoamérica” a la que nuestros vecinos del sur nos tienen acostumbrados. A tal punto que han obligado al gobierno de Sebastián Piñera a invitarlos a negociar en el propio Palacio de La Moneda.

Pero, ¿qué reclaman estos muchachos? Algo que para nosotros no nos es ajeno: educación gratuita y de calidad.

El gobierno de Piñera les ha querido conceder algunas peticiones, pero los estudiantes se mantienen en sus trece: todo o nada. Recorren calles, realizan protestas, algunas veces pacíficas, otras en colisión con la policía. No ceden en sus planteamientos, ni temen perder el año escolar, quieren una verdadera reforma que nivele el acceso a la educación, puerta clave para el ascenso social.

Una de las herencias del gobierno de Pinochet fue el costo de la educación, vale decir no existe, como entre nosotros, la educación totalmente gratuita, sino un sistema de pagos por el servicio educativo y, aquellos que no disponen de ingresos propios que les permitan sostener una carrera a largo plazo, deben recurrir al crédito estudiantil, pagado cuando el estudiante sea un profesional.

La educación en Chile, dicho sea de paso, no está mal. Es más, sus universidades se han ganado un merecido prestigio (aunque Jorge Edwards en reciente artículo se quejaba de la incuria de los jóvenes chilenos en los estudios). En comparación con las nuestras, no padecen, por ejemplo, de “las universidades chicha”, centros de estudios que funcionan en ambientes precarios y sin las mínimas condiciones de solvencia académica. Lo que aspiran los estudiantes chilenos es a una “democratización” del acceso educativo, vía la gratuidad de la enseñanza. No terminar los estudios universitarios con deudas, que ahora se hacen más difíciles de pagar por la crisis y el aumento en las tasas de interés, sino que la educación sea un derecho social pleno.

Contrastando con nuestra realidad, me preguntaba hasta qué punto es posible conciliar gratuidad con calidad. Y, me parece, es un tanto inviable, sobretodo si no se cuenta con un gran presupuesto que permita un gasto sostenido y enorme en educación.

Uno de los efectos sociales del proceso de democratización que vivimos en Perú desde hace treinta años fue la necesidad de atender la veloz y amplia demanda educativa. Las ciudades fueron creciendo, principalmente Lima, lo que obligó a los gobiernos de entonces a multiplicar el número de escuelas y también de universidades (amén de “improvisar” profesores reclutados para prestar el servicio); participando activamente el sector privado que, en pocos años, de actor secundario pasó a ser protagonista de la educación en sus distintos niveles, con todos los problemas que ya conocemos: La calidad fue vencida por la cantidad.

Por ello, es un poco difícil conciliar calidad con gratuidad y esta con cantidad (dado que se deberá atender a una amplia demanda). Quizás lo más sensato es ir gradualmente a un modelo que permita acceder a la educación para todos o créditos educativos a tasas de interés blandas; aunque como están las cosas entre el gobierno chileno y los jóvenes protestantes, es algo difícil de consensuar.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es