Friday, April 20, 2012

FICCIÓN Y REALIDAD: TITANIC A LOS CIEN AÑOS

¿Por qué la cinta Titanic es vista en todo el mundo, encantando al espectador común con su historia?

Para la explicación del fenómeno no basta con argumentar que fue un “blockbuster” concebido para arrasar la taquilla. Si bien la premisa es cierta (la película nació para recaudar la mayor cantidad de dinero en el mundo) es insuficiente para explicar las razones de su éxito, lo que ha motivado que en el centenario del hundimiento del célebre barco se reestrene en 3D.

Creo que la respuesta se encuentra en la historia.

Es una historia tantas veces contada en la literatura y el cine, pero no por eso deja de estremecer y encantar. Es una historia de amor y por añadidura de un amor imposible y censurado por la condición social opuesta de los amantes. ¿A quién no le encanta ver o leer esas historias? Habría que no tener corazón para no dejarse encandilar por las peripecias de amor de Jack y Rose.

La “gracia” de la hasta ahora última versión del famoso navío fue la historia de un corto pero intenso amor que perdurará a través del tiempo como el de otras parejas de las artes y letras (su romance dura apenas unas horas hasta el hundimiento del barco). Ese fue “el gancho” que hizo atractiva esta versión del Titanic. Una historia de amor ficticio (en la vida real no existieron los personajes de Jack y Rose), pero “creíble” gracias al telón de fondo histórico, de hechos que sí ocurrieron en la vida real. Es lo que Mario Vargas Llosa denomina “la verdad de las mentiras”, la “magia” del narrador para hacer verosímiles hechos ficticios.

Por ello, en el Titanic de James Cameron lo más interesante es la trama sentimental que se desarrolla en la primera mitad. El hundimiento del barco es coyuntural (es la parte espectacular, “el show de la filmación”) y sirve solo para dar impulso a los avatares de los amantes, de un amor imposible que va más allá de la muerte. Efectos digitales, espectacularidad, se encuentran puestos al servicio de la historia de la joven pareja. (La escena final, suerte de sueño de Rose anciana, revela el deseo anhelado y frustrado de ella: el reconocimiento por parte de la sociedad, de su mundo aristocrático, del amor de su vida, deseo que queda en apenas un sueño).

Precisamente al ser una historia de amor imposible y trágico le da un aliento inmortal. Distinto hubiese sido el significado con el “final feliz” de los amantes. Estaríamos ante un amor anodino más. En cambio, en Titanic existe un aliento trágico: uno de los amantes muere y el otro toma la posta para seguir con “la filosofía de vida” del que no sobrevivió al hundimiento del trasatlántico. De eso trata las más de tres horas del filme que, gracias a esa forma de contar los hechos, no aburre, manteniendo más bien en vilo al espectador.

Titanic “arrasó” con los Oscar de aquel año. Un joven Leonardo DiCaprio consolidó su carrera gracias al filme, consiguiendo en otros, posteriores, “destitanizarse” en papeles memorables, principalmente de la mano de Martin Scorsese con el que ha mantenido una sólida asociación.

Titanic sin ser “una gran película” (el guión está repleto de clichés bastante convencionales), es de esas que cautivan al espectador, porque todos en nuestro fuero interno deseamos vivir historias como las de Jack y Rose, que las compensamos en la ficción de la pantalla o la lectura.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


FICCIÓN Y REALIDAD: TITANIC A LOS CIEN AÑOS
Dir. y guión: James Cameron
c/ Leonardo DiCaprio (Jack Dawson), Kate Winslet (Rose DeWitt Bukater), Billy Zane (Caledon 'Cal' Hockley), Kathy Bates (Molly Brown), Frances Fisher (Ruth Dewitt Bukater)
EEUU/1997/Drama***/Dvd/Películas del ayer

Saturday, April 14, 2012

A CUARENTA AÑOS DE EL PADRINO

Este año también cumplió cuarenta años de su estreno El padrino (1972), co-escrita y dirigida por el entonces joven director Francis Ford Coppola, uno de los puntales de la renovación del cine norteamericano en los años setenta.

Es historia conocida lo difícil que fue el proceso de pre-producción. Un joven realizador que no tenía demasiado poder en los grandes estudios de Hollywood se enfrasca en una película sobre la mafia y el crimen organizado, el de la familia Corleone. Decide para los protagónicos tener a Marlon Brando encarnando a don Vito Corleone, un actor que estaba “vetado” en los estudios por tener fama de conflictivo; y, en el otro papel de importancia, a un desconocido joven actor que daría mucho que hablar, Al Pacino, quien representó a Michael, el hijo y continuador de la dinastía.

Como cuenta el propio Coppola fue difícil convencer a los ejecutivos de la Paramount la inclusión de estos dos actores en el reparto principal. Parece que el modesto sueldo que percibieron fue el argumento contundente para que la productora los acepte. (Brando solo cobró cincuenta mil dólares por el papel, “un sencillo”; aunque lo salvó las regalías que obtuvo el filme a lo largo de los años).

Pero, “el gran valor añadido” de la cinta fue que no se trataba de “una película más” acerca del mundo de la Mafia, sino que Coppola la elevó sobre el común de los filmes del género al otorgarle un aliento trágico que envolvía el destino de los personajes. Existe “una predestimación de los dioses” más allá de la voluntad o el camino que decidan tomar. El caso más trágico es el del propio Michael Corleone, quien en un inicio se niega a tomar parte en los negocios de la familia y termina de jefe al morir su padre, ser asesinado su temperamental hermano mayor Sonny, y ante la debilidad de carácter de su hermano intermedio, Fredo.

En igual sentido, lo que se quiere proteger, termina siendo destruido. El caso más patente es el de la propia familia, la cual se busca proteger a toda costa (todo el esfuerzo de los Corleone se encamina a ello), siendo destruida o disgregada. Sonny asesinado, Fredo exiliado y luego ordenado asesinar por su propio hermano Michael, la familia de este último separada por los turbios negocios que no comparte su esposa Kay. (A la lista se debe añadir el asesinato de la primera y efímera esposa siciliana de Michael, el asesinato de su joven hija en la tercera parte de la saga, así como los intentos de asesinato de Vito y Michael Corleone).

Pero, también habla del poder y de los medios para consolidarse o llegar a él. Se percibe un aliento shakespiriano presente como en las célebres obras del bardo inglés. Esa consolidación en el poder es por medio de la violencia, pero usando sobretodo la inteligencia y la astucia. El más astuto o el más hábil es el que gana la partida, no el que tiene la fuerza bruta (las escenas violentas y de acción son escasas en el filme y se encuentran adecuadamente dosificadas). Las tres partes de El padrino se abren con un acontecimiento importante que congrega a la familia y “anuda” la trama, terminando con una serie de asesinatos que la resuelven.

Similar uso tienen las traiciones. El traidor casi siempre es del grupo íntimo de la familia, sea como el caso de Fredo por “ganarse unos dólares” por su cuenta o de los lugartenientes o parientes políticos de los Corleone. La traición, al ser descubierta, se paga con la vida. Se la considera como “el peor de los pecados”, al decir del Dante.

Fue interesante también el tratamiento de la Mafia. No fue presentada en su aspecto más violento u oscuro, sino que los jefes mafiosos son definidos como ciudadanos comunes y corrientes, “hombres de negocios” felizmente casados y con una familia de la cual se sienten responsables. Como ya se apuntó, tanto Vito como su hijo Michael, hacen lo que deben hacer por mantener a salvo a su familia. Desde ese punto de vista, existe una “justificación moral” de sus acciones, ganándose de esa manera la simpatía del público. (Se especula que este “lavado de cara” de la Mafia obedeció a las presiones que recibieron tanto Coppola como Puzo del crimen organizado, en vista que ambos son descendientes de italianos).

El padrino le otorgaría fama y fortuna temprana a Francis Ford Coppola. Y, a pesar que después “renegó” de su popular trilogía, lo cierto es que cimentó su carrera para proyectos futuros, uno de ellos la segunda parte (1974) que, excepción a la regla, sería mejor que la primera y catapultaría a otro joven y desconocido actor: Robert de Niro, encarnando al joven Vito Corleone. Años después se incorporó al díptico una irregular tercera parte (1990) que, según se dice, Coppola se animó a realizar más por cuestiones de dinero (sus proyectos anteriores no habían reportado la expectativa económica deseada) que por engrandecer su filmografía. Es opinión casi unánime que esa tercera parte es prescindible.

En cuanto a Brando, gracias a El padrino pudo relanzar su carrera en los años setenta en papeles memorables de filmes como El último tango en París, The Missouri Breaks o Apocalipsis ahora. Ni hablar del despegue que significó los roles para las carreras actorales de los jóvenes Al Pacino o Robert de Niro.

Asociado con la célebre melodía de Nino Rota, tarareada al infinito en todo el mundo, El padrino demostró una vez más que una obra concebida solo para ganar dinero (la Paramount buscaba desesperadamente un filme que la saque de la difícil situación económica en que se encontraba), trascurrido el tiempo puede ser apreciada tan fresca y vigente, como lo fue el día de su estreno, lo que sucede solo con los clásicos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Wednesday, April 04, 2012

5 ABRIL, 1992

Con el gobierno de Fujimori ha sucedido lo mismo que con el gobierno de Pinochet en Chile: nos guste o no su herencia ha continuado más allá de su mandato y más allá de su existencia física, incluyendo el modelo económico y la constitución política que impusieron.

Curiosamente ambos terminaron siendo juzgados. Uno por un juez allende las fronteras de su país de origen; el otro al pisar suelo chileno y ser extraditado y juzgado en su propio país. Ambos con personalidades controversiales que generaron y generan polarización: el ciudadano está a favor o en contra de ellos, pero difícilmente mantiene una posición neutral. Y ambos han dejado un legado político: en Chile los pinochetistas reciclados están en el poder, en Perú “los naranjas” casi lo logran.

En el caso peruano un detalle adicional: los votantes a favor del fujimorismo en las elecciones generales del 2011 fueron jóvenes que nacieron después de 1992, que nacieron junto a las reformas de libre mercado de Fujimori, siendo estas, por tanto, parte de su entorno social y, sea por instinto o por lo que sus padres les han contado, desde muy temprana edad: 1) son escépticos con respecto al ejercicio de la política y los políticos y 2) ven como un hecho natural a la economía de mercado.

No creen en “los políticos tradicionales”, lo que no es culpa de ellos, sino de los propios partidos y políticos que no supieron o pudieron estar a la altura de los cambios que se requerían en el país post Fujimori.

En cambio, el ansía de enriquecimiento rápido, el confort y lo que el dinero puede comprar es la nueva ideología de estos jóvenes que nacieron al calor y las contradicciones de las reformas neoliberales de los años noventa.

Volviendo a las coincidencias entre ambos gobernantes, estas no son casualidades del destino, suceden cuando un país se encuentra en una grave crisis sea política, social o económica o, peor aún, todas juntas. En Chile, la anarquía y el desgobierno que se vivió en los últimos años de Unidad Popular “justificó” al gobierno dictatorial que vendría después. En Perú, el terrorismo, la hiperinflación, el desgobierno y latrocinios de fines de los ochenta fueron la justificación necesaria para el gobierno autocrático de Fujimori. Fue “la solución” que encontró la sociedad peruana para resolver sus problemas. De nuevo lo reitero: nos guste o no.

Es posible que para una minoría intelectual de tendencias liberales y democráticas, esa no hubiese sido la solución ideal. Siempre han argumentado que las reformas neoliberales pudieron ejecutarse “en democracia”, con consenso de los actores políticos. Creo que más son buenos deseos o condenas políticas que realidades tangibles. Para una sociedad poco democrática, prejuiciosa, racista y poco integrada como la peruana, “el autogolpe” fue la justificación idónea para la expiación de todos nuestros “pecados”. Y los llamados “políticos tradicionales”, los chivos expiatorios perfectos. El mito del “hombre fuerte” subsiste en el imaginario popular. De allí que el autogolpe del 5 de Abril fue aplaudido mayoritariamente por el ciudadano común. No tuvo resistencias de la sociedad. Y es posible que de repetirse en el futuro tampoco las tenga.

1992 fue el momento oportuno para enrarecer el clima democrático. Fujimori gobernó prácticamente sin oposición por ocho años consecutivos aplicando “la yuca y el bacalao”, sicosociales a la orden, chuponeos y “una corte de geishas” que adulaban al poder (algunos de ellos adecuadamente reciclados luego del año 2000), mientras las privatizaciones y el dinero conseguido por estas en más de una oportunidad tuvieron fines poco trasparentes. Todo acompasado “al ritmo del chino”.

Reitero. El “autogolpe” del 5 de Abril no se habría producido de no existir los elementos que lo hicieron propicio. En otras palabras: la debilidad de los partidos políticos y su escasa representatividad e institucionalidad no fueron el efecto, sino la causa del fujimorismo y de cualquier tendencia totalitaria. No es culpa de este la debilidad (y torpezas) de aquellos.

¿Se podrá repetir a futuro un 5 de Abril? Yo creo que sí. No tenemos las instituciones ni los cimientos democráticos tan sólidos como para detener cualquier intento autocrático. Si, hipotéticamente, el gobierno de Humala se trasforma en un gobierno autocrático pero con “resultados” (beca 18, pensión 65, cuna más, etc.), la gente común y corriente lo apoyará en caso quiera perpetuarse en el poder él o su familia. Ya no mencionemos a los que tienen el verdadero poder, “los que cortan el jamón”, a ellos jamás les ha interesado la democracia y los derechos humanos, con tal que los dejen hacer sus negocios.

Un 5 de Abril está latente en nuestra historia.

Pero, la historia del autogolpe enseña otra lección: los que quieran perpetuarse en el poder más allá de su mandato terminan mal. Le sucedió a Fujimori y décadas atrás a otro estadista controversial: Augusto Leguía. Así, de existir una “vocación totalitaria” en el presente gobierno e intentos de perpetuarse en el poder, mejor lo piensan dos o hasta tres veces antes de acometerlo. Las consecuencias serían nefastas para el país como para aquellos que se enfrasquen en tan insensata aventura.

Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es