Wednesday, April 04, 2012

5 ABRIL, 1992

Con el gobierno de Fujimori ha sucedido lo mismo que con el gobierno de Pinochet en Chile: nos guste o no su herencia ha continuado más allá de su mandato y más allá de su existencia física, incluyendo el modelo económico y la constitución política que impusieron.

Curiosamente ambos terminaron siendo juzgados. Uno por un juez allende las fronteras de su país de origen; el otro al pisar suelo chileno y ser extraditado y juzgado en su propio país. Ambos con personalidades controversiales que generaron y generan polarización: el ciudadano está a favor o en contra de ellos, pero difícilmente mantiene una posición neutral. Y ambos han dejado un legado político: en Chile los pinochetistas reciclados están en el poder, en Perú “los naranjas” casi lo logran.

En el caso peruano un detalle adicional: los votantes a favor del fujimorismo en las elecciones generales del 2011 fueron jóvenes que nacieron después de 1992, que nacieron junto a las reformas de libre mercado de Fujimori, siendo estas, por tanto, parte de su entorno social y, sea por instinto o por lo que sus padres les han contado, desde muy temprana edad: 1) son escépticos con respecto al ejercicio de la política y los políticos y 2) ven como un hecho natural a la economía de mercado.

No creen en “los políticos tradicionales”, lo que no es culpa de ellos, sino de los propios partidos y políticos que no supieron o pudieron estar a la altura de los cambios que se requerían en el país post Fujimori.

En cambio, el ansía de enriquecimiento rápido, el confort y lo que el dinero puede comprar es la nueva ideología de estos jóvenes que nacieron al calor y las contradicciones de las reformas neoliberales de los años noventa.

Volviendo a las coincidencias entre ambos gobernantes, estas no son casualidades del destino, suceden cuando un país se encuentra en una grave crisis sea política, social o económica o, peor aún, todas juntas. En Chile, la anarquía y el desgobierno que se vivió en los últimos años de Unidad Popular “justificó” al gobierno dictatorial que vendría después. En Perú, el terrorismo, la hiperinflación, el desgobierno y latrocinios de fines de los ochenta fueron la justificación necesaria para el gobierno autocrático de Fujimori. Fue “la solución” que encontró la sociedad peruana para resolver sus problemas. De nuevo lo reitero: nos guste o no.

Es posible que para una minoría intelectual de tendencias liberales y democráticas, esa no hubiese sido la solución ideal. Siempre han argumentado que las reformas neoliberales pudieron ejecutarse “en democracia”, con consenso de los actores políticos. Creo que más son buenos deseos o condenas políticas que realidades tangibles. Para una sociedad poco democrática, prejuiciosa, racista y poco integrada como la peruana, “el autogolpe” fue la justificación idónea para la expiación de todos nuestros “pecados”. Y los llamados “políticos tradicionales”, los chivos expiatorios perfectos. El mito del “hombre fuerte” subsiste en el imaginario popular. De allí que el autogolpe del 5 de Abril fue aplaudido mayoritariamente por el ciudadano común. No tuvo resistencias de la sociedad. Y es posible que de repetirse en el futuro tampoco las tenga.

1992 fue el momento oportuno para enrarecer el clima democrático. Fujimori gobernó prácticamente sin oposición por ocho años consecutivos aplicando “la yuca y el bacalao”, sicosociales a la orden, chuponeos y “una corte de geishas” que adulaban al poder (algunos de ellos adecuadamente reciclados luego del año 2000), mientras las privatizaciones y el dinero conseguido por estas en más de una oportunidad tuvieron fines poco trasparentes. Todo acompasado “al ritmo del chino”.

Reitero. El “autogolpe” del 5 de Abril no se habría producido de no existir los elementos que lo hicieron propicio. En otras palabras: la debilidad de los partidos políticos y su escasa representatividad e institucionalidad no fueron el efecto, sino la causa del fujimorismo y de cualquier tendencia totalitaria. No es culpa de este la debilidad (y torpezas) de aquellos.

¿Se podrá repetir a futuro un 5 de Abril? Yo creo que sí. No tenemos las instituciones ni los cimientos democráticos tan sólidos como para detener cualquier intento autocrático. Si, hipotéticamente, el gobierno de Humala se trasforma en un gobierno autocrático pero con “resultados” (beca 18, pensión 65, cuna más, etc.), la gente común y corriente lo apoyará en caso quiera perpetuarse en el poder él o su familia. Ya no mencionemos a los que tienen el verdadero poder, “los que cortan el jamón”, a ellos jamás les ha interesado la democracia y los derechos humanos, con tal que los dejen hacer sus negocios.

Un 5 de Abril está latente en nuestra historia.

Pero, la historia del autogolpe enseña otra lección: los que quieran perpetuarse en el poder más allá de su mandato terminan mal. Le sucedió a Fujimori y décadas atrás a otro estadista controversial: Augusto Leguía. Así, de existir una “vocación totalitaria” en el presente gobierno e intentos de perpetuarse en el poder, mejor lo piensan dos o hasta tres veces antes de acometerlo. Las consecuencias serían nefastas para el país como para aquellos que se enfrasquen en tan insensata aventura.

Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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