Friday, July 13, 2012

EL PRI REGRESA AL PODER

Existe un viejo dicho que en política no hay muertos. En cierta forma se cumple con el regreso del Partido Revolucionario Institucional a la presidencia de México.

Si bien el PRI no estuvo del todo apartado del poder, dado que conservó en estos doce años varias gobernaciones, municipios y representantes en los congresos estatales y el federal, el hecho está más bien relacionado con el regreso al sillón presidencial, el cargo más ostentoso e importante en México, lo que ha causado inquietud por sus viejas prácticas y mañas adquiridas en setenta años ininterrumpidos de ejercicio cuasi solitario del poder.

En principio habría que preguntarse por qué regresó luego de doce años “de andar en el desierto”.

Por lo general el regreso de viejas figuras o viejos partidos obedece al desgaste del partido en el poder y que las nuevas opciones no convencen del todo.

El desgaste del partido en el gobierno, el PAN, luego de doce años en la presidencia, tiene como causa principal la violencia que ha traído la guerra contra el narcotráfico con 60,000 muertos (casi la misma cantidad “oficial” de muertos que tuvimos nosotros en la época más dura del terrorismo), así como el aumento en la brecha entre pobres y ricos lo que a su vez origina desigualdad social. En otras palabras, en la estrategia de “guerra interna” los costos son muy altos y los resultados casi nulos; mientras que con las recetas de “libre mercado” las diferencias sociales se han agudizado.

Matices más, matices menos, el fracaso del PAN obedece a esos dos factores. Existen otros como la corrupción eterna en México o la abierta declaración del ex presidente panista Vicente Fox a favor de Enrique Peña Nieto, el candidato opositor a su agrupación política; pero principalmente los dos factores antes señalados fueron decisivos para que la diosa Fortuna diera la espalda al partido que arrebató al PRI la presidencia en el año 2000. Aparte de ello, en México la solidez institucional de los partidos políticos es superior a la peruana, donde agonizan en una muerte lenta o a plazos.

Podemos decir que en la designación de Peña Nieto, y más allá de “la compra de votos” denunciada por el segundo en discordia, López Obrador, se aplicó el viejo adagio “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Aunque el retorno a la presidencia supondrá el temor inconciente del retorno de estos malos hábitos y una presumible nueva eternización en el poder.

Personalmente no lo creo. Las circunstancias y condiciones que rodean el triunfo de Peña son otras. Enrique Peña gana con un discurso ambiguo y amplio más una imagen carismática. Fue “un lavado de cara” del PRI, algo similar –salvando las distancias- a la que ocurrió con la candidatura de Alan García para la presidencia en 1985: discurso amplio e inclusivo, promesas electorales genéricas, candidato carismático y toques efectistas de publicidad, respaldado por un sólido partido y los medios de comunicación.

El candidato era idóneo para este “reencauche político”. Otra cosa distinta es el ejercicio de la presidencia en México, casi siempre marcada por signos autoritarios (el presidente elegía a su sucesor más o menos a la usanza romana, era el conocido “tapado”). Sobre lo que sucederá solo caben conjeturas, pero lo más probable es una continuación “en piloto automático” de las políticas de su antecesor, quizás con algunos cambios de estilo, pero sin alterar la esencia. Igual en el modelo de mercado, de repente hasta se atreva a privatizar o por lo menos invitar a capitales privados en coparticipación a fin de modernizar la todopoderosa PEMEX; claro, si cuenta con el respaldo de su partido y los sindicatos. En la lucha contra el narcotráfico, continuará con la política represiva o quizás baje la intensidad, si es cierto que muchos de sus compañeros priistas están metidos en profundas alianzas con narcos locales. De la corrupción ni que se diga, ese es un mal endémico de la sociedad y el estado mexicano. “La mordida” es el ejercicio nacional.

En fin, quizás no será mucho lo que cambie, para bien o para mal, y de repente de acá a seis años vuelva a abandonar el poder el viejo partido institucional. Por lo menos eso se espera para que el relevo oxigene el sistema democrático.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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