Tuesday, November 27, 2012

DE NUEVO EL MOVADEF


La alarma que significa el crecimiento del Movadef, sobretodo entre jóvenes universitarios, ha aparejado una reacción contraria: cerrarle los resquicios de la legalidad y la inclusión política a los post senderos o acuerdistas de 1992 (de la línea que demanda una solución política para los problemas derivados de la guerra). Dentro del paquete de medidas estaría el proyecto de ley del negacionismo propuesto por el ejecutivo, la amenaza del Fiscal de la Nación de declarar ilegal al movimiento, la recientemente ley aprobada que reprime duramente el financiamiento de actos terroristas o la separación de los claustros universitarios de profesores y alumnos simpatizantes, amén de un sinfín de denuncias y expresiones de rechazo de distintas organizaciones y personas, sean de derecha o de izquierda.

La pregunta es si el Movadef pone en riesgo la democracia o, de no ser así, si sería posible permitirle el ingreso a la vida política oficial.

Personalmente me inclino por la segunda opción, a la inclusión del movimiento en la vida política oficial. No es que tenga plena certeza de su sinceramiento democrático (estoy de acuerdo en que sus activistas sean seguidos por inteligencia), pero tampoco es un grupito de lunáticos que buscan reiniciar “la lucha arnada”; o, por lo menos, la opción radical no es la única dentro del Movadef. Están los otros, los que quieren participar en política, sea en las próximas elecciones regionales y municipales, como en las generales del 2016.

La forma más inteligente que dejen las armas o que sean una minoría inocua los que la propugnen, es incluyéndolos en la vida política oficial. Negándoles el acceso, la opción radical podría tener preeminencia en el Movadef, con una organización clandestina o semiclandestina sólida y “cuadros duros”, dispuestos, cuando las circunstancias lo permitan, a reiniciar “la guerra popular”. Incluyéndolos, ese peligro disminuye.

Se que es difícil para un gobierno tomar una decisión así, sin ser acusado de “tonto útil” o algo peor y, de tomar una decisión inclusiva, el costo político sería elevado, con consecuencias dramáticas para los actores involucrados, sean del gobierno o de la oposición, por lo que prefieren optar por lo “políticamente correcto” que es proscribir al Movadef, en una posición intransigente y sin matices.

Pero la historia demuestra que las opciones inclusivas son las más idóneas a largo plazo, como sucedió por ejemplo con el APRA, que de ser un partido que buscaba llegar al poder por las armas en los años treinta pasó a ser un partido democrático años después; o la izquierda legalizada hacia fines del gobierno militar y que del discurso radical pasó a sostener el sistema. Ya no hablemos de las experiencias en el continente o fuera de él de partidos políticos con procedimientos violentos que pasaron luego a integrar y renovar el sistema político. Aunque resulte paradójico, la inclusión del Movadef oxigenaría nuestro raído sistema de partidos políticos (lo cual no quiere decir que se atienda su pedido de “amnistía” para Abimael Guzmán y los principales mandos senderistas).

Lo bueno que tenemos como sociedad es que estamos “vacunados” contra dos nefastas “enfermedades” que azolaron al Perú de los ochenta: la hiperinflación y el terrorismo. Muy difícil que la historia se repita. Así como colocamos una serie de candados y trancas constitucionales y legales para impedir el desborde demagógico en economía; así también nos inmunizamos contra el terror adquiriendo reflejos de reacción inmediata como lo demostró la marcha por la paz y la democracia.

Incluyendo en la escena oficial al Movadef estará más a la vista, con los reflectores encima se podrá debatir con sus representantes y se podrá extraer conclusiones de su proceder que simplemente negándolos. Cortando esa posibilidad pasaría al reino de las sombras con pronóstico incierto para el país y la democracia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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