Tuesday, November 06, 2012

LA PARADA O UNA GOLONDRINA NO HACE EL VERANO


Más allá de las imágenes que vimos el jueves por la tarde y el sábado, cuando fue acordonado el ex mercado mayorista La Parada, el asunto tiene distintas aristas desde donde puede ser enfocado: sociológico, político, jurídico-legal o administrativo.

Sentimentalmente podemos decir que los lumpen contratados por los comerciantes como “fuerza de choque” son la expresión de una sociedad injusta que no les otorgó las oportunidades debidas a esos jóvenes u hombres que murieron baleados (y que probablemente le cuesten al estado un juicio promovida por alguna ONG de derechos humanos); en lo político podemos decir que al final de cuentas y en medio de la revocatoria aprobada fue “un triunfo” de la alcaldesa de Lima que se atrevió a lo que otros burgomaestres no se atrevieron jamás, con el consiguiente costo político. Quizás algo de razón hay en eso. Jurídicamente añadiríamos que el estado ha hecho uso del monopolio de la violencia a fin de imponer el principio de autoridad y el respeto a la ley.

Sobre eso último quisiéramos reflexionar brevemente: en toda sociedad organizada el principio de autoridad y respeto a la ley es parte importante del “contrato social” para vivir en comunidad: nadie puede hacer lo que quiere, sino bajo ciertos parámetros, y esos parámetros se encuentran en enunciados abstractos y genéricos que se denominan “ley”. Si no se respetan existe una sanción.

Sobre la sanción podemos acotar que no se trata solo de “hacer pagar al culpable”, sino que el hecho sancionado sirva de ejemplo para otros casos. Si el acto trasgresor es sancionado adecuadamente (con todas las garantías de un debido proceso) servirá de ejemplo para que otros no repitan el mismo acto a sabiendas de lo que les va a suceder (lo cual conlleva naturalmente a que la sanción contenga penas severas).

La reubicación de la Parada, imponiendo el principio de autoridad y el respeto a la ley, fue la excepción a la regla en nuestro agitado clima social; en vista que por lo general las acciones vandálicas como “tomas de carreteras”, quemas de edificios públicos o privados y la pérdida de vidas humanas y patrimonio, quedan impunes. Casi nunca se sanciona a los trasgresores, lo que motiva copiar conductas delincuenciales a sabiendas que no habrá sanción efectiva posterior. Ironías de la vida, “el principio de autoridad” lo tuvo que imponer un grupo político de izquierda -Fuerza social-, más bien proclives al no uso de la fuerza contra sectores populares.

De repente por tratarse de la capital y de un hecho tan notorio (y que circuló por todo el mundo) esta vez el estado ha querido hacer respetar el principio de autoridad y el respeto a la ley. Es un buen paso, pero como dice el dicho “una golondrina no hace el verano”. Para que el efecto se replique y se consolide en el tiempo, de ahora en adelante todo acto perturbatorio del orden público y la paz social debería exigir la mayor firmeza del estado, por más que el hecho se produzca en una provincia olvidada del Perú. Todos sabemos que ello no va a suceder. En principio, habría que hacer muchos cambios, como “empoderar” al policía de la calle, lo que obviamente pasa por una reforma profunda del Ministerio del Interior y las fuerzas policiales; así como los políticos arriesgarse al costo de ciertas medidas impopulares, y algunos “bien pensantes” desterrar de su léxico, ideología y forma de ser esa visión sensiblera y oportunista de los problemas sociales.

Una golondrina no hace el verano.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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