La reacción de rechazo que originó el
sorteo de “voluntarios” al servicio militar indica que algo está cambiando para
bien en la sociedad peruana. Los menos favorecidos son tomados en cuenta; hecho
que no hubiese ocurrido hace apenas treinta años atrás, donde se hubiese
impuesto la leva obligatoria y la idea de “servir a la patria” como excusa de
las conscripciones forzosas en los sectores populares.
El tránsito de servicio militar obligatorio
a voluntario conlleva una serie de elementos adicionales relacionados con
“hacer atractivo” el servicio. La idea de patria en abstracto ya no funciona;
tienen que existir incentivos más concretos como la paga, condiciones de
alojamiento (rancho, trato), estudios de especialización, posibilidad de hacer
carrera militar para quien le guste y el riesgo. Recordemos que en el VRAEM
existe un foco de narcotráfico muy difícil de erradicar, y mucho se especuló
que parte de los enrolados iba a servir allá. Suerte de carne de cañón a bajo
costo.
Asimismo, se comentó que la ley era
discriminatoria en vista que permitía eludir el servicio a quien pagase la
multa, cuyo monto iba a poder ser solventado únicamente por jóvenes de los
sectores medios y altos, más no de los sectores populares. Igual sucedía con la
discriminación de los estudiantes de carreras técnicas, los que de ser llamados
deberían enrolarse, pero no los universitarios, existiendo una segunda
discriminación. Aparte que quien rehusase enrolarse pasaba a tener el estatus
de “muerto civil”, en vista que se le recortaban varios de sus derechos civiles
más importantes.
Todo ello es cierto, pero hay un
detalle importante: la ley se promulgó en el gobierno anterior aprista y en ese
momento no causó tanto revuelo, sobretodo por la excepción a la regla que de su
naturaleza voluntaria se convertía en un encubierto servicio obligatorio. De
repente el gobierno de Humala y el propio presidente en vez de “comprarse el
pleito” tozudamente, debieron proponer los cambios legislativos y no
“acomodarse” a una ley que desfavorecía a quien carecía de recursos económicos.
La actitud del gobierno (comenzando
por el presidente) fue la del “patrón prepotente” que impone las condiciones
sin escuchar a los demás. Allí falló, sus alegatos a favor del servicio militar
fueron desastrosos y el resto es historia conocida.
Desde que en distintos países de
América Latina el servicio militar pasó de obligatorio a voluntario, la tensión
y los conflictos generados entre incentivos que sean atractivos y la necesidad
de cubrir plazas de soldados en las fuerzas armadas continuará. No será esta la
última controversia que presenciemos. Quizás el asunto estaba no tanto en pasar
abruptamente a un servicio voluntario, sino en cómo hacer más atractivo un
servicio militar obligatorio donde participen todos los mayores de 18 años sin
distinción material alguna.
Un servicio militar que no sea reflejo
de la situación de servidumbre muy al estilo gamonal previo a 1968,
donde el patrón prepotente y abusivo era reemplazado por el oficial igualmente
prepotente y abusivo. Para decirlo de otra manera: el viejo servicio militar
obligatorio se quedó en esa etapa oligárquica pre-ciudadana, cuando la sociedad
peruana ha evolucionado en horizontalidad.
Algo está cambiando en nuestra
anquilosada estructura social y van penetrando poco a poco ideas más
democráticas y el concepto de ciudadanía no se queda solo en el papel. Algo
está cambiando…
Eduardo
Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
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