Thursday, August 01, 2013

LA GRAN CONTINUACIÓN: AL TERCER AÑO DEL GOBIERNO DE HUMALA


El pronunciar un discurso sin sorpresas es bueno, en el sentido que nos aleja de anuncios cataclísmicos, de parteaguas polarizantes como el anuncio de la estatización de la banca en el primer gobierno de García o los confrontacionales discursos de Fujimori contra los “políticos tradicionales” en los años noventa. En ambos casos, la confrontación pura y dura cavó las tumbas políticas de los dos ex presidentes. En el caso de García le costó años de ostracismo y a Fujimori la cárcel.

 

Pero si el no anuncio de decisiones apocalípticas, así como continuar con lo positivo de sus antecesores en el cargo, nos aleja de la inmadurez y los complejos de Adán; un discurso de recuentos y buenas intenciones vacías como que no satisface las expectativas. Se parece a esos sánguches light que son vistosos pero no llenan. Algo de eso pasó al escuchar este 28 de Julio al presidente Humala comenzando su tercer año de gobierno.

 

Por lo general cuando no se dice nada puede deberse a dos supuestos: u oculta algo muy secreto y no lo quiere divulgar, por lo que “distrae” con actitudes intrascendentes; o sencillamente no tiene nada que decir. Creo que en el caso de nuestro presidente fue lo segundo.

 

El cambio de la gran trasformación a la hoja de ruta y luego a la gran continuación (o gran decepción como otros la califican) fue tan vertiginoso en el ahora presidente Humala que cuesta creer en cambios tan radicales y sinceros producidos en tan corto tiempo. Un cambio tan radical y rápido como, por ejemplo, el supuesto improbable de ver de la noche a la mañana a Lourdes Flores exhortando a sus huestes a incendiar la sede central del Banco de Crédito o de la Confiep. Difícil de creer.

 

Pero a Ollanta Humala creo le sucedió lo que a muchos otros presidentes de izquierda en el continente: perdió su autenticidad cuando llegó al poder. El libreto propio fue sustituido por otro, el cual no le convence mucho ni a él cuando lo dice ni a su auditorio cuando lo escucha, pero lo debe seguir si quiere mantenerse en el poder. Por ello, cuando de vez en cuando le sale su “corazoncito chavista” se aprecia al Humala auténtico, al nacionalista que quiso comprar Repsol o estatizar la economía como único camino al desarrollo. Es el Ollanta Humala que tiene como inspiración directa la prédica revolucionaria del general Velasco, el Humala que estoy seguro se conoce de memoria los discursos del “general de los pobres”. Ese es el Humala más natural, el que de vez en cuando “sale del closet” y vuelve a meterse cuando arrecian las lluvias de críticas. Y, salvando las distancias y los personajes, lo mismo le pasaría a Gregorio Santos o al Padre Arana en el muy improbable caso que lleguen a la presidencia de la república: una vez en el poder estarían tratando de persuadir sin mucho éxito a sus seguidores que la ortodoxia económica y el dejar hacer del mercado son los mecanismos idóneos para el desarrollo (y de refilón exclamarían que “Conga va”).

 

Esas contradicciones entre “el antiguo y el nuevo Humala” lo agarran en el tercer año de su gobierno sin convencer demasiado en su nuevo papel de custodio del establishment y guardando en el desván de los recuerdos al antiguo e incendiario personaje antisistema. Lo malo es que lo coge en un momento donde el “piloto automático” de la economía no va a ser suficiente, donde los poderes fácticos están pendientes de cautelar sus intereses al menor desvío del presidente, y con un peligroso aislamiento político que lo puede hacer cometer graves errores. Y son tres años los que tiene por delante.

 

Por lo visto, la gran trasformación está enterrada y difícilmente va a resucitar; pero la gran continuación tampoco lo va a ayudar mucho.

Eduardo Jiménez J.

ejjlaw@yahoo.es

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