Luego de la abrupta salida del premier
Villanueva y la más que evidente intervención en esta de la primera dama, cabe
preguntarse las razones. ¿Simple alarde?, ¿devaneos de chiquilla sin experiencia
política y “loquita por el poder” como dijo su suegro?
Creo que los motivos no van por allí. O
por lo menos no son los medulares. Que no se guardó las formas, es cierto; pero
que sea un simple alarde de la primera dama me parece dudoso.
Nuestra hipótesis es que ella apunta a
una mejor administración en los dos años que le restan a este gobierno, lo cual
le permita remontar en las encuestas ante una probable candidatura presidencial
de su persona o de quien funja de locomotora
nacionalista el 2016.
El asunto no es fácil; pero en el
ejecutivo han perfilado un gabinete técnico
más que político, con una PCM de perfil bajo (el actual premier es un “técnico”
que ha ofrecido sus servicios a todos
los gobiernos de turno) y quizás en la idea que un gabinete aséptico hará mejor
las cosas. Se ha librado casi de cualquier rasgo político desde que movió a los
quisquillosos ministros de izquierda en los primeros meses del régimen y, ahora último, al premier Villanueva, quien
mostraba una agenda más personal y que pasaba por el diálogo con las fuerzas de
oposición.
Incluso el aumento de sueldo a los
ministros –que tuvo el patrocinio de la primera dama-, a la luz de los hechos
posteriores tuvo su razón de ser: atraer profesionales “químicamente puros”,
incontaminados de cualquier rasgo político-partidario a trabajar para el
estado.
La idea no es nueva, Fujimori en los
noventa también la aplicó: tuvimos un estado más o menos eficiente (o con islas
de excelencia), con altos sueldos de tecnócratas y sueldos paupérrimos en la
base de la pirámide, pero carente de objetivos nacionales… O, mejor dicho, “el
objetivo nacional” era la reelección inmediata del presidente de la república. Era
“el pensamiento guía” de dicha comparsa, mientras se peleaba con “los políticos
tradicionales” (los “malos de la película”).
Aparte que un gabinete técnico es “más manejable” que uno político; sobretodo
cuando existen “poderes paralelos”, en la sombra, pero con más poder real que
los ministros que firman las resoluciones.
Película ya vista donde todos
conocemos el final.
Tengo mis dudas que un gabinete
técnico pueda hacer mejor gobierno. Será un buen administrador, eso no me cabe
duda, pero difícilmente podrá alcanzar objetivos nacionales que requieren
consenso político (educación, salud, empleo, la siempre debatida reforma del
estado). Como decía Luis Bedoya Reyes, en su época de alcalde, los técnicos se alquilan. Tenía razón
don Luis. Basta ver el lamentable y poco ético papel que desempeñó el técnico ministro de economía en la
salida del premier Villanueva.
Solo espero, por el bien del país, no
se repita la historia de los años noventa (“poderes en la sombra”, desprestigio
de lo político, uso y abuso de los recursos públicos). Que por estas tierras
tenemos la mala costumbre de repetir las mismas historias pero con actores
diferentes. Ya sabemos como terminaron los actores de aquel drama. No voy a
fungir de adivino, pero no vaya a ser que de acá a algunos años quien esté en
el banquillo de los acusados sea nuestro actual presidente clamando ¡soy inocente!
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
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