Wednesday, March 26, 2014

SUÁREZ

Los “héroes” de la democracia no deslumbran tanto como los de la antigüedad. Es que la democracia, nos guste o no, es un sistema anodino, sin grandes epopeyas que narrar. Por eso, llaman más la atención aquellos que “desafían al sistema”, así sea solo de palabra. O intelectuales que “abracen” algún socialismo, siquiera “el del siglo XXI”, algo deslustrado últimamente por cierto. Difícilmente un joven quisiera ser un Jean-François Revel o un Raymond Aron como intelectual, menos un Adolfo Suárez o un Felipe González como operadores políticos.

Pero fue Adolfo Suárez uno de los personajes claves para llevar a cabo la transición española, ese experimento político tan alabado y estudiado en todas partes. El camino pacífico hacia la democracia, el experimento político que permitía una transición sorteando los graves peligros iniciales y los poderes fácticos que se oponían al cambio. Gracias a Suárez y a un pequeño grupo se pudo soslayar los fantasmas de la Guerra Civil, tan presentes en la sociedad española. El otro personaje eje de aquellos años difíciles fue Santiago Carrillo, el viejo dirigente comunista, luchador de las barricadas en la guerra que partió a España en dos. Ironías de la historia: un franquista y un comunista de la mano hacia la democracia representativa. Realismo político que le dicen. El tercero, de ese inicial grupo minoritario, fue el propio Rey Juan Carlos, figura gravitante para el cambio y que curiosamente fue formado por el mismísimo Franco para que después de su muerte conduzca un gobierno que deje las cosas como estaban.

Gracias a un derechista reciclado, un izquierdista igualmente reciclado y a un rey Borbón, se pudo sortear los graves peligros, incluyendo “la noche de los tricornios”, cuando en 1981 un grupo de policías invadió el Congreso de los Diputados para intentar regresar al pasado. Otra vez Suárez, junto a Carrillo y al propio Rey fueron determinantes para develar el motín de los policías. El gesto de Suárez de no tirarse al suelo a los primeros disparos e increparle a Tejero para que deponga su actitud fue el gesto heroico, arriesgado, que pocas veces un político hace. Como decimos nosotros hay que tener huevos para enfrentarse a un tipo nervioso y con una pistola en la mano.

El Alzheimer lo hizo perder los recuerdos de aquellos memorables años. La ingratitud de los españoles y en especial de la clase política, también. Muerto, se quiere lavar ofensas del pasado. Imagínense qué político ahora recibe el último adiós de su pueblo formando colas de más de dos kilómetros a intemperie y en pleno frío nórdico.

El homenaje que recibió de cuerpo presente quiere resarcir en parte esa ingratitud y demuestra que la democracia puede tener héroes tan grandes como los del mundo antiguo.
Eduardo Jiménez J.

ejjlaw@yahoo.es

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