Monday, April 21, 2014

HASTA SIEMPRE GABO

Por mérito propio es uno de los grandes de las letras hispanoamericanas del siglo XX. Solo con Cien de años de soledad, su novela más emblemática, hubiese pasado a la inmortalidad.

Curiosamente, a Gabo le pasó lo mismo que a Cervantes en el siglo XVII: para este Los trabajos de Persiles y Segismunda era su pasaporte al parnaso literario; García Márquez siempre defendió que El amor en los tiempos del cólera era su mejor novela. Sin embargo, uno pasó a la eternidad con El Quijote de la Mancha y el otro siempre será recordado por Cien años de soledad.

Quizás Cien años… es su novela más acabada, aquella que tiene inspiración de los dioses. Gabo “levita”. Y no es para menos. Se preparó con anteriores libros que describían ese fabuloso mundo como La hojarasca o Los funerales de la mamá grande, y Cien años de soledad era el resultado natural, la culminación del ciclo de Macondo, final apocalíptico, con trasfondo bíblico.

Pero, al publicarla, Gabo contaba con apenas cuarenta años de edad, por lo que tenía una “carrera literaria” por delante. Época del boom latinoamericano, combinación de notable talento con marketing editorial, los escritores de aquella generación debían entregar a su editor, bajo contrato, una nueva obra cada cierto tiempo. Por lo que el escritor estaba obligado a “dar algo” que estuviese a la altura de su prestigio. No siempre lo lograban (prueba de ello son las innumerables novelas menores tanto de Vargas Llosa como del propio García Márquez); pero en GGM dos novelas post Macondo son realmente muy buenas: El amor en los tiempos del cólera y El general en su laberinto, magistral obra sobre los últimos días de Simón Bolívar. A ellas dos podemos sumar su primer tomo de memorias, Vivir para contarla.

El cine fue otra de sus pasiones. Incluso el García Márquez joven se matriculó en una escuela de cine en Roma. Su cinefilia no solo comprendía los comentarios de películas, sino escribir guiones y, posiblemente lo más importante, la promotoría cultural. Fue el de la iniciativa para la Academia de Cine en Los Baños – Cuba. Gracias a su prestigio, pudo llevar a la isla a realizadores de diferentes partes del mundo, incluyendo norteamericanos, a fin que vuelquen su experiencia en los jóvenes cineastas latinoamericanos. A casi treinta años, la experiencia de Los Baños no ha sido todavía adecuadamente sopesada; pero sospecho que el impacto en la formación de los jóvenes cineastas no fue tan grande como Gabo lo deseaba, en parte por la misma situación que se vive actualmente en Cuba y los problemas que arrastra desde hace varios años el modelo de socialismo cubano.

No tuvo igual suerte con las adaptaciones de sus novelas. Quizás por la inexorable ley que determina que de una buena novela es muy difícil hacer una buena película, en cambio de una mala novela sí se puede hacer una buena película. Algo de cierto hay. Es muy difícil adaptar una buena novela (hay excepciones como las adaptaciones de El gatopardo o Muerte en Venecia, ambas de Luchino Visconti), salvo que se realicen adaptaciones parciales o libres; en cambio las malas novelas, por el hecho de ser malas, pueden ser mejoradas y recreadas por un buen director con la complicidad de un hábil guionista, trasformándolas en una buena película. Cual destino trágico, a las obras de García Márquez se aplicó dicha ley.

La parte política fue la más discutible de Gabo. Su férrea defensa del régimen castrista le granjeó algunos enemigos y rivales, incluyendo al propio Mario Vargas Llosa, que tomó una posición radicalmente distinta con respecto a Cuba y al socialismo real. No obstante, Gabo no era un ideólogo como MVLL. Mario es un sistematizador lógico y coherente de una ideología. Sus ensayos y artículos periodísticos no tienen fisuras en la defensa y toma de posición sobre el liberalismo como ideología política. Gabo más fue un compañero de ruta del régimen cubano, un amigo leal que se encuentra al lado en las buenas y en las malas.

Dicho sea de paso, el célebre puñetazo que le infirió Vargas Llosa a García Márquez en los años setenta trascendió lo anecdótico personal (se decía que Gabo estaba enamorando a la esposa de Mario o, como decimos los peruanos, la estaba afanando). Ese puñetazo marcó el fin de una amistad y la separación ideológica de dos amigos que en los años previos defendieron a capa y espada la revolución cubana. Después de ese KO el boom ya no fue el mismo.

Personaje querible y carismático, lo cierto es que Gabo será recordado más por sus novelas que por las enemistades o posiciones políticas. Esta es una buena ocasión para entrar al fabuloso mundo que construyó con palabras o, si ya se conoce, volverse a internar. No hay pierde.
Eduardo Jiménez J.

ejjlaw@yahoo.es

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