Thursday, October 30, 2014

¿EN QUÉ MOMENTO SE JODIÓ BENEDICTO JIMÉNEZ?



Por: Eduardo Jiménez J.
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La capacidad subjetiva de albergar en una sola persona el bien y el mal, lo hace un personaje llamativo para la ficción. El bien y el mal reunidos en un único ser, como es en la vida real. Un policía honesto, artífice de la captura del siglo, pasó de héroe a villano en las mismas páginas policiales que cubrían la hazaña de capturar a Abimael Guzmán en aquel, ya lejano, 1992.
La respuesta más directa a la pregunta del título es que lo jodió la ambición, el dinero fácil, algo que no se consigue siendo honesto. De allí a contactar con las personas equivocadas, como el clan Orellana, solo hay un paso. Pero, creo hay algo más en el caso de Benedicto Jiménez.
El ser relegado en su propia institución luego de ser actor principal en “la captura del siglo”, mientras otros, con menos méritos que él, eran promovidos; el pasar al retiro y vivir con una pensión modesta; el no sentirse recompensado como él pensaba, crea una suerte de “desquite” con la sociedad. Si por las buenas esta no me lo da, lo tomaré por las malas. Si a ello se suma que no se posea sólidos cimientos éticos (como los tuvo su gran antagonista en la captura, el general Ketín Vidal), el cruzar el umbral de la delincuencia no es complicado. (Por cierto, toda la gran polémica con Ketín Vidal fue por el reconocimiento de los créditos en la captura: Ketín tuvo todos los honores en calidad de general en jefe, mientras Benedicto y su gente del GEIN pasaron a un segundo plano).
Pero, creo ha existido algo más que conseguir dinero fácil y abundante. Quizás ansia de reconocimiento público. Su trayectoria pos captura lo demuestra. Algo recuerdo, hace muchos años, de un bochornoso incidente en una elección de mi gremio, el Colegio de Abogados de Lima, donde Benedicto quiso entrar a la mala a la sede del Colegio, desconociendo un resultado electoral desfavorable a su candidato.  Métodos hamponescos y mercenarios al servicio de quien mejor pagase, síntoma del contrato con el diablo que suscribiría con Orellana años más tarde.
Ello me trae a colación, tiempo después del incidente narrado, de su candidatura a la alcaldía de Lima por el Partido Aprista con el apelativo El Sheriff. Su sobrenombre lo decía todo: iba a imponer ley y orden. Tampoco consiguió el reconocimiento que creía merecer y su fugaz paso por la política se eclipsó en el olvido.
De allí se le perdió de vista, hasta que reaparece como director de la revista judicial que patrocinaba su nuevo mecenas, Rodolfo Orellana.
Hasta el nombre de la revista sonaba a burla, Juez Justo, o cachita como decimos los peruanos. Una revista que se dedicaba a calumniar a los que osaban denunciar los manejos turbios de su jefe, que utilizaba el amedrentamiento judicial y el reglaje contra los que no habían sido comprados por su actual patrón. Fue parte de su método de trabajo a cambio de dinero y poder. Métodos más de soplón que de policía. Podemos decir que en ese momento ingresó de lleno al lado oscuro de la fuerza.
En cierta forma, estaba en la cúspide del poder. Director de una revista, hombre público respetado. Ahora sí era temido por jueces, fiscales y periodistas. Se codeaba con políticos y empresarios, con aquellos que pocos años atrás lo ninguneaban o lo miraban por encima del hombro. Otros, lo endiosaban, alabándolo. (Basta escuchar el audio de sobonería adulona de una de sus abogadas donde le informa de un conocido y controvertido juez supremo que verá su caso). Imagino que en esta nueva etapa de su vida pensaba que el reconocimiento ya había llegado como esperaba: dinero y lo que el dinero puede comprar, pero sobretodo poder.
Quizás los sicoanalistas lo pueden explicar mejor. Pero, en un momento lo que nos da placer, luego nos puede infligir dolor, nos pasa la factura del goce que hemos recibido. Eso les sucede, por ejemplo, a los drogadictos; y, en general, a todos los que solo buscan un placer sensorial. Esa sensación pasajera se vuelve en contra suya. O, peor aún, necesitan más de esa sensación para sentirse bien. Similar fenómeno les ocurre a los que gozan del poder y vuelven a este porque se les ha convertido en una “droga”, como en los políticos.
Supongo que con todo el dinero y poder acumulado pensaría proyectarse en un futuro no muy lejano a intentar de nuevo algún cargo público importante: alcalde provincial, presidente regional o, porqué no, presidente de la nación.
Por esas ironías de la vida, luego de la captura vuelve a cobrar notoriedad, quizás no como lo había pensado, pero vuelve a estar en los titulares noticiosos y en boca de todos. Vuelve a gozar la efímera fama.
Vicios privados, públicas virtudes. La verdad, Benedicto Jiménez es digno de una novela o una película, siquiera una miniserie.

Monday, October 20, 2014

ENTRE LA FICCIÓN Y LA REALIDAD: EL ELEFANTE DESAPARECIDO

Por: Eduardo Jiménez J.
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Javier Fuentes-León se hizo conocido por su ópera prima, Contracorriente, suerte de “lección moral” (salida del closet como declaró el director) sobre los amores prohibidos entre dos hombres. Esta vez nos sorprende con un thriller con rasgos fantásticos.

Edo Celeste es un escritor de novelas policiales muy vendidas. Ha anunciado la culminación del ciclo sobre el detective Felipe Aranda, con la novela que se encuentra escribiendo. En su pasado, tiene un amor que no puede olvidar: su novia desaparecida misteriosamente el día del terremoto en Ica, frente a la configuración de rocas en la Bahía de Paracas que parecen un elefante. Existen una serie de hechos que en vísperas del séptimo aniversario de la desaparición, llaman la atención de Edo, incluyendo una “encarnación” del personaje central de sus novelas.

Estamos ante un thriller con toques de policial, misterio, motivación sicológica, “novela negra”, coronado todo por el género fantástico, donde realidad y ficción se van mezclando, hasta diluirse una en otro y alterar completamente “la realidad” con un giro de tuerca final sorprende. (También se puede leer como una metáfora del antagonismo permanente entre el escritor y su personaje).

A diferencia de otros thrillers parecidos, donde se aguarda una “sorpresa final” revelada al espectador que a la vez “lo sorprenda” y explique toda la trama claramente; esta vez la revelación no ha querido aparecer demasiado abrupta ni evidente, sino irla dosificando para que el espectador se vaya dando cuenta, hacerla un tanto ambigua, y revelarla luego en toda su plenitud.

Como ya se ha anotado, ello requiere un espectador atento, activo, “cortazariano” (el director es muy adicto a los cuentos de Cortázar), caso contrario “se va a perder” en la trama (esa “discreción” manejada en la resolución ha causado que muchos espectadores, habituales consumidores del cine norteamericano que explica hasta el mínimo detalle la trama, salgan confundidos de la sala). Ello no quita que no se disfrute del suspenso logrado, de principio a fin, conforme se va profundizando en esta suerte de rompecabezas para armar, como el que elabora el protagonista.

Existen ciertos elementos recurrentes con respecto a su anterior filme: el giro de historias tradicionales (en Contracorriente la historia de amor centrada no entre un hombre y una mujer, sino entre dos hombres, en El elefante… la revelación final); la “presencia de fantasmas” que adquieren protagonismo corpóreo (Santiago en Contracorriente, Celia en El elefante…); las locaciones costeñas (el realizador ha declarado que encontró las de este filme cuando buscaba las de Contracorriente); un secreto revelado al final.

Mención aparte merece el uso de las locaciones de la ciudad de Lima, sobretodo la Lima nocturna, que se “sienten” como parte de la trama y no meros decorados, así como la magnífica dirección de actores, desde los principales hasta los secundarios (lo que si es un poco difícil de creer es que acá, en Perú, pueda haber un escritor de novelas policiales, ex policía por añadidura, que viva de sus libros y venda miles de ejemplares como sucede en Estados Unidos o Europa).

Estamos ante el manejo con mano segura que acomete Javier Fuentes-León, en un thriller de impecable factura, muy por encima de otros filmes de similar naturaleza.



EL ELEFANTE DESAPARECIDO
Dir. y guión:Javier Fuentes-León
c/ Salvador del Solar (Edo Celeste), Angie Cepeda            (Mara de Barclay), Lucho Cáceres (Felipe Aranda/Rafael Pineda),  Vanessa Saba (Celia Espinoza), Andrés Parra (Ferrer), Tatiana Astengo (Fiscal Sanchez)
Perú/2014/Thriller sicológico***/Estrenos





Wednesday, October 15, 2014

LA IZQUIERDA EN SU LABERINTO: LA DERROTA DE SUSANA VILLARÁN Y EL AUGE DE LA IZQUIERDA CHOLA EN PROVINCIAS

Por: Eduardo Jiménez J.
         ejimenez2107@gmail.com
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La misma gente de izquierda ya está haciendo sus análisis y la autocrítica en la fallida forma que se hizo gobierno municipal. Más allá de aquellos que achacan la culpa del fracaso del gobierno municipal de izquierda a la derecha (para ellos la culpa siempre es de otros), podemos resumir en algunos puntos cuestionables la gestión de Villarán: privilegio de tecnócratas sobre operadores políticos, provenientes sobretodo de las ONG, buenos para la consultoría y redes sociales, pero nulos para el trabajo de campo (muchos por primera vez pisaban el centro histórico de la ciudad al trabajar en el Municipio) y torpes ante las “zancadillas” que les colocaba la oposición a cada momento –incluyendo la revocatoria-; enfoque básico en la clase media y media alta y nula visión de una Lima en su conjunto para el futuro; improvisación a granel (el “olón” de la Herradura, el corredor azul); descuido de obras para los sectores populares (el puente “Bella Unión” demoró meses en ser restablecido; el túnel de San Juan de Lurigancho se encuentra sin concluir); pérdida de la identidad partidaria por una “mala lectura” del resultado obtenido en el 2010, debido más al azar que a la capacidad de sus dirigentes (Fuerza Social perdió su representatividad política postulando en solitario a las generales del 2011, creyendo que se encontraban en la cresta de una ola electoral); y el subsecuente y desesperado “vientre de alquiler” para las municipales y el “pactismo” con políticos cuestionables de Perú Posible, al más puro estilo de la derecha bruta y achorada. Ya no hablemos de la parte ideológica, donde existe una mezcla en distintas proporciones de progresismo, enfoque multicultural, republicanismo, ecologismo light, aderezado todo con ciertos toques de liberalismo clásico y apertura al mercado.

Es una izquierda que se desdibujó en los últimos años, perdió el norte y perdió aliados dentro de la misma izquierda.

Pero a contracorriente tenemos otra izquierda, la de provincias, una “izquierda chola”, bastante radical, con base política en Patria Roja y base social en el magisterio estatal y el campesinado, cuyos cuadros provienen de una clase media provinciana ilustrada, que en su discurso ha tomado como banderas el cuidado del medio ambiente, la oposición a la gran minería y el predominio de una ruralia, una suerte de gran campo armónico con la naturaleza. Su mejor exponente es Gregorio Santos quien, pese a estar con prisión preventiva por graves cargos de corrupción, ha conseguido cerca del 50% de votos a su favor. En menor medida se encuentran otros “antis” de tendencia radical que operan en el sur del país. El común denominador de todos ellos es su desprecio y desconfianza a todo lo que provenga de Lima, incluyendo a los “dirigentes” de izquierda limeños. (Como una vez sostuve en un post, medio en broma, es el antagonismo irresuelto entre la izquierda caviar y la izquierda salchipapa).

Se puede cuestionar el discurso antiminero de esta izquierda provinciana; pero no se puede negar su arraigo popular. Y difícilmente ese arraigo obedece “al electarado” como acusa la derecha dura, sino a la sintonía con los problemas que tienen las regiones mineras, desde el agua –valiosísimo recurso en los campos cultivables- hasta la repartición de los beneficios de la explotación de las minas.

Evidentemente esa izquierda provinciana ha sabido buscar un enemigo que le sirva de caballito de batalla, y lo encontró en la gran minería formal que curiosamente no contamina en las proporciones que la informal o la ilegal; pero al centrarse en “las grandes empresas mineras” no colisiona contra sus bases partidarias, muchos de cuyos integrantes y familiares se dedican a la minería artesanal y a todo lo que ella conlleva, incluyendo rapto de menores para la prostitución infantil. Fríamente es cuestión de estrategia política. (Ese mismo bastión de izquierda provinciana radical sirvió de base electoral al entonces candidato Humala, tanto en las generales del 2006 como las del 2011).

La pregunta es si tiene futuro la izquierda provinciana. Evidentemente que sí y bastante; pero en el camino va a tener que volverse más orgánica, plantear objetivos viables (atenuar el discurso anti y proponer estrategias viables de desarrollo) y ejercer la democracia interna. Ese es uno de sus grandes retos, pasar de movimiento social de protesta a partido político orgánico. Y si se unifican en un solo partido nacional (tarea, por cierto, bastante ardua y complicada), uniendo todos los movimientos sociales provincianos en una sola plataforma, podemos hablar de un partido político con proyección nacional. (En cierta manera Tierra y Libertad del padre Arana ha dado el salto, pero le falta mucho trecho por recorrer).

En el camino deben evitar repetir uno de los peores males de la política nacional: el caudillismo y el caciquismo, fenómenos que se están volviendo recurrentes en los movimientos regionales de izquierda, emulando el estilo de la derecha conservadora.

¿Esa izquierda provinciana podrá sintonizar con la izquierda light, pituca, de Miraflores y San Isidro?

Lo veo difícil. La limeña izquierda light electoralmente no es significativa. No existen partidos representativos de izquierda, no tienen bases sociales y carecen de coherencia partidaria y programática (hicieron un intento con el Frente Amplio, pero quedó a medias). Deberían mirar hacia el pasado y ver que el mejor momento de la izquierda fue entre los años 70 y 80, teniendo su cenit con Izquierda Unida. El secreto no fue otro que la organización a partir de unas sólidas bases populares y el desenvolvimiento de un populismo edil de izquierda encabezado por un líder carismático al frente (hoy esas bases son o castañedistas o fujimoristas).

Quizás el intento de colocarse Villarán en el centro político, con un discurso dirigido sobretodo a las clases medias ilustradas, poco entendible para el ciudadano común, no dio el resultado esperado. No basta con “renunciar” a un pasado político, sino en ser convincente y coherente en las propuestas.

Y eso lleva también a que la izquierda necesita un líder carismático, que gane elecciones, que “arrastre votos”, como lo fue el desaparecido Alfonso Barrantes, quien no necesitó renunciar a su pasado mariateguista y practicó más bien un populismo edil de izquierda, realizando con escasos recursos una de las mejores gestiones que tuvo la ciudad de Lima. (La institución del programa del vaso de leche nació en su administración).

En estos momentos no cuentan con un líder así y todavía se debaten en pugnas de protagonismo los viejos sesentones y setentones que fueron “revolucionarios” hace ya cuarenta años.

Comparto la idea de Antonio Zapata, en el sentido que los “viejos patricios” de la izquierda -esos que creen estar vigentes porque tienen una columna semanal en algún periódico, concentrados casi todos en el colectivo Ciudadanos por el Cambio- renuncien a todo protagonismo y cedan el paso a los jóvenes. Nunca se aplicaría con más certeza la sentencia de Manuel Gonzáles Prada. Se abran las compuertas a las bases a fin que se produzca el relevo generacional. Quizás de allí surja un líder carismático, en sintonía con la Lima actual y las nuevas generaciones. En la revocatoria del 2013 se vislumbró más de un joven con bastante carisma. (Pienso en Marisa Glave, quien se jugó por entero contra la revocatoria).

Pero como están las cosas, dudo que renuncien. Susana Villarán ya declaró que no abandona la política (en otros países, con el magro resultado cosechado el 5 de Octubre, muchos políticos se retiran a sus cuarteles de invierno), así que suponemos tentará suerte en las congresales del 2016. (No creo sea tan desubicada de pensar en las presidenciales). Los viejos opinólogos tampoco quieren soltar sus posiciones de privilegio en la izquierda; y más o menos se repite en la zurda lo que sucede en los partidos de derecha: caudillismo hasta la muerte; muere el caudillo y con él muere el partido.


Friday, October 03, 2014

A PROPÓSITO DEL ROBA PERO HACE OBRA



Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
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Estamos a poco de sufragar en Lima y en las regiones. De las regiones, muchas elegirán a corruptos y oportunistas. Entre la ineficiencia y la corrupción, quizás vayan de mal en peor, y justifiquen a aquellos que ya están clamando con disolverlas, con que solo son una fuente de latrocinio al mejor postor. Y para completar el panorama, por allá las diferencias políticas se zanjan matando al contrario y, al parecer, es barato. Algo hay que hacer al respecto, porque el proceso regional se está matando él mismo.

En la ciudad de Lima el favorito es un alcalde seriamente cuestionado, con gente de su entera confianza investigada por malos manejos, con megaproyectos de su anterior gestión inflados seis veces el presupuesto inicial, con ninguna “visión” de la ciudad de Lima a futuro, y con la mitad de los electores que votarán por él a sabiendas que es un ladrón (“roba, pero hace obra”).

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Se equivocan mis amigos de izquierda cuando polarizan la elección entre la derecha y la izquierda, entre “el malo y la buena”. Es maniqueo y no refleja un buen análisis. Los que van a votar a favor del “roba pero hace obra” no necesariamente pertenecen a la DBA (derecha bruta y achorada). Tampoco la izquierda es un “gran enemigo político” que justifique extinguirla. Eso es victimizarse. Si no se han dado cuenta, como fuerza política ya está extinguida hace mucho.

Es cierto que existe cierto macartismo que explica una fobia a todo lo que provenga de izquierda; pero de allí a autoconsiderarse una “gran fuerza política” a la que quieren derrotar a toda costa, existe mucho trecho. Lo que puede existir más bien son intereses creados porque las cosas en la ciudad de Lima no cambien. Eso es una cosa muy distinta.

Los poderes fácticos que desean mantener el statu quo van a oponerse siempre a cualquier reforma, sea de izquierda o sea liberal; pero la fuerza electoral de la izquierda ya pasó hace más de veinte años, cuando tenía “el cinturón rojo” alrededor de Lima (cinturón que ahora es castañedista y fujimorista); y hoy las izquierdas, políticamente, son “microbios” que se arriman a cualquier gobierno aparentemente progresista. Villarán tenía un enorme reto: ser un buen gobierno de izquierda como el del desaparecido Alfonso Barrantes. Lo intentó, pero la valla fue muy alta para ella y su gente. Esa es la sencilla verdad.

Una sugerencia final para mis ex compañeros de ruta: Sería bueno que de vez en cuando salgan de sus oficinas climatizadas y de las redes sociales, y se ensucien un poco los zapatos visitando los inmensos bolsones de pobreza que rodean la ciudad de Lima y pregunten a la gente por qué votó a favor del candidato del “roba pero hace obra”. No son “el electarado” que define la derecha dura, pero tampoco “los pobrecitos ignorantes” que supone la izquierda samaritana. Se llevarán más de una sorpresa.

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Difícilmente los que ya decidieron su voto por el candidato del “roba pero hace obra” cambien de opinión. No es cierto que solo votarán por él los necesitados, los que no les importa de dónde vengan las obras con tal de tenerlas y no pagar por ellas. No es sólo ese inmenso bolsón de votos de los sectores D y E que le concederán el retorno al sillón edil. Existen muchos votantes de los sectores medios ilustrados, con cierto grado de cultura y educación, que concientemente votarán por dicho candidato. Es gente informada, que lee diarios “serios”, se encuentra al tanto de las noticias y no carece de criterio propio. Tengo muchos amigos y colegas que votarán por el “roba pero hace obra” pese a los graves cuestionamientos que pesan contra el ex alcalde; y estoy seguro que muchos de esos amigos y colegas no buscan un beneficio directo, algunos quizás sí, pero no son todos; otros lo hacen por digamos “convicción” o, como diría el sicoanalista Max Hernández en una reciente entrevista, porque a la gente no le gustan los cambios. Quizás algo de cierto hay, el ser humano es un animal de costumbres, y después de tantos años ya nos acostumbramos a los atropellos y muertes de las combis,  al caos del trasporte y a la inseguridad ciudadana.

En fin, el hecho está consumado, pero eso no significa que todo esté perdido. Pertenecemos a esa “inmensa minoría” que sí le preocupa que regrese al poder un político seriamente cuestionado en sus anteriores gestiones y que, de nuevo al frente de la alcaldía de la capital, se desinterese de las reformas emprendidas para él y su camarilla aplicar a forro el “roba pero hace obra”. Tenemos opciones, no solo fiscalización constante desde este 1 de Enero, no bajar la guardia, como no se bajó cuando Humala fue elegido presidente en otro contexto muy distinto. Los reflectores deben estar constantemente sobre ellos.

No bajar la guardia significa estar alertas, ser un ciudadano conciente de sus derechos así como de sus deberes, estar interesado en “la cosa pública”; pero también el saber elegir. Los que son apáticos, que no les interesa “la política”, no se quejen después si las cosas se ponen peor. Y como la decisión de alcalde ya está tomada, hagamos un contrabalance de poderes, elijamos –como sugiere Rosa María Palacios- a las listas de oposición a fin que entren sus mejores cuadros y fiscalicen. No va a entrar el candidato a alcalde, pero sí sus regidores. Es una forma sensata de no desperdiciar el voto.

Por eso no todo está perdido. Elijan en las listas de oposición (realmente de oposición). Somos un tercio de ciudadanos que sí nos importa quién entre al gobierno. Como ciudadanos y parte de esa “inmensa minoría” tenemos ese derecho. No lo desperdicien.