Por: Eduardo Jiménez
J.
@ejj2107
Estaba leyendo una interesante crónica
con moraleja. Narra una historia inventada.
En el antiguo Perú, los sacerdotes
moches vislumbraron en los astros que una gran tragedia iba a suceder. Se lo
comunicaron al rey a fin que ordene la alerta y las personas vayan a los puntos
más altos donde la gran ola no los podía alcanzar. El rey por conveniencia
(tenía que dejar su palacio, sus concubinas, sus comodidades), en vez de
ejecutar la decisión inmediatamente, la hizo
larga y solo ordenó que los consejeros debatan qué se podía hacer. En medio
de los debates la gran ola los devoró a todos.
Algo de ese sentimiento se presenta en
estas conferencias mundiales, donde esta vez le tocó a mi país, Perú, ser
anfitrión. Tenemos declaraciones, declaraciones y más declaraciones, una más
bonita que la otra, pero lo cierto es que la realidad se empeora cada vez más.
Hay muchos intereses económicos en
juego y nadie quiere soltar prenda. Lo malo: en el camino todos perdemos.
Quizás no sea tan ficción el panorama
desolador que nos describe el filme de Christopher Nolan, Interestelar. Una tierra baldía azotada por grandes tempestades de
viento. Solo que no habrá naves que nos puedan llevar a otros mundos, ni
civilizaciones extraterrestres que nos guíen en el camino.
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