Monday, December 29, 2014

EL ÚLTIMO QUEHACER

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com


Circula el último número de Quehacer. La célebre revista de DESCO, luego de 35 años, deja de imprimirse.

DESCO fue una suerte de think tank, centro de pensamiento izquierdista que, a diferencia del IEP, combinaba acción en el campo y publicación de las investigaciones realizadas, investigaciones cuyo énfasis estaba focalizado en la sociedad, la economía y la política (de allí la tónica leninista que contenía el nombre de la revista). La mejor época de DESCO fueron los años setenta y ochenta, luego vino un eclipsamiento gradual, hasta casi el anonimato presente, salvo investigaciones muy puntuales.

La revista Quehacer nace y se anima gracias a la firme voluntad de su entonces presidente, el desaparecido Henry Pease, a fin de darle cierta publicidad a las investigaciones realizadas por el equipo de casa o colaboradores externos (personalmente tengo una pequeña crónica sobre la ciudad de Arequipa que publiqué en Quehacer a inicios de los noventa).

Quehacer crece en una coyuntura precisa: el retorno a la democracia y cómo es visto ese retorno por la izquierda en aquel entonces. Los ochenta fue la etapa crucial para la “izquierda legal” por el advenimiento de Sendero Luminoso y la necesaria toma de posición. No fue fácil el desmarque, muchos no estaban convencidos que nos encontrábamos ante el movimiento más perverso y despótico que nació de las entrañas y desvaríos ideológicos de cierta izquierda. Tiempos difíciles y que significó que muchos se aparten ante las dudas, vacilaciones y ambigüedades en la toma de posición.

Quehacer conservó sus características iniciales: predominio del contenido escrito sobre las ilustraciones, secciones de política, economía y sociedad, más un aparte cultural refrescante, y fotografías en blanco y negro al interior. Una revista clásica, a diferencia de los cambios que se daban en otros formatos más amenos y de fugaz lectura.

Pero, gracias a ese formato, teníamos lectura para varios días. La leía como si fuese un libro: desde la primera hasta la última página.

Ese formato también fue su talón de Aquiles: en tiempos de predominio de la imagen a color, no llamaba la atención de muchos, que la encontraban “pesada”. Aparte que su público natural se fue reduciendo hasta convertirse en ave raris: sectores universitarios y profesionales de ciencias sociales, sindicatos, empleados públicos organizados. A lo que se sumó los canales de distribución: muy difícil de encontrar en la misma ciudad de Lima, menos en provincias. Como el mismo Balo Sánchez León explica en el artículo de despedida, más fácil era encontrarla en distritos pitucos como San Isidro y Miraflores (que la leían¡¡¡) que en distritos emergentes. Era un contrasentido, pero que no carecía de cierta lógica: en esos distritos se encuentra afincada la llamada izquierda caviar, aquella que fundó la revista. Los muchachitos del ayer que ya frisan la setentena.

Pero el golpe mortal fueron las finanzas, “el billete”. Financiada gracias a la cooperación extranjera, principalmente de Holanda y Alemania, en un momento determinado los fondos dejaron de venir, el Perú dejó de ser considerado un país del tercer mundo neoafricano, para convertirse en algo “más serio”, con TLCs suscritos con innumerables países, socio de la Alianza del Pacífico, una de las más dinámicas en la región, y aspirante formal –un tanto presuntuoso por cierto- a ingresar al club de los países más desarrollados. Así que los fondos comenzaron a “secarse” o, mejor dicho, a redirigirse a países con más necesidades que las nuestras, y pese al empeño que ponían los “muchachos” de DESCO, fue imposible continuar con la publicación.

De repente es un buen momento para replantear el formato. Convertirse a formato digital, como lo es Argumentos del IEP. Se mantiene la rigurosidad académica de la revista y acceso a un público amplio e interesado en los temas sociales.


Ahora, como hice en los inicios, como aquel joven que compraba devotamente el último número de Quehacer, vuelvo a leerla como si fuese un libro: desde la primera hasta la última página, pero sabiendo esta vez que no volveré a repetir el acto y que estamos ante un adiós y no un hasta luego.

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