Por: Eduardo
Jiménez J.
@ejj2107
Yo soy
Charlie,
fue el grito desgarrador y solidario de miles de franceses ante el asesinato de
los dibujantes del semanario satírico Charlie
Hebdo.
Más allá de los motivos, el terrorismo, como
su nombre lo indica, busca causar el terror y la zozobra entre la sociedad y
azuzar al estado en métodos represivos que le permita al mando terrorista
justificar las acciones. Una suerte de círculo perverso: más represión, más
violencia y en el camino el grupo terrorista va ganando legitimidad.
De allí que el estado de derecho debe
combatirlo bajo ciertos parámetros y no degenerar en violaciones a los derechos
humanos que permitan a los terroristas convertirse en mártires. Nosotros lo
sabemos por experiencia propia y los franceses también, ya que lucharon contra
los independentistas de Argelia –que usaron métodos terroristas para obtener su
autonomía de la metrópoli- violando derechos, como ocurrió en aquellos años. Fue
una mala estrategia del gobierno galo de ese entonces y suponemos ha aprendido
la lección (para lo cual, igualmente, basta ver lo que sucedió con los
prisioneros de Al Qaeda en manos de la inteligencia norteamericana, y las
consecuencias que ello ha generado después).
Curiosamente los que cometen atentados en
Europa son personas que tienen un doble lazo cultural: por un lado está el de
sus ancestros que provienen del Oriente próximo, conservando su religión y
costumbres milenarias, y por el otro, los lazos culturales con el país adoptivo
de raigambre occidental. Y si nos adentramos un poco más, es probable que
encontremos un odio creciente ante Occidente, sea inducido por extremistas
musulmanes o deducido por lo que ha pasado en los últimos años post 11-S
(violación de derechos a minorías árabes, segregación racial y cultural,
xenofobia creciente, etc.).
Lamentablemente el hecho va a traer políticamente
repercusiones, se quiera o no. Una de ellas es el fortalecimiento de los grupos
radicales de extrema derecha de clara tendencia xenófoba, como el Frente
Nacional de Marinne Le Pen, con altas probabilidades de ganar la siguiente
elección presidencial en Francia. La xenofobia hecha la culpa de todos los
males a los extranjeros (los judíos en la Alemania nazi, los árabes en Europa o los latinos
en Estados Unidos).
El racismo antimusulmán y antiárabe en
general se va a acentuar y las fronteras europeas se van a cerrar ante todo lo
que no sea “occidental”, con la consiguiente acentuación de la discriminación.
Lo malo es que existe una notable población
de origen árabe que tiene ciudadanía francesa (se estima en alrededor de cinco
millones) que van a ser “sospechosos” de terrorismo por el hecho de tener una
ascendencia no europea. Lo cual puede agravar las cosas en el corto plazo, por
lo que el panorama no es muy halagador en los siguientes años.
Nos guste o no es probable que continúe
corriendo sangre de uno y otro lado.
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