Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
El estudio de GFK (http://elcomercio.pe/economia/peru/lectores-diarios-compran-mas-tecnologia-que-televidentes-noticia-1757050)
reveló lo evidente (más o menos
como “descubrir la pólvora”): los lectores de diarios somos más propensos a
adquirir aparatos tecnológicos que los meros consumidores de televisión. Y si
bien la investigación no se encuentra exenta de propaganda indirecta a favor
del decano de la prensa nacional; no por ello le resta algunos aspectos que son
interesantes de comentar.
Esta vez me voy a colocar de
“conejillo de indias” para explicarme.
Soy consumidor de diarios “serios”
desde que era niño. Ahora generalmente en la versión digital. Dedico unas dos a
tres horas al día en revisar los periódicos (tanto nacionales como extranjeros),
necesarios para saber qué ocurre en mi país y en el mundo. No en vano uno de
mis blogs se denomina El Observador y
su “hermano gemelo” La escena
contemporánea. Aunque los domingos
por las tardes, con más tiempo y calma, “disfruto” hoja por hoja la versión
impresa.
Haciendo la aclaración, me refiero a
diarios “serios”, aquellos que privilegian la información y tienen buenos
comentarios. No me interesan aquellos que privilegian el chisme y los líos de
farándula. Por el sesgo ideológico, los periódicos que reviso pueden ser desde
conservadores hasta liberales y de izquierda. Sobretodo me agrada cuando tiene
un comentarista que escribe bien y, por añadidura, le pone “sal” al comentario.
Si escriben mal, repiten lugares comunes, o son muy “acartonados” y con “voz
engolada”, paso.
Televisión consumo poco; salvo que sea
un programa cultural o de noticias interesantes (cuando puedo no me pierdo los
comentarios internacionales del canal 7 o el programa de Marco Aurelio
Denegri). Si existe un rato de ocio, prefiero una buena película, aparte que
cambio de actividad y alimenta mi cinefilia. No estoy enterado, ni me interesa
estarlo, de los últimos realities de la televisión local, ni qué vedette “le
sacó la vuelta” a qué futbolista, o si la parejita del momento se reconcilia o
no. Reconozco que si la mayoría de los televidentes fuesen como yo, la tv de
señal abierta se iría a la quiebra.
Consumo aparatos de “tecnología
digital” desde mediados de los años noventa. Adquirí mi primera tablet hace
tres años para probar cómo eran y posiblemente en los siguientes meses adquiera
una segunda mucho más potente que me sirva para leer noticias o escribir algo
sencillo cuando no tenga mi PC o laptop a la mano. Y cuando los lectores de
libros electrónicos sean más sofisticados y no fastidien tanto la vista, me
apuntaré con uno. A pesar que nací y me formé en una época exclusiva del “culto
al papel impreso”, es un hecho más que probable que en un futuro no muy lejano
lo usual sean los libros electrónicos y lo raro los libros en papel.
Me gusta revisar los encartes que
vienen con los periódicos, principalmente me dirijo a la sección tecnología.
Cuando se anuncia el encarte de una conocida importadora, compro el periódico,
solo por el placer de verlo y “tocarlo”, algo que no se puede hacer en lo
virtual, hasta ahora.
Creo que a los consumidores exclusivos de televisión no les interesa
otra cosa que precisamente ver televisión. Son el homo videns que hace mención Sartori. Difícilmente a un consumidor
exclusivo de televisión (sobretodo de la “televisión basura”) le va a interesar
otras cosas. Es una suerte de Homero Simpson. La adaptación que desde niño ha
tenido a solo mirar (rol bastante
pasivo) lo hace ajeno a adentrarse a curiosidades que puede encontrar gracias a
los adelantos tecnológicos, salvo mirar pasivamente, de allí que su interés sea
muy limitado.
Por supuesto, todo esto se debe
matizar. Hay variables que deben ser tomadas en cuenta, como actividad
principal de la persona, edad, cosas que hace en el ocio, estrato
socio-económico, etc.
Gracias a que en mi familia se
adquiría El Comercio con bastante
frecuencia (era El Comercio de otras
épocas, mucho más sólido informativamente que el actual), aprendí desde niño a
leer periódicos y en especial los artículos de opinión. Súmenle a ello que en
mi casa se opinaba de política como en otras del estado del clima (a los siete
años ya “conversaba” con mis tíos de temas políticos); y, pese a ser una
familia pequeña de clase media, las opiniones solían ser divergentes, lo cual
incrementaba mis lecturas para contrastar unas con otras, coadyuvando a
formarme un juicio crítico desde pequeño. Hasta que en un momento determinado,
lo que comenzó como un juego se hizo un hábito.
Y si alguien me preguntara en qué país
o período histórico me habría gustado vivir, respondería acá y ahora. No es que
me guste mucho, sino que se encuentra preñado de hechos que van a suceder,
muchos de los cuales por razones cronológicas ya no los veré, pero los intuyo.
Si hacemos un grueso símil es como los años 20 y 30 del siglo pasado. Estamos
en un período intermedio importantísimo para la Historia que se viene, así que
estaré apertrechado con mis adminículos tecnológicos para tomarle el pulso a
esa historia que ya vivimos. Realmente tiempos
revueltos.
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