Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Mario Vargas Llosa es un tipo polémico.
Siempre lo fue y ahora, con su evidente romance con Isabel Preysler, vuelve a
ratificar su temperamento en una suerte de canto
del cisne.
Quien haya seguido de cerca su trayectoria
personal y literaria conocerá que sus dos matrimonios estuvieron plagados de
escándalo: primero con una tía política diez años mayor que él y luego con una
prima hermana un tanto menor.
Ahora, cuando apenas se terminaban de apagar
las celebraciones por los cincuenta años de matrimonio ininterrumpido con su
esposa Patricia, la de las sensibles frases laudatorias en el discurso de
aceptación del Nobel, cuando todo parecía una constante de calma y monotonía
conyugal rodeado apaciblemente de hijos y nietos, ve la luz pública las
primeras fotografías acompañado de la socialité
de España, Isabel Preysler, de aquella que estuvo casada con el no menos famoso
y millonario cantante Julio Iglesias, y luego con el tampoco menos próspero
empresario y político español Miguel Boyer, de aquella que prefiere el estado
civil de casada al de divorciada o viuda (apenas hace pocos meses falleció el
último de los nombrados), anunciando los medios el –digamos- “romance del año”.
Por esas ironías de la vida, Mario Vargas
Llosa ha pasado a ser parte de “la sociedad del espectáculo”, de aquella que
tanto vituperó en su conocido ensayo sobre la sociedad del show y las
apariencias, de lo superfluo y pasajero, de la imagen y el escándalo.
En esta comedia de la vida, cada parte juega
muy bien el rol que le corresponde: la esposa digna en su sufrido mutismo; los
hijos rodeando a la madre en señal de apoyo; la Preysler con ese aire mundano
de “a mi que me importa lo que sufran otros”, desempeñando muy bien su papel de
“villana”, la robamaridos, la mala de la película; y don Mario, con un
rejuvenecido look que no disimula
bien las angustias que debe estar sufriendo por dentro. Al hombre se le han
venido encima como diez años, a pesar que era un cuasi octogenario apacible y
rozagante. Por cierto, le cae muy bien el papel del anciano ciego ante la
pasión otoñal volcada en una mujer más joven que él, del intelectual que no tiene calle, encerrado en sus libros
y presa fácil de los engaños femeninos. Para usar un vocablo caro al escritor,
de cacaseno.
Pero alguien por allí podrá argüir que se
trata de justicia poética. Tardía, pero justicia al fin y al cabo. Quienes
tienen buena memoria recordarán que la prima Patricia se entrometió en la
relación de Mario con Julia Urquidi en un viaje que la entonces jovencísima
prima hizo a Francia, alojándose en el departamento del escriba, y fue por ella
que abandonó a la pobre tía Julia. Esta última ya lleva muerta algunos años,
pero quienes creen en el destino podrán aplicar el conocido adagio quien a hierro mata, a hierro muere.
Y, seamos sinceros, en todo este entramado de
pasiones desembocadas, cuasi folletinescas, como los melodramas que gustan
tanto al escritor, también se encuentra en juego un patrimonio familiar de
varios millones de euros y dólares; que si bien el conocido Nobel no tendrá la
fortuna de Julio Iglesias o del finado Miguel Boyer, como que tiene lo suyo,
que no es moco de pavo. Es uno de los
pocos escritores en el mundo que ha podido vivir de sus libros, para bien de
él.
Evidentemente por más que lo desee, no va a
poder dejar de estar fuera de los reflectores de la prensa rosa y amarilla. Eso
de que respeten mi privacidad y la de mi familia más bien aviva las llamas del
morbo. A tal punto que los paparazzi
ibéricos están a la caza de cualquier fotografía íntima que puedan obtener de
él con la Preysler, calatos de ser
posible, así como la comidilla malsana de todo el mundo (“¿usará viagra?”, “¿lo
hará o serán solo toqueteos?”, y así por el estilo).
Mario Vargas Llosa “sin querer queriendo” es
el personaje central de lo que tanto criticó, de aquello banal que resalta las
noticias diarias. Como consuelo le queda que el escándalo será intenso, pero
breve, hasta que otro de igual o mayor envergadura lo sustituya. Por el momento
diremos como Toño Angulo en su conocido libro: llámalo amor, si quieres.
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