Friday, September 25, 2015

EL TONY MONTANA PERUANO

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com
       @ejj2107


A Gerald Oropeza ya no le gusta que lo llamen “Tony Montana”, il grande uomo, como le decía su amigo Zazá, amenazando con querellar al que ose seguir llamándolo de esa manera.

Imaginamos que las indemnizaciones que eventualmente pueda conseguir querellando a medios y periodistas, servirán para pagar en parte la reparación civil que el estado peruano le impondrá.

Pero no nos interesa demasiado lo que el Tony Montana peruano pueda hacer o creer. Vamos a ir un poco más allá.

Más preocupante es cómo un personajillo de esa naturaleza puede ser icónico para muchos jóvenes. El que la hizo, el que a temprana edad consiguió vivir con lujos inimaginables para un joven de escasos recursos. Dinero fácil y placeres fáciles.

La célebre foto al pie de su lujoso carro, cuando estaba en lo mejor de su esplendor en el tráfico de la droga, era la invitación para que otros siguieran el mismo camino. Hay que reconocer que la democratización de la movilidad social permitió que Gerald llegara adonde llegó. En otras circunstancias ello hubiese sido imposible. Como dijo un tanto discriminatoriamente una de las tantas lindas chicas que asistían contratadas a sus fiestas (blancas, rubias, voluptuosas), ella creía que Gerald era el hijo del jardinero de la mansión donde se realizaban las desenfrenadas orgías.

Veloz ascenso social, apoyo de líderes de un antiguo partido político (su propio padre fue un dirigente reconocido del Apra, la madre candidateó también por el Apra), los nexos entre narcotráfico y política vuelven a estar bajo los reflectores. No son los primeros, ni serán los últimos, de una estrecha relación entre los capos de la droga y los capos de la política. Ello, más el blanqueo de dinero en actividades lícitas, gracias a empresarios inescrupulosos, hablan más de una sociedad enferma que desde hace buen tiempo se encuentra penetrada por la droga.

Se dice que los grandes capos del narcotráfico en Colombia y México eran concientes que tarde o temprano iban a terminar muertos o en la cárcel. Destino fatídico del que sabían no se iban a librar, por lo que mientras durase el esplendor de su poder, lo disfrutaban al máximo. Muchas veces estrambóticamente. Su exhibicionismo era el del nuevo rico del barrio. En cierta manera, reflejaban la corta vida del personaje interpretado por Al Pacino en el célebre remake Caracortada: Intensa, pero breve.

Para ser sincero, el Tony Montana peruano no les llega ni a los talones.


Hugo Neira dice que nos estamos convirtiendo en una república de mercachifles. Razón no le falta. Todo se compra, todo se vende. Hasta las honras. El afán de enriquecimiento y prosperidad que trajo el modelo económico implantado en nuestro país hace 25 años, despierta esas zonas oscuras de nuestro  animal (queja similar la tiene Jorge Edwards con respecto al Chile post Pinochet).

El considerar todo mercancía y el tener como modelo de vida el confort que el dinero te puede dar, signifca el éxito conseguido, más allá de las formas en la que lo hayas logrado. Lícitas o ilícitas, no importa mucho. Si tienes una oportunidad, sin importar demasiado su origen, y no la tomas, serás considerado un huevón.

De allí que si antes un padre decía con orgullo que su hijo quería ser médico, abogado o ingeniero, era la plasmación del ascenso social de una familia de escasos recursos económicos; ahora el querer ser futbolista, vedette o narco es el medio del ascenso y reconocimiento social.

No solo son los pobres, también está el otro extremo social. A los ricos les importa poco el país donde se vuelven prósperos, y ellos a su manera también son los Tony Montana de hoy. Ayudados por los contactos sociales y políticos, por el acceso directo al poder de turno, ellos también la saben hacer. Una ley que los beneficie, unas elusiones tributarias o unas licitaciones ganadas a dedo son parte de ese nuevo Perú.

Como se ve, el Tony Montana peruano no es el único. Grande uomo.


Thursday, September 10, 2015

CHAPA TU CHORO



Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
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Lo políticamente correcto es condenar la justicia por propia mano. Es regresar al ojo por ojo bíblico. Pero existe un hecho que es importante tomar en cuenta: que la justicia impartida por el estado como tercero neutral, para que sea efectiva, debe ser eficiente y oportuna. No basta citar a los teóricos de la filosofía política que justificaron la creación del estado moderno y con este, la competencia de administrar justicia y tener el monopolio de la violencia legal; sino que los servicios de seguridad y castigos al trasgresor sean eficientes. Seguridad para la integridad física y patrimonial.

De allí que sea viral la página de facebook que se inicia con el título del presente artículo.

 Más allá del autor o de las intenciones que tuvo para crearla (quedarnos en ello, sería matar al mensajero y obviar el contenido), la página no sería tan popular, si el ciudadano contara con un buen servicio del estado en materia de seguridad ciudadana y sanción efectiva contra quien delinque. Como en tantos otros servicios, el estado los proporciona mal o no los proporciona; por lo tanto el propio ciudadano debe autoproveerse de dichos servicios.

Tomando otros contextos, es lo que sucedió con el boom de la educación privada frente al pésimo servicio del estado; de las clínicas privadas (de todo tipo y precio) en el servicio de salud, o del serenazgo municipal y la vigilancia particular. Cada vez que el estado presta  mal un servicio, surge una iniciativa privada que llena ese vacío. Y, socialmente, los más perjudicados por los malos servicios que presta el estado son los que tienen menos recursos económicos.

Además, la justicia por mano propia se aplica en paralelo donde no llega la justicia formal. Se aplica en las zonas rurales remotas con nula presencia del estado o en zonas urbanas, donde los servicios de este llegan mal o sencillamente no llegan. La ciudad de Trujillo y el asesinato selectivo de delincuentes es un caso no negado de justicia propia. Chapa tu choro es apenas la puesta en vitrina de un hecho que es usual lejos de los distritos de clase media urbana.

Algunos podrán sostener que estamos ante la anomia o falta absoluta de reglas claras y, por ende, la desintegración del estado y la sociedad. Más bien creo se trata de llenar vacíos o complementar los que el estado ofrece, forjando reglas y sanciones fuera del mundo oficial. La consigna Chapa tu choro se mantiene en ese contexto. Si la seguridad ciudadana, que es rol fundamental del estado, o la sanción efectiva a la trasgresión de bienes jurídicos es oportuna, iniciativas como la justicia por mano propia tenderán a desaparecer.

Por el momento, la realidad es otra, y todo indica que la inseguridad se agrava. El hacerse justicia como en el viejo oeste es apenas la punta del iceberg.

Thursday, September 03, 2015

CUADROS JÓVENES, IDEAS VIEJAS



Por: Eduardo Jiménez J.
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Veo difícil que la izquierda logre política y electoralmente algo interesante el 2016. No es necesario ser zahorí para darse cuenta de ello. Como alguien dijo sarcásticamente, quizás sea  el 2021… o el 2026.

Si bien la consigna los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra, ha generado un movimiento juvenil a fin de licenciar a la “vieja guardia” de la zurda, aquellos que ocuparon la escena oficial de la izquierda por cincuenta años y que fueron directos responsables de la debacle del movimiento popular socialista; de aquellos que vacilaron en desmarcarse en su debido momento de Sendero Luminoso y el terrror asesino; de los que corrieron tras los petrodólares de Hugo  Chávez, del “comandante” y el seudo “socialismo del siglo XXI”; de los que ahora callan la violación sistemática de los derechos humanos en Venezuela; lo cierto es que los cuadros jóvenes que desean reemplazar a la vieja guardia conservan las viejas ideas que dieron con el fin de la izquierda como alternativa democrática-electoral hace veinticinco años atrás.

Hasta donde conocemos, el término cuadro proviene de la terminología militar y aludía a aquellos mandos intermedios del ejército que podían movilizar tropas inmediatamente en caso de guerra. En la jerga de la izquierda la voz alude al operador político por excelencia y que en los tiempos de las catacumbas e ilegalidad de los partidos socialistas, era el mando intermedio entre la dirigencia –casi siempre en la clandestinidad- y la base partidaria.

Por consiguiente, un cuadro era alguien preparado ideológica y políticamente, con don de mando, sentido crítico, pero que acataba –cual fiel soldado- las directivas de los mandos partidarios superiores, perteneciente por convicción y fe a un partido político determinado. Y, al tomar el poder, el cuadro era pieza clave en la reforma del estado y la administración pública, por la convicción y mesianismo del trabajo realizado. No se trataba de un tipo rentado, sin fe ni convicción, como suele ocurrir actualmente en los partidos caudillistas y los partidos empresa, y que bien puede operar a favor de un partido hoy y mañana por otro. El cuadro nacía y moría en su partido.
Cuadros a ese nivel son poquísimos y algunos dicen que son una especie en extinción, lo que explica que les cueste desmarcarse del pasado. Nadie duda de la integridad moral o ética de Verónika Mendoza o Sergio Tejada; pero son cultores de las viejas ideas estatistas-autoritarias que torcieron una voluntad de cambio democrático en la izquierda peruana, de convertirla en una izquierda moderna, como las que existen en Chile o Uruguay. Parafraseando a Lenin, podríamos decir que se encuentran en una fase de infantilismo de izquierda, de puro voluntarismo más que de realismo político.

Electoralmente, así solo consiguen la adherencia y fervor del gueto, de los que sienten y viven la autocracia y el desdén de los valores democráticos. De los que ven la democracia como medio y no como fin.

Y cada vez me convenzo más que para dirigir las riendas del estado, y sobretodo de un país complicado como el nuestro, se requiere mucha experiencia; más que diplomas y doctorados de Harvard o La Sorbona, haber comenzado en los puestos más sencillos de la administración pública y conocer como es “el monstruo por dentro”; así como tener carrera por el partido que postula, haber ascendido de los puestos más bajos del escalafón hasta arriba, algo que ahora es casi imposible por la crisis de los partidos y cambios frecuentes de camiseta.  Como dirían nuestros abuelos, Verónika y Sergio están muy “pichones” para tamaña empresa.

Hay que matar al padre, es cierto (aludiendo al dictum de licenciar a la vieja dirigencia partidaria de izquierda); pero también hay que matar ciertas ideas y símbolos que no corresponden a los tiempos actuales. Necesitamos una izquierda moderna y democrática, así como una derecha liberal. Verdad de Perogrullo, pero lo evidente es que no contamos ni con la una ni con la otra.

Tal como va, difícilmente la izquierda será una alternativa política seria. Ni el 2016, ni el 2021, ni el 2026.