Saturday, January 23, 2016

A 50 AÑOS DEL ESTRENO DE DOCTOR ZHIVAGO

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com
       @ejj2107


50 años atrás Doctor Zhivago tuvo una interpretación, digamos, ideológica. Ambientada en los albores de la revolución rusa, muchos no dudaron en calificarla de “reaccionaria” o “pequeñoburguesa” en el mejor de los casos. En plena guerra fría y choque de dos ideologías y formas de vida contapuestas, Doctor Zhivago no trata de encomiar ni remotamente la revolución de Octubre, sino narrar en un marco contextual histórico preciso los avatares de un amor casi imposible, una suerte de hoja al viento en la gran tormenta que fue la revolución que trastocó los cimientos del siglo XX.

Basada en la novela homónima de Boris Pasternak, novela-río con gran cantidad de situaciones y personajes que tuvieron que ser sintetizados en el filme, fue prohibida en la propia Unión Soviética, patria del autor, por ir contra el “realismo socialista”, dictum estético todavía vigente en aquellos años en la patria de Lenin, por lo que subrepticiamente salió el manuscrito hacia Europa occidental, donde fue publicada. Le valió a Pasternak el premio Nobel, la censura y recriminación en su propia patria, y el reconocimiento internacional fronteras afuera. De allí estaba a un paso para ser llevada al cine.

Es cierto que no estamos ante una “gran novela”. Es más, casi nadie recuerda en la actualidad a Pasternak, si no es por la versión cinematográfica de su obra; pero Doctor Zhivago tiene el gran mérito de la denuncia de los costos humanos que significó la revolución rusa y los pasos agigantados que se forzó para alcanzar un nivel de industrialización similar al de Occidente. Se sacrificaron tres generaciones de rusos para lograr alcanzar un nivel similar al de sus pares capitalistas. La escena que abre el filme hacia el largo flashback, con la presunta hija de Yuri y Lara trabajando en una represa, es bastante sintomático de cómo se vivió aquellos años. (Si la memoria no me traiciona, esa escena como el personaje no se encuentran en la novela, fue un hábil recurso cinematográfico para introducirnos a la historia).

La historia de Yuri Zhivago, de su gran amor por Lara, de Tonya, su esposa, y todos los demás personajes que transitan en la novela y el filme dan fiel testimonio de ello. Son seres comunes y corrientes que se ven envueltos en situaciones excepcionales y contra su voluntad. Situaciones que van a cambiar su vida por completo.

Filmada en gran parte en la España franquista de los años sesenta, tanto por costos de producción, como porque era impensable rodarla en la propia URSS, la película contó con unos protagónicos poco conocidos en el momento. Fue un riesgo de Carlo Ponti, el productor, y del propio Lean, el director, quien venía precedido de los laureles por Lawrence de Arabia, su anterior filme, por lo que obtuvo un control absoluto sobre la realización. Siguiendo un método similar a su anterior cinta para la elección de los protagónicos, eligió a actores casi desconocidos para los principales personajes, y los reforzó con actores de primer nivel para los roles secundarios. Así, alejados del star system, se optó por una desconocida Julie Christie para el papel de Lara, de Geraldine Chaplin para Tonya, y de Omar Sharif para encarnar al doctor Yuri Zhivago, quien ya había actuado para Lean en Lawrence de Arabia. A pesar de ello, el filme llegó a costar unos 15 millones de dólares, suma bastante elevada para la época.

Si bien fue recibida con cierta frialdad, poco a poco se fue ganando su sitial en la historia del cine (mereció posteriores reestrenos) y en la actualidad se la puede considerar como “la historia de amor” por excelencia. Narrada como un gran filme de época, con ella David Lean completaba una trilogía excepcional: El puente sobre el río Kwai en 1957, Lawrence de Arabia en 1962, y Doctor Zhivago en 1965. Era el gran espectáculo con una mano firme en la narración y solvencia interpretativa que hacía las delicias de un aficionado al cine. “Películas-río” con duración de más de tres horas, algo impensable en la actualidad.

Mención aparte merece la partitura musical a cargo del francés Maurice Jarre y, en especial, el tema de Lara, tantas veces ejecutado y que expresa ese amor melancólico, triste, épico y sublime a la vez.

Lean quiso continuar con la “saga histórica” con un cuarto filme en 1970, La hija de Ryan. Pero en una época de mostración de sexo explícito en las pantallas, a nadie le interesó el “escándalo” de un adulterio entre la hija de un irlandés rebelde y un oficial británico a inicios del siglo XX. Las pudorosas escenas íntimas y el ritmo moroso de la película eran parte de una sensibilidad ya perdida en el Occidente de la revolución sexual desatada en los años sesenta. Siéndole totalmente adverso, marcó su semiretiro, del cual solo volvería con un canto del cisne en 1984, Pasaje a la India. Bella película, también de época, pero sin la majestuosidad de las de antaño.


Ahora que se cumplen los cincuenta años del estreno de Doctor Zhivago se constata que sigue tan fresca y vigente como el día de su estreno, algo que sucede solo con los clásicos.

Resultado de imagen para film doctor zhivago 1965

Friday, January 15, 2016

FLAGRANCIA

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com
       @ejj2107

La aplicación del decreto legislativo 1194 que contempla los delitos en flagrancia (cuando es evidente y no reviste complejidad la comisión del delito, ejemplo: un robo al paso, capturando al autor en el acto) está llevando a serios cuestionamientos de lo que podría suceder de continuar con el ritmo de aplicación de la norma en todo el país.

Es cierto que estos delitos, considerados “menores”, en más de una oportunidad la pena impuesta era un saludo a la bandera, con lo que se hacía reiterativa la comisión a sabiendas que no existía sanción efectiva. Es lo que sucede con la falta de respeto a la autoridad policial, la cual, por múltiples razones, ha perdido respeto y legitimidad en la sociedad. De allí que es escena común el presenciar a policías golpeados, cacheteados, escupidos, insultados y hasta atropellados, como fue el caso con la señora Silvana Buscaglia, primera procesada al amparo del Dec. Leg. 1194 y que le ha valido una condena cercana a los siete años por “cachetear” a un policía de tránsito.

La pregunta es si el remedio no será peor que la enfermedad.

El 1194 permite condenar en tiempo record, con el beneplácito de jueces, fiscales, prensa y sociedad civil. El Poder Judicial, tan venido a menos, gana algo de simpatía entre la sociedad y, de paso, las autoridades penitenciarias. Fiscalía, Ministerio del Interior, Ministerio de Justicia, todos felices y contentos hasta ahora.

Como varios entendidos en el tema ya lo han notado, el problema se puede presentar más adelante. El hecho es que si el ritmo de condenas por flagrancia continúa como hasta ahora, en corto plazo no vamos a tener centros penitenciarios (cárceles) para albergar a tanto condenado. Tome en cuenta que ahora robar un celular puede costar hasta 11 años de pena efectiva de internamiento.

Para cargar un poco las tintas, la situación hace recordar a la Inglaterra del siglo XVIII, cuando robar un pan podía tener pena de muerte. Lo malo es que entre nosotros la pena de muerte no se aplica para los delitos comunes, por lo que no cabe otra solución que aumentar el número de penales … o cambiar la norma.

Como más fácil es cambiar la ley que crear nuevos centros penitenciarios, estoy más que seguro que los legisladores optarán por lo primero en un muy corto plazo.

Por otra parte se encuentra la proporcionalidad de las penas.

Está fuera de toda proporcionalidad que a una señora sin antecentes penales la castiguen con casi siete años de pena privativa por faltarle el respeto a un policía, mientras que un homicidio puede recibir una pena mucho menor y un trato más benigno. Y la excusa que dan los jueces que “ese un problema del Código Penal” no justifica penas draconianas como la impuesta a la señora Buscaglia. Y no seamos fariseos, se le dio esa pena por tres evidencias subjetivas: es blanca, de “situación acomodada” y el caso fue mediático, por lo que el Poder Judicial no quería quedar mal ante la sociedad. Bastaba que sufra seis meses de pena efectiva, pague una fuerte multa, ofrezca disculpas públicas a la autoridad ofendida y se le obligue a otros seis meses de servicios comunitarios para resarcir el daño; pero seis años y ocho meses se encuentra fuera de toda proporción. Puro populismo penal y del malo. (Y para evitar las suspicacias, debo declarar que no conozco ni remotamente a la señora en cuestión).

Lo cual lleva a su vez a la necesidad que una comisión del ejecutivo, del legislativo o una comisión mixta, revise las penas que existen en el Código Penal. La inclusión de nuevos delitos, el aumento de penas en otros, ha creado un “Frankenstein jurídico” de horribles consecuencias. Merecen una revisión exhaustiva las penas y que estas sean proporcionales.


Este Congreso que termina dudo que lo pueda hacer; pero el siguiente gobierno en coordinación con el nuevo Legislativo puede hacer una labor útil allí, antes que se vea acorralado por los inevitables escándalos de coyuntura.