Monday, March 28, 2016

LOS OCHENTA DE MARIO VARGAS LLOSA

Por: Eduardo Jiménez J.
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Una verdad evidente es que Mario Vargas Llosa no es un escritor muy querido por el público como lo fue Julio Ramón Ribeyro o lo es Alfredo Bryce Echenique. El primero ya era idolatrado en vida y, muerto, casi es considerado un santo laico; mientras que a Bryce se le perdona todo, hasta los plagios descarados que perpetró en ciertos artículos publicados en los diarios (felizmente no postula para presidente de nada).

Quizàs la falta de querencia contra Mario obedece a su carácter controversial, polémico, que “pisa callos” sin importar a quién. Expone sus opiniones directamente, en un ambiente como el limeño acostumbrado a la ambigüedad e hipocrecía. Por ello es más temido que querido, más respetado que amado.

Hombre de su tiempo como lo fue su gran modelo de intelectual, Jean Paul Sartre, comprometido con pasión en causas diversas, profesando una honestidad consecuente, sin doblez, sea como antaño cuando defendió la revolución cubana o ahora defendiendo el laicismo del estado o el matrimonio igualitario.

El paso del marxismo al liberalismo no fue abrupto. Del rompimiento con el modelo cubano en los setenta, pasó a una suerte de socialdemocracia escandinava y, luego, entre los ochenta y noventa al liberalismo clásico. Fue una lucha agónica consigo mismo, antes que un “cambio de camiseta” como les sucedió a muchos intelectuales de aquellos años.

Buen polemista, pero mejor prosista, no solo de novelas, sino ensayos y, claro está, artículos periodísticos, género que cultiva desde los quince años. Cuando se publiqué la edición definitiva de sus obras completas, de hecho abarcará considerables tomos. Obvio que no todo es de pareja calidad (ni a Cervantes se le puede pedir eso). De sus novelas, tres o cuatro resisten el paso del tiempo. Del teatro no podemos decir lo mismo. Sus ensayos sí son más contundentes y quizás la posteridad lo catalogue a Mario como notable ensayista y gran novelista. Racional pero también persuasivo, sabe argumentar coherentemente, sin descuidar la prosa.

Si bien su paso por la política activa fue corto, de 1987 a 1990, cuando tienta desastrosamente la presidencia de la república, nunca ha dejado de preocuparse por la cosa pública. En los noventa realiza una crítica feroz contra el gobierno de Fujimori por corrupto y ladrón. Muchos confundieron su actitud con resentimiento por perder la presidencia, pero el tiempo le daría la razón: el de Fujimori fue quizás uno de los gobiernos más corruptos y miserables de nuestra vida republicana.

Recuperada la democracia en el 2000, se convirtió en “garante” de esta, avalando dos candidaturas que llegaron a la presidencia: la de Toledo y la de Humala. La de Humala fue la más sensible y controversial, sobretodo porque gran parte del electorado no confiaba plenamente en su “conversión” a demócrata, luego de abrazar ardoramente el polo rojo del chavismo. Sin embargo, cumplió su palabra y –al igual que Toledo- abandonó el poder con baja aprobación y cubierto de escándalos y denuncias.

Esta vez Mario quiere hacer lo mismo, apoyando la candidatura de PPK en contraposición a la de Keiko Fujimori, la hija del dictador como suele decir; pero lo veo más difícil. El antifujimorismo no es tan amplio como antaño y las resistencias no son como lo fueron a inicios de siglo. Como que el elector está diciendo que debemos voltear la página y ver el futuro sin tantos debes al pasado.

Con la obtención del Premio Nobel en 2010 parecía que ya estaba más allá del bien y del mal; pero, como el mismo refiere, el temor a convertirse en una estatua, ha hecho que siga latiendo la contradicción dentro de si, a tal punto que a una edad donde casi todos los hombres descansan, para bien o para mal, al lado de la compañera de toda la vida, de ver apasiblemente crecer a los nietos, él optó por el “escándalo social” al emparejarse con Isabel Preysler, la socialité más conocida de España, ex y viuda de muchos grandes, y ser Mario parte de la comidilla de “la sociedad del espectáculo”, a la que tanto denostó en sesudos ensayos. Ironías de la vida.

A los ochenta cumplidos sigue tan vigente como cuando tenía dieciocho, cuando se enamoró de la tía Julia, se fue a Madrid y luego a París, se divorció de la tía y se casó con la prima Patricia, escribió una novela que fue polémica cuando se publicó (La ciudad y los perros), apoyó la revolución cubana, luego abjuró de esta. Y el resto es historia conocida.


Monday, March 21, 2016

CORRUPCIÓN Y GOBIERNOS DE IZQUIERDA EN AMÉRICA LATINA

Por: Eduardo Jiménez J.
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Los problemas que enfrentan gobiernos de izquierda en AL, como los de Maduro, Evo,  Correa, Dilma, Bachelet, o el fin de la era Kirchner en Argentina, pudiera dar a entender que el péndulo de la historia vuelve a girar hacia la derecha de nuevo, dejando las veleidades de gobiernos izquierdistas de distinto matiz (desde rosaditos a rojos).

Al parecer la situación no es tan mecánica y está asociada más bien al fin del “boom” de las materias primas que benefició a tantos gobiernos de por acá de distinto sesgo ideológico (y fue de paso fuente de corrupción).

Gracias al alto precio de las materias primas o commodities que tuvimos desde fines del siglo pasado hasta la primera década del presente muchos gobiernos de izquierda pudieron desarrollar programas de inclusión social que beneficiaron a los sectores menos favorecidos.
No hubo “magia”, sino que se dispuso de una buena caja fiscal que permitía subsidiar programas sociales. Lo malo fue que ningún gobierno, absolutamente ninguno, tomó la decisión de cambiar el modelo para iniciar la transición hacia un “segundo piso”, de elaboración de productos o generación de conocimientos, que permitiese sostener el crecimiento iniciado. Todos fueron primario-exportadores.

El caso más delirante fue el de Venezuela que durante el chavismo y con un barril de petróleo superior a los cien dólares pudo financiar inumerables programas sociales y “exportar la revolución” en lo que se llamó el socialismo del siglo XXI.

Ese populismo ha sumido hoy a Venezuela en mayor pobreza, hiperinflación y corrupción generalizada.

Precisamente otro factor por el que el elector les da la espalda en las urnas a los gobiernos de izquierda es la corrupción que se siente en las altas esferas del poder.

Los ejemplos emblemáticos son el gobierno de los Kirchner en Argentina y el del Partido de los Trabajadores en Brasil. Los hechos que están saliendo a flote en el gobierno de los K, así como el gobierno de Lula y Dilma Roussef implican una corrupción total que afecta los valores esenciales de la democracia y el sistema republicano. Técnicamente, junto a Venezuela, Argentina y Brasil se encuentran en recesión.

Digamos que el elector “se hizo de la vista gorda” frente a la corrupción, mientras el gobierno tenía para financiar programas sociales; pero acabados o restringidos los fondos, comienzan las protestas y las exigencias de cambio de mandatario.

Las protestas también se relacionan con el enorme porcentaje de la población que salió de la pobreza gracias al superavit fiscal. Es paradójico, pero los gobiernos de izquierda crearon las condiciones socio-económicas del aumento en número de una clase media que se niega a regresar a la pobreza y que consiguientemente despierta una conciencia de exigencia de mayores derechos sociales.

En otras palabras, estamos ante una clase media que busca mejorar su estatus y no regresar a una situación de carencias  preboom de commodities.

No se trata de un péndulo que gire mecánicamente a la derecha, sino que la situación del contexto internacional ya no favorece a los gobiernos de izquierda que fueron elegidos democráticamente a inicios de siglo (y que muchos de ellos quisieron perpetuarse en el poder por reelecciones sucesivas).

Por otro lado, estos gobiernos de izquierda -como muchos de la región incluyendo el peruano- no se plantearon el dilema del “fin de las vacas gordas” e intentar una reconversión económica que permita mantener el crecimiento; sino que optaron por el fácil expediente del gasto fiscal, gracias a las inmensas regalías.

El manejar un gran presupuesto sin los controles institucionales necesarios trae corrupción, sea de izquierda o de derecha, produciéndose un distanciamiento con el ciudadano medio que con esfuerzo redondea su presupuesto mensual mientras aprecia que el entorno del poder y los amigos del poder literalmente saquean las arcas fiscales. El caso de Brasil es el más emblemático de todos.

La verdad no hay receta nueva, ni camino corto. Gracias a nuestro temperamento latino nos acostumbramos al gasto dispendioso y la farra eterna, sin pensar mucho en el futuro. Fue una oportunidad perdida, como la del guano en el siglo XIX peruano. Creo que ya no podemos pensar en nuevos booms de materias primas, sino comenzar desde la base un proceso de trasformación que permita un crecimiento sostenido para bien de las nuevas generaciones.


Tuesday, March 08, 2016

EL JURADO VS EL JURADO

Por: Eduardo Jiménez J.
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       @ejj2107

Las resoluciones contradictorias dadas por un mismo órgano electoral (el Jurado de Lima Centro) revela no solo las presiones políticas que posibilitaron admitir la candidatura de Julio Guzmán, sino las presiones que vinieron después de parte de otros contendores que no vieron con buenos ojos como el Jurado de Lima Centro avalaba que entre a la competencia electoral el candidato de Todos por el Perú.

La noticia ha dado la vuelta al mundo, colocándonos a nivel africano en materia electoral (con el perdón de los africanos). Creo que ni en las dictaduras más sofisticadas se les habría ocurrido estas maromas electorales.

Más allá de los problemas que ha traído aplicar los cambios en la Ley de Partidos Políticos cuando la convocatoria a elecciones ya se había producido, “cambiando las reglas iniciado el juego”, la decisión del órgano electoral denota evidentes presiones de grupos de poder para excluir una candidatura que significa un bolsón de cerca a un quinto de electores. No es poca cosa.

Lo sucedido no obedece solo a una legislación electoral deficiente e incompleta (responsabilidad de los propios partidos políticos que en el Congreso solo “maquillaron” la norma), sino a la carencia de instituciones sólidas.

Como bien señala David Sulmont, el fetichismo legal reemplaza a las instituciones, cuando estas no son sólidas. La cultura del “papel sellado” sustituye a la realidad política. Si aparentemente se cumple con las reglas de democracia interna, el órgano electoral autoriza una candidatura, sin fiscalizar –nunca lo hace- si el contenido de esa acta refleja la realidad.
Para ello basta saber que de los 19 contendores, solo dos cumplieron con elecciones internas impecables: Acción Popular y Frente Amplio, este último incluso con participación abierta a ciudadanos no partidarizados.

El no haber accedido el propio Congreso, vía la reforma electoral, a que la ONPE supervise las elecciones internas de los partidos, ha conllevado los problemas que vemos ahora. Actas que en un momento “producen convicción” y después ya no la producen.


Mientras no tengamos instituciones sólidas, y estemos en un panorama electoral complicado como el actual, problemas como el suscitado, seguirán generando inseguridad jurídica; y será motivo para que los poderes fácticos, amparándose en el “papel sellado”, presionen más a los órganos electorales, a fin de ganar el partido en mesa y no en la cancha. A río revuelto…