Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
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@ejj2107
La composición del nuevo congreso
refleja las tendencias mayoritarias de los partidos que obtuvieron la más alta
votación. El “efecto arrastre” de los tres que quedaron con la más alta
votación; pero también otros hechos que son importantes deslindar.
Es sintomática la aplastante mayoría de
Fuerza Popular: alrededor de 72 congresistas (55% del total de parlamentarios);
lo que a su vez retrotrae preocupaciones de lo sucedido en los años noventa: el
abuso de poder por quienes detentan un poder absoluto.
Usualmente, un gobierno con amplia
mayoría legislativa no hace caso a las minorías y comete más errores. Fue el
caso de Belaunde en su segundo gobierno en los ochenta, el primer Alan García
en el 85 y, claro está, Fujimori en los 90. Gobiernos con amplias mayorías se
muestran arrogantes y autosuficientes al no necesitar consensos con otras
bancadas. En cambio, gobiernos con minorías relativas como Toledo, Alan II y
Humala necesariamente tienen que concertar con otras fuerzas políticas. No
siempre salen las cosas bien (fue el caso de la conocida “repartija” de los
cargos en los organismos constitucionales), pero por lo menos lo intentan.
La pregunta es si un gobierno de Keiko
repetiría la actitud arrogante mostrada por los fujimoristas en el pasado.
Quizás la única forma de garantizar lo contrario, más allá de las naturales
especulaciones, sería comprometerse desde ahora a otorgar las presidencias de
comisiones clave como Constitución, Presupuesto o Defensa a la oposición e,
incluso, ceder en un momento la presidencia del Congreso a los grupos
minoritarios. ¿Quimeras solamente? Quizás, pero haría más viable la
desconcentración de poderes.
Y, en el supuesto que PPK gane la
segunda vuelta, necesariamente tendrá que concertar con la bancada fujimorista,
lo cual no creo sea tan problemático, considerando que sus planes de gobierno
en materia económica son bastante similares.
La segunda mayoría la tiene el Frente Amplio:
son los veinte que entrarán al Congreso gracias a la locomotora que significó
la candidatura de Verónika Mendoza. Pero existe un detalle que los diferencia
de la bancada naranja. Mientras los fujimoristas usualmente son disciplinados,
con escaso índice de trasfugismo, también cuentan en su haber con un tercio de
congresistas reelectos. Ello significa que tienen experiencia parlamentaria y
van a poder “orquestar” mucho mejor al interior de la bancada; lo que no sucede
con los congresistas de la flor, que de los 20 apenas 3 son reelectos. Tampoco
sabemos como marchará la disciplina parlamentaria, si serán proclives a formar
bancadas propias luego de alguna crisis seria; o si acatarán el dictum de Verónika Mendoza o de Marco
Arana, “dueño” de la marca FA. Lo peor que le puede pasar a la izquierda es que
la promesa de los veinte se diluya en minibancadas y trasfuguismos diversos y
termine su firme oposición en eso: solo promesas. Sería trágicómico.
Igual sucede con los 19 de PPK. Casi
todos nuevos, sin mucha experiencia parlamentaria. Los ppkuyes van a estar un poco perdidos los primeros meses de labor
legislativa. Si gana PPK la segunda vuelta, se mantendrán fieles; si pierde, se
podría producir una fragmentación e ir cada uno por su lado. Es lo máximo de
fidelidad que tienen agrupaciones cuya unidad partidaria es bastante endeble.
En cambio, la bancada del Apra (ex
Alianza Popular) con apenas 5 congresistas -todos de la estrella- tiene la
ventaja que el cien por ciento son reelectos. Tienen amplia experiencia
parlamentaria y más que seguro parecerán 50 al momento de las declaraciones o
los actos políticos trascendentes. Aparte que el Apra tiene una amplísima
experiencia legislativa, lo que no sucede con los otros grupos mayoritarios.
Igual ocurre con los de Acción Popular, la mayoría repite el cargo.
Eso sí, ambos grupos políticos deberán
concertar alianzas para formar bancada (se requiere un mínimo de seis
congresistas), lo que no les será difícil dada su amplia experiencia.
Una reflexión final. Con el actual
sistema de sufragio en simultáneo para la presidencia y el congreso, la
candidatura presidencial usualmente “arrastra” a la lista parlamentaria (aunque
la excepción en estas elecciones fue el caso de Alan: allí sucedió al revés, su
lista obtuvo más votos que él). Quizás ya es hora de independizar ambos
procesos. La elección por la lista parlamentaria puede ser algún tiempo después
de la presidencial, incluir una renovación por tercios, distritos uni o binominales
a fin que la población conozca de cerca a su parlamentario, incentivar una
“carrera política” entre los más jóvenes que puede comenzar como regidor en un
distrito (felizmente algunos partidos ya lo están haciendo). Son planteamientos
que requieren concertación entre las distintas fuerzas políticas que componen
el nuevo congreso. Veremos si tienen interés en efectuarlas o continúa el
caudillaje más que la práctica institucional.