Wednesday, May 18, 2016

BRASIL, UN PAÍS TROPICAL

Por: Eduardo Jiménez J.
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La separación de Dilma Rousseff  del cargo presidencial pone fin a un modelo que para muchos era inspiración de un gobierno de izquierda en democracia. Fracasados el socialismo del siglo XXI venezolano, el populismo kirchnerista, convertida en república sultánica la Nicaragua sandinista, solo quedaba en la región “el modelo” del Partido de los Trabajadores brasileños.

Con una economía en problemas recesivos (que el último mundial ni ayudó a reactivar), corrupción generalizada tanto en la esfera privada como pública, y en esta última en igual proporción tanto en el partido de gobierno como en la oposición, la opción política elegida fue la separación de la presidenta  Dilma Rousseff  en un controvertido juicio político. (No se le acusa de corrupción, sino de desviar fondos del gobierno para cubrir otras cuentas públicas).

Lo cierto es que trece años atrás, cuando el PT adviene al poder con Lula da Silva, la forma de ganar apoyo político fue a través del clientelaje: usando programas sociales para fidelizar el voto de las mayorías desfavorecidas, concediendo licitaciones a empresas de dudoso comportamiento ético como Odebrecht o avalando su entrada a otros países (entre ellos el nuestro); lo que a su vez trae corrupción y tráfico de influencias.

Lo curioso del caso es que los acusadores de Rousseff y su entorno a su vez están siendo investigados por corrupción. No se salvan ni el oficialismo ni la oposición, por lo que muchos aconsejan como salida a la crisis un adelanto de las elecciones generales.

Todo ello evidencia los límites del populismo y la precariedad institucional en la región, y una grave descomposición social de larga data, evidenciada ahora que los problemas económicos y recesivos acortan la sensación de bienestar vivida años atrás. Aparte que una cada vez mayor clase media reclama un confort que ve diluirse en el día a día, lo que se traduce en furia y enojo ante la descomposición moral de la clase política, a quien culpabiliza por los males de la que pudo ser una gran potencia.

Lo cierto es que gracias a un Poder Judicial más independiente del poder político, se ha podido ir descubriendo la maraña de intereses creados generados por el poder político, considerando a “la era Lula” como una de las más corruptas de la historia reciente; y si bien Brasil todavía es considerada “una potencia”, no menos cierto es que sigue siendo “un país tropical”, con todos los males que ello conlleva, empezando por la corrupción generalizada.

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