Monday, July 25, 2016

LEGITIMIDAD POSELECTORAL (O CÓMO SE PUEDE GANAR O PERDER EL PODER)

Por: Eduardo Jiménez J.
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El haber ganado una contienda electoral no produce legitimidad política en forma automática. Digamos que no basta el “título” expedido por el organismo electoral. Eso es apenas la parte formal. El “representante del pueblo” debe ganarse la representación (como también la puede perder). Entra a tallar la empatía del político con sus representados, la habilidad y olfato que demuestre en el ejercicio del cargo, y lo que haga o deje de hacer en el poder. Keiko, sin ser presidenta (curiosamente en un sino similar al de Víctor Raúl), tiene legitimidad con respecto al 50% que votó por ella; PPK no, “su” 50% fue prestado por el voto antifujimorista.

A ello se debe sumar que PPK no tiene en propiedad un partido político. Son, más bien, una suma de independientes que no representan organicidad partidaria, lo que se puede traducir en debilidad de gobierno y poco resistente a las crisis que se presenten en el camino. En ese sentido, conviene formular algunas preguntas, por desagradables que parezcan: ¿Cuántos, de sus diecinueve congresistas, quedarán en las filas partidarias al final del gobierno?, ¿cuántos escándalos, lobis y negociados lo remecerán?, ¿con cuánto de aceptación terminará su gestión? Son preguntas que la fuerza de los hechos y lo sucedido en gestiones pasadas, obliga formularse.

Por eso no es descabellado pensar en un escenario antes del 2021, si es imposible sostener a un gobierno débil y acosado por los escándalos. A nadie, con interés en participar en las siguientes elecciones, se le puede exigir en nombre de la democracia “sostener un muerto”. Existe una legítima ambición de intentarlo de nuevo tanto en Verónika Mendoza, Alfredo Barnechea, Julio Guzmán o la propia Keiko Fujimori.

Keiko –para escozor de los anti- tiene oportunidad de intentarlo por tercera vez. Es joven y aprende de sus errores. Tiene pasta política, como lo demostró al hacer crecer el legado que heredó de su padre; aunque –paradojas de la vida- tendrá que lidiar con su “frente interno”, con los albertistas encabezados por su hermano Kenyi. Una “lucha dinástica” debilitaría a FP (así como una escisión del Frente Amplio debilitaría a la izquierda). También deberá mantener unida su bancada, compuesta por muchos independientes con agenda propia. Y hacia afuera deberá vérselas de nuevo con el antifujimorismo recalcitrante que en esta oportunidad demostró una histeria sorprendente.

Por eso decía que de repente, de no superar ese antifujimorismo irracional, le tocará un sino similar al que tuvo Víctor Raúl: ser el candidato eterno a la presidencia de la república, pero forjar un fuerte partido que dure más allá de la vida de su líder y asumir el rol de gran decididor en los asuntos públicos, como lo fue el Apra por más de cincuenta años. Claro, que Keiko no es Víctor Raúl, intelectualmente hablando existe una enorme distancia, pero tiene una vena política que la adquirió de joven al igual que el indoamericano en los años de persecución.

Al margen de ello, oposición y gobierno van a tener que llegar a ciertos acuerdos mínimos que permitan la gobernabilidad. Un gobierno tecnocrático tiene sus límites y a los naranjas no les conviene hacer una oposición ciega, como la aprista de 1963 contra el primer gobierno de Belaunde. De allí que posiblemente aprueben ciertas leyes propuestas por el Ejecutivo, veten otras y propongan las suyas gracias a la inmensa mayoría que poseen. Van a ser un gobierno dentro del gobierno.

Y cuidado con esas voces que aconsejan a PPK “cerrar el congreso”. Cerrar el congreso sería “abrir una caja de Pandora” de insondables consecuencias que pueden perjudicar a los propios interesados en una supuesta “recomposición de fuerzas”. Igualmente los naranjas deben tomar con ánimo sereno la decisión de amnistiar por ley o presionar al ejecutivo por el indulto para su jefe natural, Alberto Fujimori. Es un deseo evidente no solo de fujimoristas, sino de gran parte del pueblo peruano ver libre o por le menos con arresto domiciliario al ex presidente; pero todo tiene su momento y su forma. No abusen de su mayoría.

¿Podremos alguna vez remontar el antifujimorismo?

No lo se. Tengo mis dudas; aunque me parece el proceso de aceptación de Fujimori y su herencia política está siendo digerido más rápido por la sociedad peruana, de lo que fue el antiaprismo en el siglo XX. Quizás en el haber favorece que estamos madurando como sociedad política y que los noventa tienen un legado positivo que demostrar más allá de la “historia negra” que todos conocemos. Como diría Richard Webb no todo es negro o blanco, priman más los grises.

Así como hicieron los apristas en su momento, la iniciativa para romper ese cerco anti tiene que provenir de los propios fujimoristas. Como lo demostraron estos cinco últimos años de oposición leal y constructiva. Como lo están demostrando al aceptar los resultados de los comicios. Como lo demostrarán posiblemente al aprobar importantes reformas que estuvieron estancadas en la legislatura anterior. Con los ejemplos que podrán exhibir al excluir de su organización a aquellos que tienen un pasado poco claro, antecedentes delictuosos o fortunas de origen dudoso. Y, porqué no, con las cosas buenas que se podrá recordar de los noventa, cuando parecía que el país iba a desaparecer entre el terrorismo, la hiperinflación, el desgobierno y la corrupción. En otras palabras: saquen los esqueletos del closet. Inicien su propio autoexorcismo.

Quizás el destino les ha reservado a los fujimoristas esta nueva oportunidad para que se esmeren más en ser un partido auténticamente democrático. Legitimidad ya tienen. Partido popular también. Organización política, idem. Faltará ver más gestos, como de democracia interna de sus dirigentes y candidatos elegidos. Apellídense o no Fujimori. Un militante, un voto. Por añadidura, un más idóneo Comité Político, donde no prime la billetera, sino la inteligencia y la razón (el Apra de nuevo como ejemplo). Y responsabilidad en la oposición de los próximos cinco años.


Necesitamos partidos, no las entelequias que existen y se autotitulan así. FP puede llegar a ocupar el espacio que tuvo el Apra en sus mejores momentos. Para que ello suceda y sea un partido auténticamente democrático dependerá en gran parte de los propios fujimoristas. De lo que hagan o dejen de hacer.