Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Una de las preocupaciones de los
sociólogos y la clase política es si los altos niveles de pobreza e incluso
pobreza extrema pueden regresar en los países de “ingresos medios” como el
peruano, a pesar del impresionante número de familias que socialmente migraron
a lo que se conoce como la “nueva clase media”.
Todo parece indicar que sí es posible;
que a pesar de los programas sociales, si estos no continúan, se encuentran mal
diseñados o administrados, o el entorno económico es adverso, miles de familias
pueden involucionar hacia la pobreza que dejaron apenas ayer.
Es lo que está sucediendo en Brasil. Por
las medidas de austeridad del gobierno de Michel Temer, desfinanciando muchos
programas sociales, se estima que 3.3 millones de familias perderían su estatus
de clase media emergente y retornarían al redil de la pobreza. Desempleo, bajos
salarios y créditos bancarios limitados harían el resto.
Un indicador del nivel socioeconómico
de las familias son las enfermedades “curables” fácilmente, sea con
medicamentos de bajo costo, alimentación adecuada o educación profiláctica. Es
el caso de la TBC, la anemia o la desnutrición infantil. Todo parece indicar
que el nivel de las mismas ha subido notablemente en las principales ciudades
del país. Precisamente la TBC se considera una “enfermedad social”, debido a
que ataca principalmente a sectores socioeconómicos de bajos ingresos. Igual
pasa con la anemia. Y la desnutrición infantil es producto de una inadecuada
nutrición en los primeros años de vida, parte debido a escasos recursos
económicos para alimentar a los infantes, pero gran parte también a la poco
información de los padres sobre los alimentos nutritivos y necesarios en la
infancia, que muchos no tienen un precio elevado (existen más niños obesos y
subalimentados que en el pasado).
Otro indicador es el uso masivo de
agua y desague. Abandonar la pobreza es abandonar el uso de camiones cisternas
o silos, para pasar al uso masivo de las tuberías y, claro está, del agua y
jabón. Una verdadera revolución social sería cuando todos los peruanos, sin
importar la región donde viven o la clase social, tengan acceso al agua de
calidad y usen el jabón como medida prifiláctica de higiene. (Otro gran cambio
que nos apartaría de la pobreza extrema sería también el número de hijos que se
puede tener de acuerdo a las posibilidades económicas, pero ese es otro tema).
Igual sucede con los niveles de
educación, tanto en cantidad como en calidad. Ya nadie discute la cantidad de
centros educativos administrados por el estado, sino la calidad de educación
que brindan, así como la preparación idónea de los docentes.
De allí que es importante sostener los
programas sociales hasta afianzar a la clase media emergente y tener una
población adecuadamente saludable y educada en niveles óptimos. Pero también es
necesario reactivar la economía, enfriada
en los últimos años del gobierno de Humala. Fomentar las asociaciones
público-privadas y los proyectos de inversión, incluyendo los de la satanizada gran
minería. Y los actores políticos, sobretodo los de la izquierda tanto del
Frente Amplio como el MAS de Gregorio Santos, juegan un papel clave. ¿Se
dedicarán al obstruccionismo de los grandes proyectos mineros o tendrán una
actitud más madura? ¿Permitirán que miles de familias salgan de la pobreza con
un compromiso de responsabilidad social o prevalecerá la mira ideológica más
que el pragmatismo político?
Por todo ello, parte de la nueva clase
media emergente puede regresar a los niveles de pobreza de antaño. El factor
político y el económico van de la mano y juegan un papel importante, así como
las políticas de estado.