Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Se contaba una broma. Cuando Pinochet, hace treinta años atrás, perdió el plebiscito en Chile y tuvo que irse: el fantasma de Franco se le aparece y le susurra al oído “eso te pasa por preguntar”.
Chiste de dictadores, es cierto; pero
algo de cierto tiene. A veces los que tienen el poder para ganar legitimidad en
decisiones trascendentales “consultan al pueblo” a fin que ratifique la
decisión tomada. Aparentemente parece que tienen las de ganar en la consulta y
algo sucede que el resultado es totalmente contrario a lo esperado. Sucedió
este año con el Brexit británico y ha vuelto ha pasar con el referendo del
acuerdo de paz colombiano. En los dos casos ganó la posición contraria muy
ajustadamente y puso en serios aprietos y dilemas al gobierno de turno.
En el caso colombiano parecía que el
“sí” sellaba la paz definitiva, sin embargo a los poco días el panorama cambió.
Claro, no es que los colombianos deseen mantener la situación de guerra
interna, sino que fue “el costo de la paz” lo que marcó el rechazo. Las
condiciones políticas y económicas a favor de las FARC, pesaron sobre el ánimo
de los votantes más que la paz misma.
Y en este punto entra a tallar “el
tercero en discordia”. Porque hay un tercero que no fue tomado en cuenta. Fue
gracias a la campaña masiva a favor del no que promovió Uribe y su grupo que
los resultados se revirtieron sorprendentemente. Uribe en Colombia es quizás
más popular que el propio Santos. Para que más o menos se entienda: allá es una
suerte de Alberto Fujimori. Hombre pragmático, de derecha, que “se saltó” más
de una vez el estado de derecho, y que logró bajar el poder militar de las FARC
a un tercio, lo que posibilitó que Santos pueda obligar a sentar a negociar a
lo que quedaba de la narcoguerrilla. Algunos incluso sostienen que de haber
continuado en el poder Uribe hoy las FARC serían historia.
Ese tercero en discordia que se ha
ganado a pulso el derecho de ser escuchado, deberá ser tomado en cuenta en una
eventual ronda de renegociaciones para encontrar una salida más realista en el
impase por la paz. Lo malo es que la de Uribe es una posición muy radical y
claramente anti-Farc. Su solución es militar, más que política. Habrá que
“hilar fino”.
A los colombianos les conviene zanjar el
asunto, aunque no están muy convencidos de los términos en que se zanja. Tienen
una institucionalidad envidiable y ya sin el lastre de la guerra interna, es
posible que su potencial económico se eleve más allá de la respetable economía
regional que actualmente es. Algunos piensan que su potencial lo hace un
candidato más prometedor para ingresar al club selecto de la OCDE que nosotros
mismos y que, terminado el conflicto, “el segundo Chile” regional podría ser
Colombia, no Perú.
En fin, la eventual renegociación tendrá
que ver estos aspectos. Escuchar la voz y el sentir de la mitad de colombianos
que este domingo le dijeron “no” al acuerdo de paz tal como está redactado.