Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
¿Qué posibilita que una
película sea vista por distintas generaciones y sea recordada más allá de su
efímero estreno?
Existen muy buenas películas
que no resistieron el paso del tiempo; en cambio, otras sí, a pesar de ser
artísticamente más “modestas”. Es el caso de Rocky.
Quizás “el mensaje” fue lo que
hizo atractiva a Rocky como para ser
recordada luego de tantos años. Que el sueño
americano, a pesar de todo, se puede cumplir para un simple mortal. Un
boxeador anónimo que funge de matón de un ganster local, por el azar o el
destino tiene la oportunidad de oro de enfrentarse al máximo exponente de los
pesos pesados: Apollo Creed (claramente inspirado en Muhammad Ali, el gran
boxeador de los años sesenta y setenta).
Todos creen que el semental italiano (como se autoproclama
Rocky) será vencido fácilmente por el fanfarrón Creed, cuando el desenlace será
distinto, lanzando a la fama al anónimo boxeador.
Quizás allí se encuentra la
clave del gusto por la trama: un oscuro personaje, como muchos de nosotros,
puede cumplir su sueño y acariciar los laureles del triunfo. El hombre común,
el hombre de la calle, alcanza la fama. Millones en todo el mundo deben haberse
sentido identificados con el personaje, una suerte de proyección de nuestros
sueños, pero también de nuestras frustraciones. Toca las fibras más sensibles
de quienes se identifican con el personaje encarnado por un -en ese entonces- también
desconocido actor llamado Sylvester Stallone (que se le realizó su sueño de
convertirse en un actor reconocido).
Súmenle a ello que se estrenó
en 1976, cuando se celebró por todo lo alto el bicentenario de la nación del
norte. We are the people, nosotros el
pueblo y la democracia como régimen horizontal, donde todos somos iguales y
podemos realizar nuestros más caros anhelos en la tierra de la libertad, principio fundacional del régimen político
norteamericano. Ese sustrato ideológico se encuentra claramente desarrollado en
la trama del filme.
Sí, hay películas que, sin ser
grandes obras, tocan fibras profundas como Rocky,
que llega a su cuarenta aniversario tan fresco como el día de su estreno.