Thursday, April 06, 2017

DISOLVER, DISOLVER

Por: Eduardo Jiménez J.
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       @ejj2107

Quizás los alumnos más aplicados de Alberto Fujimori en la región fueron Hugo Chávez y Nicolás Maduro. El primero dejando en cascarón las instituciones democráticas venezolanas y aplicando el “autoritarismo competitivo”, que implica usar todo el poder y los recursos del estado a favor y en perjuicio de los opositores; mientras el segundo aplicó con poco éxito el autogolpe, cerrar el Congreso, aunque con la variante de la “tercerización” a través del TSJ (la Corte Suprema venezolana).

Pero, regresando 25 años atrás, en 1992, ¿se justificaba el autogolpe del 5 de Abril?

Los fujimoristas dicen que sí, que era necesario interrumpir temporalmente la democracia para “salvar a la Nación”. Pero, a la luz de los hechos parece que no era tan necesario. El Parlamento, si bien contaba con una férrea oposición, no obstante ello había concedido las facultades que solicitaba el ejecutivo, tanto para la lucha contra el terrorismo, como para cambiar “el modelo económico”. Recordemos que las bases del modelo económico fueron impuestas, casi sin resistencias, a inicios del primer mandato de Fujimori. La estabilización de precios fue en Agosto de 1990 (“el shock”) y la liberalización de estos y el inicio de las privatizaciones en los meses siguientes. La hiperinflación y el desgobierno del primer Alan García, más el fuerte elan del consenso de Washington, permitían los cambios liberalizadores en democracia, como sucedió en otros países de la región.

Todo indica que el autogolpe fue más bien para concentrar poder y cambiar la correlación de fuerzas, perpetrado por un grupo en el poder que no le importaba demasiado las instituciones democráticas, empezando por el presidente de la república que, por temperamento y formación, no era muy convencido de las bondades del sistema.

Pero, cerrar el Congreso no hubiese sido tan fácil sino se contaba con el aplauso de las mayorías, que estuvieron de acuerdo. Lo que revela nuestro talante autoritario y esa identificación que todavía tenemos con aquellos que imponen “la mano dura”. Recordemos que luego del hecho, la popularidad de Fujimori no disminuyó, sino fue “bendecido” por las distintas clases sociales.

Consecuencia del 5 de Abril fue también la constitución política que ahora nos rige. La salida política al autogolpe fue la convocatoria a un Congreso Constituyente que aparte de sus funciones usuales, aprobase una nueva carta política. El fujimorismo obtuvo mayoría en ese congreso, por lo que la constitución tuvo ese sesgo liberal que se respiraba en los años 90. Carta que nos rige cerca de 25 años, con apenas pequeños cambios. Ironías de la vida.

Aunque no es el momento, merece analizarse un poco más serenamente esa constitución. No fue solo para la reelección (se aprobó dos periodos consecutivos para el presidente de la república), ni tampoco “producto del fraude” como alegaba la oposición luego del referéndum aprobatorio. Las mayorías, en las distintas clases sociales, apoyaban al gobierno (recordemos que pocos meses atrás había sido capturado Abimael Guzmán), lo que se materializó en la aprobación a la nueva carta política. Aparte que fue producto de una serie de transacciones bastante complejas al interior del hemiciclo de aquel entonces, dando lugar a instituciones novedosas como el Defensor del Pueblo, hasta ahora vigente, o la descentralización en tres poderes distintos del órgano electoral, lo que a la larga ha tendido a una especialización de cada uno de ellos, pese a los reparos que tuvo en su momento inicial. Ello merece un análisis más sereno que los historiadores o los analistas de las instituciones políticas deberían acometer. Por cierto, el fujimorismo como movimiento político es más complejo que la simple descalificación como “dictadura” o “autocracia”.

Otro hecho importante del 5 de Abril fue la presencia de Vladimiro Montesinos en el entorno más cercano de Fujimori. Sin la “eminencia gris” de Montesinos difícilmente Fujimori se hubiera atrevido al autogolpe y lo que vino después. Su capacidad intelectual era bastante limitada. Necesitaba de alguien que “arme la telaraña” dentro del Estado y en la sociedad, y ese fue Vladimiro Montesinos. Comprar medios y a empresarios antes que coartarlos, calumniar opositores antes que asesinarlos, y tener contento al pueblo con circo antes que represión fue diseño de él, permitiendo el saqueo de las arcas fiscales sin que nadie chistara, salvo una valiente y minoritaria oposición y algunos medios y periodistas honestos que dieron dura batalla.

Como alguien ironizó y con razón, a Nicolás Maduro (también bastante limitado intelectualmente) le faltó su Vladimiro Montesinos.

Intentemos una ucronía (lo que pudo ser, pero no sucedió): ¿qué hubiera sucedido si Alberto Fujimori no daba el autogolpe?

Quizás hubiese terminado su período de gobierno en 1995 medianamente, “sin pena ni gloria”,  con dificultades como los otros presidentes para que su partido gobierne un periodo adicional (aparte que decir “partido” a Cambio 90 era mucho decir). Y de repente el fujimorismo como movimiento político habría terminado en ese momento, algo similar a lo que ocurrió con el toledismo o el humalismo en el presente siglo.

Pero los hechos fueron otros, así como lo que vino después.

La lección que nos deja el 5 de Abril es que ni la democracia ni los valores republicanos están seguros. En cualquier momento podemos involucionar. Los protagonistas y el momento pueden cambiar, pero no tenemos un sistema consolidado ni menos instituciones fuertes. Puede aparecer otro Alberto Fujimori, no necesariamente de las filas de su movimiento político, y puede repetirse otro 5 de Abril. Nada está dicho en la historia.

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